Archivo de la categoría: Colombia

GUERRA EN LA REGIÓN

Durante el siglo XX la relativa ausencia de conflictos armados en Sudamérica nos lleva a no considerar seriamente los acontecimientos que pueden ir conformando amenazas a la paz internacional. Los conflictos y choques de intereses entre países, se han referido principalmente a reclamos territoriales marginales o conflictos por delimitación limítrofe y hasta ahora han tenido mayormente solución política o jurídica.

En la década de los sesenta y setenta aparecieron fuerzas ideológicas marxistas que crearon y trataron de dinamizar conflictos armados que se iniciaban en un país y aspiraban a internacionalizarse, que no lograron adquirir la magnitud y fuerza suficiente para consolidarse. Crearon organizaciones transnacionales destinadas al efecto, como la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), -cuyo primer líder fue Salvador Allende- y luego diversas organizaciones que coordinaron las actividades políticas y militares de los diferentes grupos nacionales y transnacionales. La respuesta de los gobiernos fue crear un mecanismos de coordinación entre los países afectados (en el Cono Sur, la “Operación Cóndor”). Los gobiernos enfrentaron estas agresiones a nivel nacional y fueron resueltas exitosamente con los recursos militares, policiales y de inteligencia de cada país. No derivaron en guerras transnacionales como lo esperaban sus promotores.

En la actualidad, el conflicto internacional surge desde otro ángulo: populismo autoritario, miseria y hambre, tráfico de drogas, corrupción y control de las FFAA por parte de gobiernos antidemocráticos.

Recordemos que la guerra interna en Colombia se prolongó por setenta o mas años y transitó por diferentes actores. En un principio se la denominó bandolerismo y se atribuyó su existencia a la debilidad del Estado, a la existencia de grandes espacios nacionales ausentes de presencia estatal y al surgimiento de anarquía asociada a actividades comerciales, mineras e industriales (explotación del caucho) ilegales.
Posteriormente esta actividad armada se incorporó a los movimientos marxistas que se inscribían en la versión castro – comunista de la guerrilla en Sudamérica. Se extendió a Venezuela y se presentó en la forma de guerrilla urbana y rural también en Argentina, Brasil, Chile y otros países.

Las últimas fuerzas armadas irregulares existentes son las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se encuentran en disolución. Su asociación con la fabricación y tráfico de cocaína, el derrumbe de la URRS, la decadencia terminal del castrismo y la eficaz acción de las FFAA de Colombia bajo el liderazgo de su presidente Álvaro Uribe las golpearon repetidamente, las desmoralizaron y las forzaron a rendirse.

A fines del 2005 Chávez autorizó la operación abierta de las FARC en Venezuela y apoyó el tráfico drogas por su territorio en connivencia con mandos militares venezolanos bajo el control del general Henry Rangel Silva Jefe de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP).
Esta asociación con el narcotráfico, en vez de impulsar al movimiento guerrillero colombiano a llegar al poder –como esperaba Chávez- terminó potenciando al narcotráfico que se apoderó del Estado en Venezuela. Esta parte de las FARC sigue existiendo después de su derrota en Colombia y continúa en el negocio en conjunto con el gobierno chavista de Maduro.
Desde entonces, los líderes chavistas de más alto nivel comenzaron a estar más interesados en el éxito de estas operaciones de narcotráfico que en gobernar o administrar la economía. Un ejemplo es el vicepresidente venezolano Tareck El Aissami cuya fortuna proveniente del narcotráfico excede los US $3.000 millones.

Dentro de esta mezcolanza de ideología, populismo, nacionalismo, corrupción, narcotráfico, FFAA “populares” y brutales organizaciones de inteligencia local y cubana, el pueblo venezolano sufre hambre, temor y violencia. La emigración masiva comenzó con la clase alta, ya llegó a las clases media y baja, el 30% de los venezolanos tiene planes para emigrar (500.000 a Chile); a la fecha, largo mas de 1 millón de personas ya lo ha hecho.
La inflación en lo que va corrido de 2018 es de 897%, entre abril de 2017 y 2018 alcanzó a 13.799%. Este es el quinto año de recesión continuada.

