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Liberales y Carrera Militar

En mi columna anterior titulada “PROLONGACIÓN DE LA CARRERA MILITAR”, referida a la ruptura unilateral -por parte del Gobierno de Sebastián Piñera-  del acuerdo político militar desarrollado a lo largo del siglo XX, escribí:

La profesión militar es la respuesta a una vocación de servicio. Implica una actitud ante la vida que se centra más en los demás que en si mismo, y esta vocación se aplica a una escala de valores en la que la Patria destaca como algo a lo que vale la pena servir.

Por tanto, la profesión militar implica, de entrada, una buena dosis de idealismo, la aceptación de una vida de austeridad y se materializa en un hombre de acción siempre dispuesto a enfrentar problemas y a resolverlos, aun a costa de sí mismo”.

Al releer lo escrito tomé conciencia de la eventual obsolescencia política y social de mis ideas: sigo creyendo en la patria, la solidaridad, el estado, la nación, el territorio patrimonial nacional, el servicio público, la compasión, la austeridad, la responsabilidad social, el auto sacrificio en bien de la sociedad, la honradez, el respeto a la fe pública y los compromisos de honor. No siempre cumplo, pero mi conciencia me lo reprocha, lo que indica que estoy contrariándola.

¿Quiénes comparten estas ideas en el Chile actual?, no los liberales, por cierto, para ellos –y así me lo han dicho- toda la palabrería anterior solo intenta disimular la incapacidad, la incompetencia, la carencia de empuje, la falta de ambiciones, la debilidad intelectual, en suma, la mediocridad de los que en realidad no pueden ganar, ni siquiera pueden competir, por lo que abandonan la pista antes del disparo de partida y se refugian bajo un paraguas de palabrería hueca. Un militar, después de todo, es alguien que no pudo ser un “winner” en el exigente mundo de la competencia individual.

Esta es la base del profundo y arraigado desprecio de la derecha liberal hacia la profesión militar y de la banalización de los asuntos que les inquietan e interesan personal y profesionalmente y su desinterés en la defensa nacional a la que nunca conocieron y en la que jamás participaron.

Estuve en servicio en las FFAA de Chile para las prolongadas crisis con Perú, Argentina y el largo y cruel conflicto Interno. Pasamos las mas agudas estrecheces económicas institucionales, personales y familiares, tuvimos que enfrentar desafíos armados desde la indigencia de material, bajo el peso de la Enmienda Kennedy y el embargo de armas, municiones y repuestos. Sacamos adelante a nuestras familias con los cotidianos milagros que hicieron nuestras esposas y madres.

En todos esos años nunca vi a un representante de la fronda, jamás vi ni escuché a un liberal apoyándonos con algo mas que palabrería afectada, que malamente escondía una repugnante mezcla de desprecio a los militares, temor a las turbas que sentían amenazantes y el pánico a perder su lugar de privilegio.

Para esa lógica, la carrera militar es solo un trabajo servil, justamente mal remunerado, financieramente improductivo, socialmente marginal e intelectualmente menguado y chato.

Solo esta explicación podría fundamentar la forma banal y galopante en que se ha desarrollado el proyecto  de la Ley Piñera de “Modernización de la Carrera Militar”.

Es evidente que ningún liberal auténtico podría ser militar. Sería un tarugo redondo en un agujero cuadrado. Todo, absolutamente todo, desde las remuneraciones modestas hasta el dormitorio colectivo; desde el rancho igualitario hasta el uso del uniforme; desde la obediencia en beneficio de la eficiencia colectiva hasta el espíritu de cuerpo; desde la falta de ambiciones materiales hasta la ambición por fama y gloria colectiva, todo les resultaría ilógico y absurdo. Un liberal está para las grandes cosas, como llamar mujer a alguien biológicamente masculino; para liberar a quien sabe quien, de quien sabe cuales, cadenas imaginarias y atarearse por temas realmente críticos como permitir que un niño de 14 años cambie, por si y ante si, de género en el Registro Civil.

Para un gobierno poseído por la lógica del frenesí liberal que campea entre los miembros de la derecha actual en Chile, tomar en serio y resolver correctamente un problema complejo como el de diseñar una “carrera militar moderna”, es una misión imposible, peor aun, de inutilidad en si misma. Lo único útil que puede salir de ahí sería una reducción de un gasto ineficiente. No pueden disolver las FFAA (por ahora) pero si pueden reducir el gasto –pérdida- en ellas.

