A comienzos de 1827 O´Higgins reclamaba que : “Se ha perdido la moral, se acabaron las costumbres y no se quieren leyes porque las que se dictan hoy se pisan mañana, pues que éstas suponen subordinación, y esto no se quiere en Chile».
El ejercicio de la autoridad, las leyes y el cumplimiento de las mismas, han constituído un problema recurrente en Chile.
Los obligados a cumplirlas -todos los ciudadanos-, se resisten; los llamados a exigirlas -el gobierno-, elude sus obligaciones, y se dictan -en el congreso- leyes mal hechas, inoportunas, abusadoras o francamente inmorales. Esto lleva a la anomia, la desmoralización, la currupción y finalmente a la anarquía.
La gestión de Portales impuso a los chilenos un proyecto político republicano; un Estado eficaz e imparcial montado sobre una institución: el Presidente de la República, y dio a los ciudadanos de mérito, una oportunidad de participación selectiva y rotativa.
Reemplazó el personalismo del Director Supremo por la “Institución del Presidente de la República”. En cuanto a las actitudes individuales la nueva política seleccionó, en virtud de sus méritos, servidores públicos que rotaron por los puestos de élite conformando una administración eficiente y comprometida.
Este diagnóstico nos suena familiar y conocido, pero su eventual aplicación hoy día no podría pasar por alto algunas diferencias significativas.
¿Cuáles son las causas de la agitación social actual?
- La violencia y los desórdenes se iniciaron por lo menos en 2012, es decir 7 años antes de la crisis aguda desatada en 2019. Tuvimos manifestaciones por motivos medio ambientales -la construcción de la represa de Hidroaysen-; luego las marchas estudiantiles reclamando por el cobro y la mala calidad de la educación; de nuevo Aysen, reclamando por abandono; a continuación Calama, reclamando por la pobreza. Durante este lapso la prolongada toma y extrema violencia en el Instituto Nacional -a pocas cuadras de La Moneda-, se fue trasladando hacia el Metro. Durante todo ese tiempo se mantuvo la evasión masiva e impune del pago del transporte público en el Transantiago.
- No hubo una rebelión masiva exigiendo el fin de la política de desarrollo neoliberal; tampoco es posible encuadrarla en el esquema ideológico de derecha – Izquierda. En realidad la mayoría de estas manifestaciones ocurrieron al margen del sistema político partidista.
- El broche de oro fue la marcha masiva del 25 de octubre de 2019, en que cientos de miles de personas marcharon por Providencia hacia la Plaza General Baquedano, sin banderas partidistas, sin pancartas, sin violencia y en pacíficos grupos familiares con peticiones muy concretas: mejor salud, mejores sueldos, mejor educación, mejores pensiones y similares. En breve no querían algo diferente sino lo mismo que ya estaban recibiendo, pero más y mejor.
Esto muestra que las marchas eran un reclamo ciudadano frente a una combinación fatal: un Estado deficiente y un Gobierno sin ninguna sensibilidad política -que en esos días se interesaba en ganar protagonismo político regional, en la crisis Venezolana y a nivel global, en el tema Medio Ambiental.
Ambos elementos, Estado deficiente y Gobierno políticamente incompetente ponen de relieve el problema a mi juicio, central: el profundo déficit de representatividad del sistema político nacional. La gente no se siente representada ante el Estado -Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial- ni por el Presidente de la República.
Nada en esta situación es nuevo o sorpresivo: desde hacía años el estado presentaba graves falencias de organización y gestión que habían llevado a profundos análisis sobre la necesidad de su urgente reforma -que nunca se hizo-; se había conformado un estado cada día mas grande y mas incompetente controlado por la Izquierda como plataforma política electoral; reinaba un ambiente de corrupción político empresarial que nunca recibía castigo; un poder judicial que impedía la justicia y deterioraba la seguridad de las personas y un progresivo deterioro del crecimento de la economía, acompañado de un abultado gasto fiscal populista y demagógico que no solucionaba nada.
