Las relaciones entre Chile y Bolivia han sido una fuente constante de frustraciones. Olvidando que las relaciones entre estados son relaciones de poder, en Chile existen personas que se dejan llevar por sus preferencias ideológicas o por sus sentimientos y emociones.
En estos asuntos son los intereses nacionales los parámetros que rigen la toma de decisiones. Reconozcamos que identificar los intereses nacionales no es tarea fácil, pero podemos resumir que en general están representados por la obtención de poder y riqueza, y moderados por la necesidad de estabilidad y respeto a valores y principios. Hoy también es necesario incluir a la comunidad internacional, sus organizaciones y reglas, entre las cuales el respeto al derecho internacional es clave.
Álvaro García Linera, Vicepresidente de Bolivia, -en obvia representación de su gobierno-, ha vuelto a maldecir a Chile y agredirlo verbalmente. No es novedoso, no es mayormente grave, pero es indicativo de que el asunto no se está manejando bien.
No creo que valga la pena hacer otro recuento de las innumerables vicisitudes de nuestra mala relación con Bolivia sino más bien concentrar el esfuerzo en tratar de clarificar la situación actual e identificar una estrategia de salida viable y útil para todas las partes. Cuando el pleito levantado por Perú en La Haya parece llegar a su fin, se abre la posibilidad de una mirada fresca a la complicada relación entre Chile, Perú y Bolivia. Si seguimos haciendo lo mismo, no esperemos resultados diferentes.
- Los factores más relevantes que afectan la situación parecen ser:
1.- Bolivia no tiene ningún derecho que reclamar; lo que pide es una concesión: en efecto, sus derechos “espectaticios” no tienen asidero alguno. El que compra un número de la Lotería “tiene el derecho” a esperar ganarse el premio mayor, pero “no tiene derecho” a exigir que solo por eso se le entregue dicho premio. Es un error creer que basta desear algo intensamente para que se le deba conceder. Los límites existentes entre ambos países están determinados por un tratado libremente aceptado y ejecutoriado. Dado que Bolivia cree que tiene derechos en el territorio chileno, la única vía razonable para reclamarlos es presentando sus demandas ante un tribunal competente donde Chile deba o quiera ir y luego ganar esa demanda, lo demás es inútil. Pero, ese camino es complicado, hace muchas decadas ya fracasó ante la Liga de las Naciones y todo indica que nuevamente fracasará. Por eso no lo han hecho de nuevo.
2.- Otra opción es intentar forzar a Chile a acceder a sus peticiones bajo presión internacional. Esta es una opción poco viable, el panorama internacional es demasiado complejo como para conseguir que un grupo de países comprometan sus propios intereses en apoyo a Bolivia y lo máximo que podría obtener con una maniobra de ese tipo sería una “recomendación” para que Chile y Bolivia conversen sobre el tema, iniciando una nueva ronda de conversaciones que llevarán a nuevas frustraciones. Es decir nada nuevo, nada decisivo. Es necesario que Bolivia asuma que no tiene el poder suficiente para doblegarnos. Por lo demás ya deberían saber que con buenas maneras Chile es mucho mas magnánimo que cuando se intenta la fuerza o las amenazas.Precisamente un error asi fue el que precipitó la Guerra del Pacífico
3.- Ahondando en las presiones sobre Chile; hay que destacar que este es un reclamo que afecta no solo a Chile, sino también a Perú en virtud del artículo 1º del Protocolo Complementario del Tratado de 1929 es decir, previo a cualquier concesión a Bolivia, debe haber un acuerdo entre ambos países.
Chile no puede actuar por si y ante si. Ahí está el proceso “Charaña” que no llegó a nada sino a complicar aún más las cosas. La sociedad peruana actual abomina de una cuña entre ambos países que la aleje de los territorios perdidos en su guerra con Chile; lo seguirá haciendo hasta cuando llegue a la convicción que han dejado de ser importantes para su futuro, y eso solo ocurrirá cuando ellos y nosotros hallamos comprobado que juntos valemos más que separados.
Nadie puede asegurar que este proceso de maduración terminará exitosamente y desgraciadamente podría ser que en pocos o muchos años más, después que nos hayamos destrozado en una nueva guerra, nos riamos de la ingenuidad de este análisis, pero tampoco podemos dejar de intentarlo.
4.- Cuando Bolivia habla de “negociaciones” su comportamiento está diciendo algo distinto. Bolivia “exige” que se le dé todo lo que quiere, en la forma en que lo quiere y ¡ahora!.