Hay quienes consideran que esta forma de entender y vivir y el liberalismo es modernidad y progreso, que ese tipo de relaciones sociales es el que forma sociedades fuertes y resilientes: la lucha individual por la supervivencia, con el triunfo del mas fuerte y una cierta y limitada tolerancia hacia los “losers”.

También habemos muchos que sabemos que un país es mas que la suma de sus habitantes y que la sumatoria de sus fortunas y pobrezas. Sabemos que juntos somos mucho mas y que las Fuerzas Armadas son un núcleo duro en torno al cual aglutinar a todos –todos, de verdad todos- los chilenos y que por eso y mucho mas, son imprescindibles y merecen respeto, consideración y apoyo.

Por lo señalado pido a las autoridades gubernamentales que esta reforma sea abordada con seriedad, con tiempo y sobretodo sin movidas politiqueras para dividir y aislar a los que no están de acuerdo con su proyecto.

La carrera militar es algo mas que una molestia a resolver por un subsecretario frustrado por gente “penca”, inesperadamente indóciles.

Fernando Thauby García

Melosilla 29 de Marzo de 2019

PROLONGACIÓN DE LA CARRERA MILITAR

Esta columna ha sido titulada “Prolongación” de la carrera militar y no “Modernización”, ya que la modernización que genera el proyecto en cuestión es mínima y el propósito central de los cambios de esta “Ley Piñera” es solo la prolongación de la carrera militar. Lo que a priori, no es bueno ni malo, sino que debe ser sometido análisis, pero partiendo desde la claridad de los objetivos buscados.

Cifras

La inquietud gubernamental respecto a la carrera militar se movilizó a partir de la agitación mediática de las presuntas altas pensiones -3 millones de pesos- que recibirían los militares al retirarse y de la baja edad en que jubilarían; alrededor de los 50 años de edad.

El tema fue también incluido en el marco del debate de las bajas pensiones que otorgarían la AFP a sus ahorrantes, comparadas desfavorablemente con las supuestas cifras ya señaladas para los militares.

El uso de números al voleo es habitual cuando se trata del mundo militar, por ejemplo:

Al mes de enero de 2018, las “altas pensiones militares”, estaban constituidas por un 74,8% de persona que ganaban menos de un millón de pesos, incluyendo a un 33,5 que recibía menos de $ 500.000. Entre los pensionados militares existe un porcentaje significativo de personas que vive en la pobreza.

Solo el 2,6% de ellos gana sobre los 3 millones que se dice es lo “normal” para los militares.

Para un conjunto constituido por personas con educación de nivel  técnico profesional e ingenieros, muchos de los cuales alcanzan cargos de alta responsabilidad no es, de ninguna manera, una extravagancia y es evidente que es una falsedad referirse a la pensiones militares a bulto como de “3 millones de pesos”.

La profesión y la carrera militar

La profesión militar es la respuesta a una vocación de servicio. Implica una actitud ante la vida que se centra más en los demás que en si mismo, y esta vocación se aplica a una escala de valores en la que la Patria destaca como algo a lo que vale la pena servir; la Tierra; la Gente; el Estado, como la nación organizada para la convivencia; y también la Cultura propia, la Historia común, la Aventura compartida y los Objetivos en los que convergen nuestros sueños y nuestras ilusiones colectivas.

Por tanto, la profesión militar implica, de entrada, una buena dosis de idealismo, la aceptación de una vida de austeridad y se materializa en un hombre de acción siempre dispuesto a enfrentar problemas y a resolverlos, aun a costa de sí mismo.

La profesión militar es también una carrera, porque el vínculo relacional entre la Nación y sus FFAA se establece mediante un compromiso mutuo.

En breve, la profesión militar lleva consigo una vida de solidaridad, austeridad y acción y un pacto con la sociedad que se estructura en torno a una carrera con compromisos de ambas partes.

La Carrera Militar en Chile

Desde comienzos del siglo XX la Profesión Militar se estructuró en un esquema –una Carrera- en que el militar se comprometía a: “servir fielmente a su patria, ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar, hasta rendir la vida si fuese necesario, cumplir con su deberes y obligaciones militares conforme a las leyes y reglamentos vigentes, obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de sus superiores, y poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de su patria”.