El 70% de los venezolanos tiene hambre y ha bajado de peso. Los saqueadores de tiendas proliferan y argumentan tener “desesperación y rabia”. El 10,8% de la población sufre desnutrición de moderada a alta.
Según el último embajador del Gobierno de Bachelet en Caracas -Pedro Felipe Ramírez- “esta situación lleva a brotes profundos de inestabilidad”, otros personeros menos entusiastas por el chavismo, dicen que la situación es insoportable. Este caos necesitará años, mucho trabajo y sacrificio para superarse.
Así las cosas, es razonable preguntarse como va a terminar este desastre.
Es evidente que la oposición está agotada, desprestigiada y carente de fuerzas para luchar contra Maduro y su máquina de mentir y oprimir.
Las FFAA –con seguridad sus mandos superiores- están involucrados en la corrupción administrativa, el tráfico de drogas, la represión violenta, y su futuro económico y vital, personal y familiar está ligado a la permanencia de Maduro en el poder y a su control sobre de las FFAA.
Los rangos militares mas bajos fueron conscientizados en el chavismo y el nacionalismo mas básico y primario y la presencia de la inteligencia cubana los tiene bajo control estricto. Los muy escasos atisbos de rebelión han terminado rápidamente en la cárcel y sus autores ha sido eliminados del servicio y enviados a la miseria personal y familiar.
Lo que eventualmente podría suceder es el quiebre entre los estamentos militares superiores y los inferiores y el consiguiente comienzo de la guerra civil.

Los miembros del gobierno y la clase política asociada tienen destino unido a la permanencia de Maduro. Saben que entregar el poder significa la infamia, la pobreza y la muerte. Lucharán hasta el final.
Los renegados de las FARC, ahora al servicio de Maduro, incrementarán su valor para mantener el flujo de droga y como fuerzas terroristas de confianza de la nomenclatura chavista.

La situación en la frontera entre Venezuela y Colombia solo tenderá a empeorar a medida que lleguen mas y mas refugiados y la represión y criminalidad -ya existente- se incremente exponencialmente. El gobierno de Colombia se verá involucrado –ineludiblemente- sea por acusaciones falsas o por hechos de violencia en la zona a ambos lados de la frontera que no pueda controlar.

El pueblo, antes de morir de hambre se rebelará. Y lo hará en forma incontenible y fuera de control. Los que se pongan al frente serán arrollados. La anarquía será potenciada por los miles y miles de armas que el Chavismo puso en poder de los grupos paramilitares, pero que ya no controla.

Intervención extranjera. ¿EEUU? sería echarle bencina al fuego; ¿Brasil?, está ahogándose en sus propios problemas; ¿Argentina o Chile?, olvídense, los militares ya aprendieron.

Parece que la salida mas probable será un conflicto de baja intensidad, gran violencia y larga duración en la frontera entre Colombia y Venezuela.
El dinero lo pondrá EEUU, pero ¿quién pondrá los muertos?.

BACHELET Y LA PAZ EN COLOMBIA

En representación de lo que queda de nuestro país, Bachelet concurrió a Colombia para unirse a la celebración de la firma del cese de la guerra entre sucesivos gobiernos de ese país y la guerrilla de las FARC.

La prensa nos informa de su idea respecto a lo que se celebra: “Consultada por la experiencia de Chile luego del régimen militar y de cómo nuestro proceso de reconciliación podía ser útil para el pueblo colombiano, la jefa de Estado sostuvo que «creo que es importante saber que reconciliación no es sinónimo de olvido. Por el contrario, justamente, para que nunca más se repita este tipo de cosas, la memoria es fundamental”.

Interesante respuesta. En la celebración de la firma del cese de la guerra, ella se une a los que quieren una “reconciliación” que impida la destrucción de los terroristas pero recordando para siempre lo que hicieron “los malos”, “para que nunca mas repita ese tipo de cosas”.

Lo que Bachelet aplaude es el cese de la guerra es decir, que las FFAA de Colombia no sigan infringiendo castigo a unas FARC derrotadas y que estas trasladen la lucha desde el combate armado a otro político, donde encontrarán una nueva oportunidad para intentar imponer su régimen totalitario, para lo cual es necesario que, simultáneamente, se mantengan vivas las razones, argumentos y justificaciones de la guerra que esgrimieron y seguirán empleando los derrotados.

¿Qué tipo de cosas son las que no deben repetirse jamás?

¿El intento de imposición de un régimen marxista por la fuerza o la rebelión de los demócratas, encabezados por las FFAA, para impedirlo ?

En Chile el gobierno de Allende, abusando de su autoridad, intentó incorporar institucionalmente a las FFAA a su gobierno cooptando a sus altos mandos con la complicidad de Prats. Fracasó en el intento.