Eso no es negociar, es imponer y para eso se necesita un poder que Bolivia no tiene. De aquí parte el problema básico; Bolivia no puede imponer nada, que lo asuman de una vez, de otra forma, seguiremos con problemas básicos de entendimiento.
Actualmente no presenta una petición para que sea analizada y pueda recibir una aceptación; una negativa o una propuesta alternativa, exige y pone condiciones. Un ejemplo es el caso del puerto en el “corredor” adyacente al límite con Perú: después de rechazar la oferta chilena de intercambio de territorios encargó un estudio respecto a la construcción de un puerto al norte de Arica, entre ese puerto chileno y el Hito N° 1 de la frontera con Perú. El informe determinó que en esas playas era técnica y comercialmente viable un puerto granelero autosustentable, adecuado a las necesidades del comercio exterior de Bolivia. El informe fue rechazo por Bolivia, no quería un puerto granelero, quería un “puerto político”; grande y vistoso aunque fuera económica y técnicamente inviable. No querían un terminal marítimo, querían una compensación a las humillaciones del pasado, las miserias del presente y las incertidumbres del futuro. Escaparon hacia adelante: a sus exigencias añadieron entonces una nueva condición que establecieron como parte sine qua non de cualquier diálogo al respecto: que el espacio costero que Chile le debe dar tiene que ser “útil” es decir hidrográficamente adecuado para hacer un gran puerto a la medida de los traumas bolivianos.
5.- Pensar en un “enclave soberano” de Bolivia en territorio chileno es una petición inaceptable. Más aun si se quiere que tenga acceso, también soberano, hacia su territorio. Ningún país del mundo haría semejante concesión. La experiencia historica ha demostrado que los Danzig, los Jerusalén o los Pakistanes Orientales no solo no funcionan, sino que sus fracasos son sangrientos y dramáticos. En esta línea hay que recodar que el territorio nacional pertenece a la Nación, no al Gobierno, éste solo lo administra, y no puede comprometerlo sin consultárselo.
6.- Los gobiernos Bolivianos exigen respeto a las sensibilidades de sus ciudadanos: ¿y qué hay de las sensibilidades de las opiniones públicas chilena y peruana?. Ningún gobierno puede asumir compromisos que comprometan su soberanía sin el apoyo de sus ciudadanos. Bolivia lo entiende respecto de si misma, -como que rechazó la propuesta del Gobierno del Presidente Pinochet-, pero no se da por enterada de las sensibilidades de peruanos y chilenos. Esto se confirma cuando, como ahora lo hace el Vicepresidente García Linera, insulta, ofende y descalifica pública e internacionalmente al gobierno y pueblo de Chile. Peor aun, cuando en Chile existe una corriente minoritaria pero real de personas que quisieran acceder a las solicitudes bolivianas, estas ofensas en vez de fortalecer esas tendencias, las debilitan y degradan, en una clara demostración de que los gobiernos bolivianos, con sus rabietas pueriles, solo se miran a sí mismos y a sus “exigencias” y desprecian los límites políticos y emocionales de sus contrapartes.
Está de moda que los débiles tengan más derechos que los fuertes. Pero las cosas tienen límites.
- Bases para un nuevo escenario de conversaciones:
1.- Bolivia no puede pretender prolongar la extraña situación de negociar con Chile y no tener relaciones diplomáticas. Se puede entender que Chile debe conversar con Bolivia para dar cumplimiento a las obligaciones acordadas en el Tratado de 1904, haya o no relaciones diplomáticas, pero no más. No es aceptable discutir otros temas sin tener una relación formal entre países. Este es un asunto que no puede continuar como está actualmente.
2.- Chile no puede, en virtud del Tratado de 1929, establecer ninguna negociación ni conversación respecto a los territorios que en el pasado fueron parte del Perú sin su previo conocimiento y acuerdo. No hacerlo es caer en lo mismo que criticamos a Bolivia: hacer peticiones o propuestas autocentradas y muy probablemente incumplibles. Sería desconocer las sensibilidades peruanas y las posibilidades políticas de sus gobiernos, tan válidas y perentorias como las nuestras. La forma y fondo del cumplimiento de los compromisos mutuos derivados del Tratado de 1904 es un asunto bilateral entre Chile y Bolivia, no así cualquiera otra materia que se aparte de él o que pretenda modificarlo, ya que involucra a Perú en virtud de los Tratados de 1883 y 1929. El circuito natural, honesto y factible para manejar las peticiones bolivianas, diferentes a los compromisos establecidos en dicho tratado, es su presentación a Perú y a Chile y la discusión y acuerdo previo exclusivamente entre esos países, que informarán luego sus decisiones a Bolivia. Chile, nunca más debería aceptar o adelantar ninguna propuesta que afecte a esos territorios sin la previa aprobación peruana. Es Bolivia la que tiene que interesar a Chile y Perú, no al revés. Y recordemos que para Perú es difícil aceptar una salida boliviana al Pacifico por territorios que fueron propios y que perdieron en virtud de una guerra a la que entraron para defender a Bolivia y en la que después de la Batalla de Tacna quedaron solos.