El Estado por su parte, personificado en el Presidente de la República, se comprometía proveer sus necesidades profesionales y personales con dignidad; a disponer sus misiones y objetivos y a emplearlas en los términos establecidos en la Constitución y las Leyes.

La profesionalización de las FFAA fue establecida formalmente en Chile desde comienzos del siglo XX y se materializó mediante un sistema con oficiales y suboficiales en escalafones separados, organizados en una estructura piramidal burocrática rígida, de dedicación exclusiva, con tiempos mínimos y máximos en cada grado y requisitos para ascender, todo lo anterior ligado a un sistema de remuneraciones, previsión y pensiones.

Las condiciones económicas, culturales y sociales del país en esos años, caracterizadas por un importante grado de rigidez, estancamiento y falta de crecimiento y desarrollo, facilitaron la paulatina conformación en nuestra sociedad de un modus vivendi burocrático en que la “carrera” era la forma de mantenerse y progresar, lentamente, paso a paso, estructuradamente y siguiendo escalafones. Esta cultura abarcó al total de la sociedad, de las actividades productivas estatales, de los organismos de servicios del estado e incluso de algunas empresas privadas como los bancos. La iniciativa, el emprendimiento y el riesgo fueron dejados de lado. Se buscó, afanosamente, la estabilidad y la seguridad teniendo al estado como proveedor.

En breve, la carrera militar se constituyó en una actividad de ingresos bajos pero seguros y estables; estrictamente burocrática, rígida y sin incentivos para ningún tipo de cambios; que culminaba en un retiro relativamente temprano con una pensión modesta pero garantizada por el estado.

Dado que el escalafón requería la eliminación constante de personal para mantenerlo en movimiento, se implantó un sistema de “cuotas” de retiros por escalafones y en cada grado, de manera de ir dejando espacio para el ascenso de los que seguían. Los incluidos forzosamente “en la cuota de retiros”, la gran mayoría, ya que los que podían llegar a la cúspide siempre sería un número muy pequeño respecto a los que comenzaban la carrera, fueron compensados con pensiones prematuras aun mas pequeñas. Esos militares, privados obligatoria y prematuramente de sus carreras son los que viven en la pobreza.

De esta manera, “alargar la carrera” actual supone imponer cambios accesorios que mantienen el meollo del acuerdo entre FFAA y Gobierno establecidos hace un siglo, que no se hacen cargo de los inmensos cambios habido Chile y en el mundo entre el comienzo del siglo XX y el del siglo XXI. El proyecto, también incluye cambios que deforman el esquema establecido, en perjuicio de los afectados, particularmente de los empleados civiles y otros profesionales no militares.

La realidad actual de nuestro país nos muestra una gran incremento en las expectativas de vida de las personas; la oferta constante de alternativas de desarrollo personal y de mejoramiento económico; la expansión del número de matrimonios en que ambos cónyuges trabajan y reciben sueldos similares o mayores para las mujeres; de reconversión laboral sistemática; de búsqueda y oferta de oportunidades no solo en el país sino también en el extranjero. Cada año decenas de oficiales piden un año de “permiso sin goce de sueldo” para viajar o para explorar alternativas laborales fuera del servicio. Por otro lado, la automatización y la robotización avanza hacia la creciente disminución del número de personal necesario para tripular la unidades, la Compañía de Infantería de Marina que comandé durante cuatro años estaba constituida por 6 oficiales y 180 soldados, hoy tiene 5 oficiales y 135 hombres. Un destructor requería una tripulación de 85 marinos y hoy solo necesita 42 y un Crucero tenía 1000 tripulantes.

La “carrera” ha disminuido sustancialmente su valor; vivir con estrechez el presente a cambio de “la posibilidad” de tener –en el futuro- una pensión solo aceptable ya no es lo atractivo que era en el Chile del siglo XX. Sacrificar la “carrera” de la esposa, ya no es aceptado así como así, no por razones económicas, menos por razones sociales. La “casa (el departamentito) fiscal” en una población modesta y la piscina del Club de Campo (pagada por los socios), ya no emocionan a nadie.

Nuestros jóvenes quieren y pueden vivir bien ahora y no tiene miedo de enfrentar el futuro. La seguridad ya no es lo importante y angustiante que fue.

Evidentemente, siempre habrá un número de personas que no tomará riesgos y priorizará la seguridad, pero cabe preguntarse, ¿es esa la clase de personas que necesitamos?. El riesgo, la movilidad, el cambio y la autonomía son características de la vida actual, especialmente de los jóvenes.