Simultáneamente, mediante los grupos de extrema izquierda que operaban al alero de Castro, trabajó en su división y subversión. Tampoco lo logró, volviendo a fracasar en volcar “la correlación de fuerzas” a su favor.

Los sectores democráticos empujaron y justificaron la intervención de las FFAA para deponer a Allende pero sin asumir la responsabilidad: la cobardía característica de la derecha comenzaba a mostrar su cara repugnante.

Luego vino el intento de levantamiento armado del Partido Comunista apoyado por la URRS, Alemania Comunista, Cuba y los eternos compañeros de ruta europeos. Fracasaron nuevamente; el intento de asesinato de Pinochet fue un fiasco; su armamento fue capturado en Carrizal Bajo y sus cuadros entrenados en esos países fueron cayendo a medida que ingresaban a Chile.

Derrotados, aceptaron la negociación política, pero al igual que en Colombia, engañaron a todos con una “reconciliación” funcional a sus intereses circunstanciales e impusieron una “memoria” eterna para continuar la lucha.

Y así estamos; los militares encarcelados, difamados y perseguidos; los “guerrilleros” amnistiados y subvencionados; la izquierda «renovada» abusando del poder y la derecha forrada y feliz.

Pobre Colombia, está al comienzo de un camino similar, Dios quiera que me equivoque, pero es mas que probable que prontamente aparezca un Aylwin cualquiera que desconozca el acuerdo; una derecha que se una al lucro al amparo estatal y que se fortalezca la misma izquierda odiosa que en Chile proclama “NI PERDÓN NI OLVIDO” al amparo de la sonrisa maternal de Bachelet y la cara de bagre de su señora madre … para volver a intentar un nuevo asalto totalitario al poder.

La continuación de la lucha hasta la destrucción total de las FARC; la ejecución de sus líderes; el encarcelamiento prolongado de sus cabecillas y la mas fuerte sanción para los ayudistas y compañeros de ruta habría sido una solución mas duradera … para que nunca más se repita ese tipo de cosas.

 

SUDAMÉRICA A PARTIR DE LA CAIDA DE LOS BOLIVARIANOS

La salida y posterior disolución del kirchnerismo en Argentina; la agonía Venezolana en manos de la pandilla chavista – militar; la farandulización del régimen incivil de Evo Morales, a la que se suma la crisis brasileña con  juicios por corrupción, obstrucción a la justicia y enojo ciudadano, no dejan lugar a dudas que el chavismo bolivariano ha muerto asesinado por sus propios líderes.

Poco queda ya del Foro de Sao Paulo y de sus promesas de expandir la solidaridad y generosidad de la izquierda por el Continente. La naturaleza humana pudo mas y todos los líderes del proyecto están seriamente amenazados en su punto mas vulnerable: la honestidad.

Néstor y Cristina; Chávez y Maduro; Evo y García Linera; Lula y Rousseff son los sepultureros de la izquierda sudamericana que, tras la caída del muro de Berlín, trataron de rearmarse a partir del Foro de Sao Paulo. La idea, sin embargo, fracasó

La rendición de los Castro ante Obama marcó el comienzo del fin y la tragicomedia brasileña, su final.

¿Qué tenemos?. ¿Cuáles son los parámetros para la distribución de poder dentro de los cuales se reordenará el paisaje político regional?.

La crisis brasileña marca el fin de una época en ese país. La política de nacionalismo económico, de sacrificio de la gente en beneficio del poder del estado, acompañada de corrupción y alianza entre los que ejercen el gobierno, -de derecha e izquierda-, para distribuirse los recursos fiscales mediante la asignación de contratos tramposos, aranceles proteccionistas y proyectos de “prestigio” que solo benefician a ellos mismos, ya no da para mas.

El camino de transformación económica -limitado y débil- que emprendiera Fernando Henrique Cardozo, fue abandonado justo en el momento en que las condiciones del comercio exterior permitían -como nunca- consolidarlo para salir adelante; Lula con su Partido de los Trabajadores prefirieron el populismo y el espectáculo. El momento pasó y solo queda la pena por la oportunidad perdida y la consciencia de que vienen tiempos duros.

La crisis brasileña, tomada como eje de análisis, resume los procesos que se están desarrollando en la región:

Un líder carismático llega al Poder prometiendo reformas estructurales de la mano de una política económica inviable. El boom de los commodities le da flujo de caja durante un periodo mas o menos extenso, que engaña a muchos respecto a la factibilidad final del proyecto … pero, cruel como solo la realidad puede ser, la caída de los precios de las materias primas produce el fin del sueño, el descubrimiento de la corrupción del líder y el colapso del proyecto en medio de la rechifla generalizada.