3.- Las tres partes, en especial Bolivia, deben entender y aceptar que ha corrido demasiada agua bajo los puentes de los tres países para que este incordio se resuelva mediante un acuerdo instantáneo en que un grupo de negociadores dibuja líneas sobre un mapa y escribe un protocolo legal. Se trata de un proceso político y social en el cual se deben construir confianzas, crear costumbres, aceptar la creación de nuevas condiciones, educar a generaciones y sobre todo, convencer a los respectivos pueblos de que los cambios que se hagan el estatus quo serán positivos y no vendrán a conformar una nueva situación de crisis probablemente peor que la existente actualmente. Como todos los procesos, deberá ser gradual, incremental, sin plazos perentorios, flexible.
4.- Un proceso de este tipo comenzará por acuerdos comerciales, administrativos, concesiones a privados y avanzará hacia la participación del estado boliviano hasta eventualmente concluir con elementos de soberanía relativa aceptables tanto para Chile como para Perú, en un ambiente cultural muy diferente al existente actualmente luego que sucesivos gobiernos bolivianos hayan dado pruebas de su responsabilidad y capacidad para manejar las facilidades que se les otorguen. El potenciamiento de un polo de desarrollo económico y cultural en la zona de contacto entre los tres países es un motor potente para comenzar a trabajar juntos en el traslado del eje de los intereses de las tres naciones desde la geopolítica al desarrollo.
A este respecto es claro que las instalaciones y facilidades portuarias a que Bolivia podría aspirar administrar serán solo las suficientes para resolver sus necesidades de comercio exterior y que no puede pretender construir un megapuerto soberano en el Pacífico Sur; deberá probar que esas facilidades no se transformarán en un centro de distribución de cocaína hacia Chile, Perú y el mundo; que no se transformará en el centro receptor de bienes robados en los países vecinos ni en una fuente de contaminación, delincuencia y depredación. Bolivia es el segundo mayor productor de coca y sus derivados en todo el mundo. Entregarle un puerto no es sólo un acto político.
La línea de negociaciones actualmente practicada por nuestro país es la de las tratativas “semi secretas” entre personeros de gobierno de Chile y Bolivia que, a partir de las exigencias bolivianas trata de encontrarles una solución. ¿Es razonable creer que un acuerdo como ese será validado por la opinión pública chilena y que luego será aceptado por el gobierno de Perú y validado por su opinión pública?.
Es una utopía; es invitar al desastre y a nuevas frustraciones. ¿Qué vamos a hacer si un enclave así negociado se transforma en un lunar de corrupción y delincuencia inmanejable?. O se usa para fines que ahora no podemos imaginar. Si la débil institucionalidad boliviana impide a sus gobiernos ejercer el normal funcionamiento estatal en su propio territorio ¿por qué lo haría mejor en este apéndice extraterritorial?
En breve. Chile no puede ofrecer ni otorgar por si mismo aquello que requiere de la aquiescencia de una tercera parte: Perú. Chile y Perú deben concordar “antes” de ofrecer algo a Bolivia o lo más razonable, que Bolivia proponga a ambos países alternativas convenientes para los tres. No hacerlo así es emponzoñar la relación entre ambos países introduciendo una sospecha constante sobre la lealtad e intenciones de la otra parte. Bolivia debe entender que al no tener derechos, debe ganarse la confianza y buena voluntad de sus vecinos y reforzar el capital de generosidad y buena voluntad de esos pueblos, más que provocarlos con insultos y amenazas constantes. Bolivia tiene que demostrar que las concesiones que se le hagan no se trasformarán en fuente de problemas y conflictos que hoy no existen y tiene que comportarse de forma madura entendiendo que su problema no es compartido- más allá de la retórica – por los demás países de la región y menos aún, del mundo.
El término del contencioso levantado por Perú contra Chile puede abrir la posibilidad de comenzar una nueva relación entre ambos países. Nada garantiza que vaya a ser exitosa, pero es una posibilidad que sería poco inteligente desahuciar sin antes intentarla con honestidad y decisión y su comienzo imprescindible es clarificar una política común frente al incordio boliviano.
Este es un ladrillo fundamental para construir la Alianza del Pacífico.