Casi simultáneamente acaban de concluir las reuniones del Consejo de Defensa de Unasur en Lima y del Acuerdo TransPacífico en Hawai.
En la primera se aprobó una metodología para medir los gastos en defensa, se discutió el retiro de las fuerzas militares presentes en Haití y se acordó “estudiar” la posibilidad de construir aviones de entrenamiento, aviones no tripulados y una agencia espacial.
En la segunda se avanzó en la negociación del Acuerdo de Asociación TransPacífico (ATP) entre Australia; Brunei; Chile; EE.UU; Malasia; Nueva Zelanda; Singapur, Perú y Viet Nam. Por su parte, México; Japón, Canadá y China manifestaron su intención de unirse, con lo cual se conformará la zona de libre comercio más grande del mundo, que vendría a materializar en la región del Pacífico lo que no se pudo lograr a nivel global en la Ronda de Doha. Nótese que, de Latinoamérica, participan Chile, Perú y México.
Unasur y Acuerdo TransPacífico son dos pactos en que participa Chile y que aparentemente no tienen puntos de contacto entre si. Un examen más de cerca nos mostrará que en algunos puntos si conflictúan, sin perjuicio de lo cual nuestro país tiene que continuar avanzando en ambos: en ATP porque es de gran importancia económica y en Unasur, porque no podría evitarlo.
Unasur, una de cuyas expresiones relevantes es su Consejo de Defensa, nació gracias el esfuerzo incansable de Brasil, a comienzos del 2008, dentro de sus estrategias de política exterior y de defensa (Proyecto Brasil 3 Tiempos: 2007; 2015 y 2020) orientada a formar una “Comunidad Sudamericana de Naciones” bajo su supremacía para competir y eventualmente reemplazar la influencia que los EEUU ejercen en nuestra región. La exclusión de Centroamérica y principalmente de México confirman este diseño.
En esta estrategia, para Brasil, el Consejo de Defensa de Unasur es una herramienta que no solo contribuye a su defensa sino también a la promoción de su industria de defensa proporcionando una base de producción y comercialización amplia. También puede contribuir a reducir el riesgo de conflictos intrarregionales y a acotar lo que Brasil siente como amenaza a su soberanía amazónica por parte de países desarrollados.
Brasil aspira también a disponer, a través de este Consejo, de un instrumento que impida a EE.UU. conformar lo que estima es la intención norteamericana de formar un cerco a su alrededor, sensación que podría haber disminuido en los últimos años, pero que está siempre presente.
Argentina por su parte, aspiraba a la configuración, dentro del marco de Mercosur, de una organización de cooperación militar antes de ir a su expansión a toda Sudamérica (como es Unasur), Latinoamérica o América (como el TIAR). Esto derivó en otra dirección, pero aun así, se lograron importantes avances en el marco de Mercosur Ampliado; medidas de confianza mutua, integración y cooperación militar,- especialmente entre Argentina, Brasil y Chile -, cuyos hitos fundamentales son el Acuerdo de Mendoza del año 1991 al cual posteriormente adhirió Uruguay, sobre prohibición de armas químicas y biológicas, y la intervención en la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), que tuvo entre sus protagonistas fundamentales a Chile, Brasil, y Argentina, participando también Uruguay y Paraguay.
Para Venezuela, Unasur es una seguridad de que su continuada agresión retórica a los EE.UU. no sea respondida con algo más que silencio. Chávez se columpia entre la necesidad de contar con un “enemigo” que le permita unir a sus huestes y victimizarse ante sus opositores y simultáneamente neutralizar la posibilidad de que EE.UU. lo sancione económica, política o militarmente.
Bolivia y Ecuador, también visualizaron que Unasur y su Consejo de Defensa podría protegerlos de eventuales acciones desestabilizadoras.
Perú, por su parte, ingresó a Unasur en busca de un reaseguro dentro del contencioso que levantó contra Chile en su intento de revisión de la frontera marítima entre ambos países.
Hasta aquí, Unasur ha satisfecho las respectivas expectativas de sus miembros y ha proporcionado un foro en el cual se ha avanzado en medidas de confianza mutua, coordinación operativa y espacio de contacto y conocimiento entre las FFAA regionales. En la medida que la situación política regional ha ido evolucionando, algunas de las razones que motivaron a algunos países a ingresar, han ido quedando obsoletas, pero Unasur no morirá mientras le preste un servicio útil a Brasil en su plan de hegemonía regional y en ese sentido, Chile haría mal en abandonar la organización y entrar en una situación de antagonismo que no lo favorece en ningún sentido. El aspecto negativo es que el proyecto hegemónico brasileño requiere la incorporación de todos los estados sudamericanos, sin excepción, y dentro de un esquema de políticas económicas funcionales a sus intereses. En todo caso, diferentes y en contradicción con las políticas de mercado adoptadas por Chile, Perú, Colombia y México, por nombrar solo los estado más grandes, todos ellos ribereños del Océano Pacífico.
El 14 de octubre, en el Economic Club of New York, la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton anunció: “El centro de gravedad económico y estratégico del mundo está girando hacia el Este” y esta declaración se confirmó con la presencia de Barack Obama en la recién concluida reunión de ATP en Hawai.
Los 4 miembros fundadores de ATP son Brunei, Nueva Zelanda, Singapur y Chile, los 5 nuevos miembros son Australia, Estados Unidos, Malasia, Viet Nam y Perú. De estos 9 miembros, varios a su vez están asociados en una organización regional el Consejo Económico de Países de Asia Pacífico – APEC -, lo que les proporciona una capacidad de coordinación política y de seguridad de la cual carecen los de nuestra región, y es aquí donde aparece el “Arco del Pacífico” que vendría a conformar la organización regional del Pacífico americano como “espejo” de APEC.
El Arco del Pacífico Latinoamericano con Chile, Perú, Colombia y México, constituye básicamente un espacio informal de alto nivel para la identificación de acciones conjuntas dirigidas a intensificar y fortalecer los vínculos económico-comerciales y de cooperación entre ellos; una plataforma de proyección coordinada hacia el Asia Pacífico y un espacio para formar consensos incorporando a los sectores privados (académicos y empresarios) de la Cuenca del Pacífico latinoamericano, en particular aquellas relativas a la generación de sinergias en materia de comercio, inversiones infraestructura portuaria y logística del transporte y mejora de la competitividad.
Como puede apreciarse, si bien Unasur y ATP son organizaciones con fines y procedimientos diferentes, se topan en el punto en que Brasil no acepta de buen grado la existencia de un grupo sudamericano que actúe política, económica y comercialmente por su cuenta y más aun, aplicando políticas económicas que de hecho difieren sustancialmente de las que ellos promueven.