Las reverberaciones de la debacle interna brasileña están llegando a otros gobiernos de la región. La cultura del soborno y la alianza empresarios – estado para apoderarse de los recursos fiscales ya están afectando a Perú, Chile, Argentina, Venezuela y Bolivia. Estos procedimientos no fueron originales ni exclusivos de los empresario y del gobierno de Brasil, de hecho ya estaban en proceso en esos países, solo vinieron a darle impulso -y desvergüenza-. Esto continuará y agravará la inestabilidad. Ya es un hecho que la izquierda regional fue solidaria en sus manejos turbios. Repartieron dinero a destajo, asi como prebendas y beneficios. Pocos parecen haberse negado

Otro elemento es que a la proyección de la crisis interna brasileña ya mencionada, se suma la presencia de gobiernos asertivos en la defensa de sus intereses –como el de Colombia-; inciviles en su trato diplomático -como el de Bolivia-; indecisos en su rumbo como el de Chile; con conflictos internos o directamente en disolución como el de Venezuela y otros dispuestos a sacar ventaja de la situación, lo que potenciará una sensación de desorden e incluso de cierta anarquía regional.

Para finalizar, la proyección de la pugna ideológica interna en Brasil hacia los grupos, tendencias y partidos políticos afines de la región ampliarán el área de inestabilidad.

La crisis actual en Brasil puede ser breve o larga, hasta el momento pareciera que Lula intenta dar la pelea. Sus recursos de poder están seriamente debilitados pero aun existen. Rousseff al aceptarlo como “Ministro” abdicó en su beneficio y eso señala que los contendores tienen nombre: Lula, Aecio Neves y Fernando Henrique Cardoso.

El empresariado comprometido con la corrupción sistémica tendrá que camuflarse o desaparecer y otras organizaciones y empresas aparecerán en la escena, pero la clave es si insistirán en mantener el sistema de economía con alta injerencia estatal o se aventurarán en la globalización. Si van por el primer camino, la pobreza se mantendrá y la presión social crecerá hasta hacerse intolerable; si van hacia la libre mercado, tendrá que cambiar por completo su cultura y sus hábitos políticos y económicos, lo que no es nada fácil.

La política exterior de Brasil tendrá que diseñar un nuevo proyecto. Mercosur está muerto, Unasur es otro cadáver. El imperialismo “benévolo” no es aceptable para la región que en buena parte optó por pasarle por el lado y tanto el mercado como el eje de la política de poder mundial están en el Pacífico Occidental. Estos parámetros exigen un rediseño integral de su posicionamiento regional y global.

– ¿Cómo viene el futuro?

Habrá un realineamiento entre los grupos regionales. La actual división Alianza del Pacífico – Mercosur está obsoleta. La nueva división parece ser insistir en la Integración Regional o incorporarse a la estrategia de Regionalismo Abierto.

Un actor importante cuyas definiciones políticas y económicas impactarán con fuerza es Argentina. Hasta el momento parece avanzar en la dirección de la segunda alternativa.

Brasil podría también incorporarse en este grupo, pero supondría un esfuerzo muy grande y solo ocurriría en un lapso prolongado.

Colombia puede tomar un protagonismo insospechado con su gran economía y sus problemas internos en vía de solución.

México no se decide a donde ir, con sus conflictos internos y liderazgo dubitativo, puede que tome una decisión o que se mantenga en una posición oscilante entre Sudamérica y EEUU.

Chile ha perdido el rumbo, no tiene un proyecto de país ni de sociedad, sus consensos internos están deteriorados y las ideas que se creían ya superadas han vuelto a aparecer, repetidas como mantras por jóvenes que creen que están proponiendo algo original. Podría ser que se recupere y que siga jugando un rol indeciso entre su geografía y de las decisiones políticas tomadas en gobierno anteriores o que continúe retrocediendo hacia políticas del pasado, en cuyo caso mantendría una relación ambigua con uno y otro grupo.

En un nuevo escenario de Regionalismo Abierto, se conformaría una asociación de países con mercados libres y una alianza política en base a un conjunto de intereses y valores concordantes. En el escenario Integración Regional se conformaría un alianza política entre países con fuerte componente ideológica y un esquema económico regulado y semi cerrado. Posiblemente tendría un carácter antimperialista en un esquema parecido a un chavismo atenuado y tal vez menos ineficiente.