La derecha socio económica, por su parte, daba un constante espectáculo de frivolidad, abuso, prepotencia y ostentación, que no mostraba ni la mas mínima solidaridad con los chilenos. El broche de oro lo puso al Ministro de Economía -Andrés Fontaine- que en Octubre de 2019, en plena crisis, propuso que los usuarios del Metro, para no ser afectados por el alza del precio del pasaje, se levantaran una hora mas temprano para aprovechar una tarifa mas baja.
Lo más grave, sin duda, era el espectáculo penoso de un Congreso inescrupuloso, paralizante, vulgar y de bajo nivel intelectual.
Los ciudadanos tenían ante sus ojos el penoso espectáculo de un Chile en decadencia por mal gobierno.
La deficiencia del Estado fue llevando a muchas personas a una sensación de que los problemas y necesidades de la ciudadanía no encontraban recepción ni eco en la elite gobernante y que el Poder estaba excesivamente centralizado; de que “Chile era Santiago”.
Hasta aqui, tendríamos un caso en el cual el “portalianismo” histórico aplicaría bien, sin embargo es necesario incluir algunos parámetros que dan cuenta de las diferencias entre la sociedad de ese entonces y la actual.
- El portalianismo original se aplicó en un contexto de incomunicación entre las regiones del país y una aun mayor separación entre el extranjero y las regiones, canalizándose todo desde el gobierno central. Por otro lado, la disponibilidad de recursos era muy escasa, obligando a una estricta priorización con frecuencia postergando a las zonas lejanas a la capital, y por último, una escasa o inexistente disponibilidad de capacidad de gestión técnica en las provincias. Desde otra perspectiva, este aislamiento también acentuaba la relativa autonomía regional al precio de mantenerlas en el subdesarrollo y la pobreza.
Este cuadro ya no existe, los medios actuales proveen comunicación instantánea por todo el país y da lo mismo si la cabeza de un servicio está en la misma ciudad o si se encuentra a cientos de kilómetros de distancia. La gestión y su control puede hacerse centralizadamente, no solo no aumentando la burocracia sino disminuyéndola. En este sentido, la mentalidad chilena se encuentra habituada a la existencia de un estado fuerte siendo su incompetencia o baja calidad lo que genera su frustración, no su existencia.
- Otra diferencia sustantiva parece ser que la mayor educación, las mejores comunicaciones y la difusión de la información en forma casi instantánea, agudiza la necesidad y deseos de los ciudadanos por participar y ser partes del proceso político, tanto en la priorización de las necesidades como en la implementación de las políticas públicas, en este sentido una primera impresión sería que esto acrecienta la necesidad de descentralizar el estado, pero a la vez, muestra que un estado centralizado bien comunicado y eficiente en su gestión podría ser mucho mas eficaz que una cantidad de administraciones regionales mas o menos autónomas, y que la participación ciudadana activa igual podría darse a distancia.
Esa necesidad puede, actualmente, ser satisfecha en forma muy rápida, económica y eficiente, empleando los recursos digitales para que los ciudadanos expresen sus juicios y opiniones mediante plebiscitos nacionales y regionales, iniciativas populares de leyes y presupuestos por programas nacionales y regionales.
Sin perjuicio de lo señalado, es evidente la necesidad de redistribuir parte del poder presidencial entre los demás actores institucionales y ciudadanos, asi como crear la carrera del servicio público transformándolo en uno profesional, meritocrático, evaluado, despolitizado y con movilidad en cuanto a cargos, áreas de trabajo y regiones en que se desempeñen.
Un elemento imprescindible del modelo portaliano a reestablecer sería la exigencia inexorable del cumplimiento de las leyes, a todos, en todas las materias, siempre y sin excepción. En forma rápida y en igualdad para todos los chilenos, sancionado al delincuente en forma proporcional al daño social causado con el delito.
Una última consideración sería la conveniencia de plantear estos cambios en la forma de un “avance” hacia nuevas condiciones políticas y sociales y no un “regreso” a épocas y condiciones pretéritas.
Melosilla 21 de Febrero de 2021
Fernando Thauby García