Esta columna es políticamente incorrecta; recuerda verdades desagradables que se han escamoteado de la vista del público; revisa prejuicios y odios que unen a marxistas y cristianos contra los militares chilenos y recuerda las traiciones entre los partidos políticos conjurados, en fin esto es algo que no debería ser escrito sino mantenido en los recovecos de la desmemoria selectiva de la clase política de Chile.
Esto es Historia, Historia verdadera, Historia duradera.
El
Sargento de Carabineros Sr. Leonidas Bustos murió de neumonía no tratada, a los
87 años de edad, prisionero en Punta Peuco, lugar al que fue arrastrado por la
Justicia Chilena, desde la modesta casita en que vivía, gravemente enfermo, al
cuidado de sus hijos, para ser encarcelado y muerto.
¿Por
qué este odio?.
Es
por una sucesión de hechos políticos desencadenados por los partidos políticos
de la izquierda y de derecha que involucraron a los militares chilenos a partir
de 1970, contra su voluntad y haciendo uso de todo tipo presiones. Y que
resolvieron en negociaciones entre ellos una vez que pudieron hacerse de nuevo
del poder.
Brevemente:
la izquierda – Allende- ganó la presidencia por un modesto tercio de los votos
y pretendió hacer una revolución como la de Chávez. Llevaron al país a la ruina
económica y el caos político. Cuando el desastre fue evidente trataron de hacer
un golpe de estado con trabajadores ingenuos al mando de políticos
irresponsables del PS (Altamirano, Garretón y otros). El gobierno de Allende
aterrorizado obligó a los Altos Mandos de las FFAA a asumir los ministerios mas
críticos para que salvaran su gobierno. La DC y la derecha aplaudieron.
El
PS precipitó la crisis con el provocativo discurso de Carlos Altamirano del 9
de septiembre de 1973 declarando la guerra a las FFAA y a Chile.
Llegó
la crisis. Todos arrancaron, los socialistas principales responsables, mas
rápido que nadie; Allende se suicidó, Altamirano arrancó a perderse, el PC abandonado
por el PS debió arreglárselas solo. Los trabajadores que se habían creído el
cuento de la revolución buscaron las armas y no las encontraron, a los jefes
tampoco.
Los
exilios fueron por clases (mal que mal los marxistas son expertos en lucha de
clases) los mas elegantes a Italia y Francia; los mas modestos a Yugoslavia y
otros países del Europa del Este. Los comunistas fueron a Alemania Oriental,
donde fueron divididos –de nuevo- según clases, los mas altos a universidades y
centros de estudios, los mas modestos a fábricas de pernos y tuercas.
Se
inició “la resistencia”. Según la pluma de un autor comunista: “tanto en el
plano interno como externo, el PCCh durante los primeros años de la dictadura,
emitió constantes declaraciones y manifiestos llamando a la ‘unidad
antifascista’, es decir, la unión de todas las agrupaciones democráticas en
contra la dictadura. Especialmente se buscaba lograr un actuar conjunto con la
Democracia Cristiana”.
La
habitual tibieza de los demócrata cristianos dejó esta propuesta sin respuesta,
por lo demás aun esperaban que la Junta Militar les entregara el gobierno a
ellos, a Frei en concreto.
El
3 de septiembre de 1980, a través de un discurso transmitido por Radio Moscú,
Luis Corvalán anunció a Chile y al mundo, que el PCCh iniciaba la guerra contra
el Gobierno Militar.
Un
prócer comunista escribe:
“Se
debe partir afirmando que el FPMR fue una estructura paramilitar del Partido
Comunista chileno. En tanto como iniciativa política y fuerza práctica, fue uno
de los elementos que constituyeron la Política de Rebelión Popular de Masas
(PRPM), impulsada por los comunistas, que se había iniciado con el reingreso de
dirigentes desde el exterior encabezados por Gladys Marín desde febrero de
1978”.
“Así,
el contexto social y político de las
protestas, permitirá el desarrollo, masificación y legitimación de diversas
formas de luchas, incluida la lucha armada y las expresiones de violencia
política popular, incorporando de esta forma, nuevas prácticas y concepciones
de lucha a los tradicionales repertorios del movimiento popular”.
“En
este escenario, las acciones armadas en contra de la dictadura como ataques a
cuarteles militares y policiales, los sabotajes, voladuras de torres y líneas
férreas, ajusticiamientos a miembros de los cuerpos de seguridad, secuestros,
recuperaciones (robo) de dinero, armas y comida; los copamientos territoriales,
las emboscadas y las propagandas armadas, así como las actividades milicianas
relacionadas con la autodefensa de masas, se incrementaron e intensificaron
notablemente, por lo menos hasta fines de la dictadura”.