Lo único claro es que vienen cambios profundos en la forma que entendemos el poder y la economía en Sudamérica.

 

 

Integración regional: Brasil y su nuevo rol.

El mapa Estratégico Bolivariano describía a Sudamérica (Suramérica en la nueva parla) dividida en dos espacios: en el Atlántico los antiimperialistas, con Venezuela, Brasil, Bolivia y Argentina; y en el Pacífico los neoliberales, con Colombia, Perú, Chile y México. Esta división correspondía, por el lado económico a una visión nacionalista y socialista  contrapuesta a otra globalizada y de libre mercado. Por el lado político, una de izquierda revolucionaria y la otra liberal. La nueva «Suramérica» tuvo a Chávez como su mentor original quien, a poco andar, decidió que su proyecto pasaba por su ingreso y captura de Mercosur desde dentro.

El intento de Lula de tomar el liderazgo de la izquierda sudamericana -huérfana después de la caída del Muro y la decadencia de los Castro- a partir del Foro de Sao Paulo, creó la “feliz coincidencia” para facilitar esta unión de la “revolución bolivariana” con la “supremacía lógica y natural” de Brasil. La persistente ilusión brasileña de hegemonizar la región en su beneficio se soslayó mediante la declaración por parte de Chávez de Brasil como un “imperialismo benévolo”.

Mercosur, ahora suplantado por una nueva organización de carácter político, -la Unión de Naciones Suramericanas, (UNASUR)-, entró en una fase, puramente económica, de agonía, tratando de resolver los innumerables conflictos que se suscitaban en el comercio intra unión aduanera.

La Venezuela revolucionaria y el Chavismo se acabaron, primero por la muerte de su promotor y luego por la crisis económica terminal resultante de sus inepcias y desvaríos económicos.

Brasil está cayendo víctima de la corrupción del Partido de los Trabajadores y de sus líderes, Lula y Dilma Rousseff y del fallido intento de hacer política económica populista y de relumbrón, al calor de un momento económico circunstancial.

Argentina logró deshacerse de la pareja Kirchner, mas por los errores de Cristina que por méritos de la oposición. Macri ganó en forma ajustada, recibió una economía destrozada y una institucionalidad política, administrativa y judicial corrompida hasta el hueso y demolida sistemáticamente, pese a lo cual parece estar teniendo éxito en rehacer el país, levantar la economía y restablecer el crédito nacional en el exterior. Uno de sus objetivos declarados es llegar a establecer una economía de mercado, globalizada, privatizada y eficiente, es decir, similar a la que impera en los países de la Alianza del Pacífico, radicalmente diferente en su naturaleza a las que conformaron el Mercosur. Esta reinserción transita por potenciar su comercio con las economías del Pacífico Occidental, a las que espera llegar empleando los puertos de Chile.

Esta asociación es deseada por Chile y es económicamente factible ya que logísticamente sus puertos están dentro del área fácilmente accesible para los productores y fabricantes argentinos.

Así, el panorama regional ha cambiado radicalmente, se abandonan las políticas de motivaciones ideológicas y las economías voluntaristas y se inclinan hacia el realismo comercial y las políticas basadas en la comunidad de objetivos e intereses.

En los tiempos chavistas, la integración pasaba por la autarquía, la autosuficiencia y la producción, la fabricación y comercio intraregional en vista a convertir a Sudamérica en un Bloque Regional de Poder en el marco de la lucha contra el neoliberalismo. La integración en los tiempos actuales requiere políticas y proyectos que superen exitosamente las pruebas de la factibilidad técnica, la conveniencia económica y la evaluación de los riesgos de cada proyecto, abandonando la impermeabilidad ideológica a la realidad en beneficio de la utopía intensamente deseada.

Estas dos visiones se reflejan con nitidez en la estructuración de los proyectos de transporte intrarregional. En el modelo chavista, del Mercosur y de la supremacía brasileña el factor crítico era el transporte terrestre, vial y ferroviario para interconectar las economías nacionales de la región en vista a incrementar el comercio interno. En el modelo de libre mercado y de la Alianza del Pacífico, es el transporte marítimo, imprescindible para que los estados de la región participen coordinada o conjuntamente en el comercio global y en forma especial, hacia el Pacífico, en la medida de sus capacidades y elecciones políticas autónomas.

Este cambio de paradigma baraja por completo el naipe geopolítico de la integración.

Primero, en un esquema de competencia global, Argentina no requiere de las muletas brasileñas, mas aun, le estorban. Esto no reabre la antigua relación conflictiva entre ambos países sino que los pone en la línea de partida en la competencia para modernizar sus economías y sus institucionalidades para definir, en la arena global, cual de los dos es mas diestro en administrar la cooperación, mas productivo y exitoso, es decir mas poderoso e influyente.

En esta carrera, la Argentina de Macri ya está corriendo y rápido, al igual que Colombia, que ya está en camino a superar su largo conflicto interno con las Farc, mientras Brasil aun se debate tratando de deshacerse del PT, de Lula y de Dilma y para enfrentar la decepción de la gente que alcanzó a atisbar lo que es ser clase media y regresó a la pobreza para, solo entonces, comenzar el rediseño de su estructura productiva e institucional construida al alero del proteccionismo y la prebenda.

Segundo, Brasil está naturalmente alejado del Pacífico, física, política y culturalmente. Sus áreas de expansión están en el centro del continente que cuenta con poca infraestructura vial y ferroviaria y está alejada de los puertos del Pacífico y del Atlántico, para llegar al destino de sus exportaciones en ultramar.

Argentina, si quiere y se decide a desarrollar una política amistosa hacia Chile, cuenta con un número apreciable de puertos chilenos a relativa corta distancia de su territorio fabril y productico.

Colombia tiene acceso directo al Caribe y al Pacífico, pero no es una aporte a la solución del problema de transporte de otros países de la región.

México es un país bioceánico, alejado de Sudamérica pero firmemente establecido como actor del Pacífico.

Esto plantea una perspectiva clara para visualizar los elementos claves para evaluar y comparar proyectos de integración del transporte regional.

Nadie en su sano juicio intentaría llevar carga de Buenos Aires a Valparaíso o del puerto de Santos a Ilo y de Rio de Janeiro a Bayobar, la carga se mueve desde la ubicación geográfica de los fabricantes y productores situados en cualquier punto de cada país hacia los puertos donde será embarcada con destino a puertos lejanos. De la misma manera, la carga de importación llega desde el extranjero a un puerto próximo para ser distribuida en una o mas regiones dentro de uno o mas países y casi nunca iría a otro puerto. Otro asunto clave es que es el dueño de la carga quien decide la ruta que seguirá su carga y el puerto por donde la despachará a su destino final. Ambas son decisiones económicas muy variables y diferenciadas según el tipo de carga, su valor y volumen. En una economía soviética, como la que pretendían los chavista, el gobierno sería quien tome las decisiones y, con seguridad, hubiera transformado un buen negocio en un fracaso. Un buen ejemplo es Bolivia en donde Evo Morales se las ha arreglado para hacer de su país, ubicado al centro de Sudamérica, un hoyo negro en el cual se cocina a fuego lento una caldo de cocaína, tomas de caminos, corrupción e ineficiencia generalizada; en que todos los corredores pasan a su alrededor sin animarse a entrar al pantano y que se quedó fuera de la globalización, chapoteando en el autoritarismo y un indigenismo de utilería.

Por último, si los gobiernos participan en el desarrollo de las vías de transporte, será en la lógica de conciliar diferentes necesidades de sus exportadores e importadores nacionales, en vista a optimizar su competitividad y no de satisfacer sus aspiraciones geopolíticas o sueños ideológicos.

En este marco, Brasil debe redefinir su rol en la región: El imperialismo está fuera de sus posibilidades; la toma de control de la Alianza del Pacífico a través de la incorporación de Mercosur con Brasil al mando, no es realista. Si quiere participar será como país, no al mando de una coalición; el comercio y la competencia serán globales y libres y no manipulados a su conveniencia.

Comportamientos como los que vimos en Chile con Odebrecht; OAS; Petrobras y el del inefable Eike Batista, todos socios del Partido de los Trabajadores y relacionados directamente con Lula y Rousseff -que fueron promovidos enérgicamente por el gobierno brasileño- no deberán repetirse y sobre todo tendrán que acomodarse a estándares que desconocen.

Ya no bastan las declaraciones de amor, los viajes sorpresivos y a deshora, los apoyos diplomáticos insinceros, mientras se continúa con la misma política imperial con ropajes revolucionarios.

Una nueva política exterior dirigida por una reactualizada diplomacia brasileña sería una sorpresa muy grata y conveniente para Sudamérica – obviamente sin la jerigonza ideológica del inefable Aurelio García- ellos deben elegir.