La
pretensión de inefable Sr. Rettig de establecer que en Chile no hubo guerra es
solo una expresión mas del uso impúdico del lenguaje jurídico -que choca de
frente con la confesión de los comunistas-
para hacer política sin decencia.
En
abril de 1979 se hizo oficial el quiebre del Partido Socialista en dos
corrientes, una encabezada por Carlos Altamirano (los después llamados
‘renovados’) y la otra por Clodomiro Almeyda. Ganaron los socialistas renovados
y otros tránsfugas que, asociados con la Democracia Cristiana, optaron por una
salida consensuada y negociada con el Gobierno Militar, dejando a los
Comunistas fuera del futuro gobierno, luchando solos. Una vez mas el PC fue
vencido por los organismos de seguridad de Chile, se rindieron y plegaron sus
banderas en completa derrota.
Aquí
comienza la maniobra de la Democracia Cristiana que encabezó el movimiento
político para hacerse del poder, engañar a los militares, emboscarlos y
traicionarlos.
La
idea la explica Edgardo Boeninguer, cerebro de la estratagema: “hubo acuerdo en
estimar que el mero hecho de asumir la presidencia .. generaría una situación
que nueva y distinta por si misma constituiría un cambio de la estructura de
poder y desencadenaría un proceso acumulativo que produciría sucesivas alteraciones
en la correlación de fuerzas políticas a favor de la coalición gobernante”.
“La
primera tarea de la transición era lograr el completo y total retorno de las
FFAA a sus cuarteles”.
“El
objetivo primario se logró con mayor facilidad y prontitud de lo esperado. Se
impuso (entre los militares) la tradición de dependencia y el respeto por la
figura del presidente de la República, el constitucionalismo militar y su
estricto apego a las jerarquías”.
La
investigación y condena de los delitos contra los Derechos Humanos se apoyó “en
la viga maestra – creación personal del
Presidente Aylwin” – que se concretaría en las Leyes Cumplido que dejaron a las
FFAA privadas de las garantía procesales comunes para los chilenos y sujetos a
procedimientos ad – hoc y “por último, la Comisión Rettig fue complementada por
una intensa presión política y de los juristas del mundo de la
Concertación que hizo suya el
Presidente, en el sentido que la Ley de Amnistía no impedía la investigación de
los delito”. … y la puñalada final de Aylwin: “Una carta formal del Presidente
a la Corte Suprema invocando esta tesis jurídica dio lugar a que fuera conocida
como la doctrina Aylwin, la que con el tiempo, ejerció considerable influencia
sobre los tribunales, … En los años siguientes el criterio judicial sobre la
materia fue oscilando, en alguna medida en función de las sensibilidades
políticas al respecto”.
En
breve, el apego a valores que los militares consideran virtudes ciudadanas como
el respeto al Presidente, a la Constitución y a las Jerarquías fue la debilidad
que abrió paso a abusos crecientes que concluyeron en su humillación,
encarcelamiento y discriminación.
Los
políticos vencieron a los militares, los envolvieron en su palabrería y
leguleyadas y abusaron de su buena fe. Un caso patético es el del general
Cheyre.
La
primera esperanza de justicia por parte de los militares la constituyó el
Gobierno de Sebastián Piñera, que desconociendo promesas exigidas por escrito –
su credibilidad ya era escuálida- cerró el Penal Cordillera en medio de un
despliegue periodístico-publicitario, inventó la categoría de los “cómplices
pasivos” para ganar la superioridad moral sobre sus socios de la UDI e
incumplió por completo sus compromisos de honor, y luego la segunda presidencia
de la misma persona, en que los militares en retiro y sus relaciones votaron
por él luego de tenerlo en vilo hasta la segunda vuelta electoral, solo para
ser traicionados nuevamente.
Este
es el escenario en que el Sargento de Carabineros Sr. Leonidas Bustos tuvo que
actuar, en que fue juzgado, condenado y escarnecido.
Juzgue
usted hasta donde puede ser responsable o culpable. Le pido que considere como
es posible que los líderes que crearon el conflicto, lo alimentaron, se
beneficiaron de él y lo resolvieron negociando entre ellos no paguen nada y se
sitúen como observadores, jueces y verdugos.
Ni perdón ni olvido.
Escrita el año 2018, se re-publica a pedido de algunos lectores.