Parecería que hoy la gente privilegia el vivir bien ahora, avanzar todo lo que pueda y experimentar y conocer lo mas posible, ¿es eso lo que ofrecerá un alargue de la carrera?.

En breve. Tomar una decisión en esta situación es difícil, requiere tiempo, estudios y diálogo. La imposición a machamartillo de decisiones tomadas por personas poco o no representativas de los presuntos beneficiarios del cambio parece insuficiente.

Una rápida mirada a las soluciones que han encontrado -y siguen buscando- muchas FFAA en diferentes partes del mundo, en países que ya hicieron el camino que comenzamos a enfrentar, parece de toda prudencia.

La carrera de por vida puede ser reemplazada por un mix de “carreras” de diferentes duraciones, por especialidades, preferencias personales y conveniencias institucionales, que comiencen y terminen en plazos previamente establecidos y se lleven a cabo según acuerdos entre las partes.

Un «Nunca Más» de Cartón

En 1970, Alain Joxe, sociólogo marxista francés, de moda en esos años, publicó en Chile un breve libro titulado “Las FFAA en el sistema político chileno” que causó emoción en la feligresía de izquierda. Joxe trabajaba por cuenta del Centre Nacional de la Recherche Scientifique -equivalente francés del rol de agitación  académica que el PNUD cumple hoy en Chile- en vista a la cooptación de las FFAA en beneficio del progresismo.

El momento en que Joxe escribió su análisis tenía como último antecedente de intervención militar la del año 1924, que el autor valora como un cierto avance en la dirección correcta. Joxe desarrolla una serie de ideas, la mayoría de las cuales no comparto, de las cuales recojo la que señala que “Una intervención militar en Chile equivale a diez en otros países: es perfecta. … Por supuesto que no se trata del mismo ejército ni del mismo trabajo, … la noción de tradición es relativa, y se evita decir que el ejército en Chile tiene por tradición intervenir cada treinta o cuarenta años”.

Si la tradición que sospecha Joxe fuera correcta, la UP no debiera haberse sorprendido por la intervención de 1973 -40 años después de la de 1931- y los políticos chilenos actuales deberían estar considerando que la próxima intervención militar sería entre los años 2020 y 2030. Obviamente cada intervención tiene un fondo similar –recuperar la paz y el progreso- pero generalmente tienen formas muy diferentes.

Estos cálculos pueden haber estado detrás de la ansiedad de la Concertación por arrancar un “Nunca Mas” a alguna autoridad militar, que permitiera exorcizar este fantasma, pero así como yo no creo en la repetición mecánica de la historia ni en el determinismo sino en la construcción de la historia mediante una adición de actos libres, me parece que la mayoría de los líderes políticos actuales también lo hacen.

Esto me lleva a concluir que la necesidad del “Nunca Mas” apuntaba mas al pasado que al futuro. Necesitaban un reconocimiento explícito por parte de un militar de alto rango de que la intervención militar de 1973 había sido injusta, innecesaria e inmoral.

Este juego del “militar democrático”, elevado a posteriori a los altares periodísticos, es recurrente: en Argentina ese rol lo llenó Balza; en España fue Gutiérrez Mellado y así, en todas partes. En Chile no podía faltar y el hombre fue Cheyre.

La aceptación militar de esta jugarreta constituyó no solo un error sino una debilidad de carácter y un exceso de vanidad y ambición.

Pero a diferencia de lo acontecido en esos países, el converso chileno no permaneció en el panteón de los próceres sino que terminó encarcelado y enjuiciado como violador de derechos humanos, abandonado por moros y cristianos –literalmente- y hoy se encuentra tratando de cobrar a Lagos y otros, la deuda impaga por los servicios prestados a la Concertación.

¿Qué pasó?.

Pasó que los comunistas, derrotados inapelablemente en el enfrentamiento armado contra la FFAA de Chile, dado que militarmente ya estaban acabados y desprestigiados ante sus financistas, y que sus socios no podía instalarlos en el Gobierno ya que eran impresentables ante la ciudadanía, en subsidio, fueron apoyados para lanzarse a tratar de obtener venganza y lucro por la vía judicial con la complicidad de la izquierda y la derecha.

Un prócer marxista asiduo de Clausewitz dice que “guerra es la dialéctica política cuando incluye el uso de las armas”. Esta guerra comenzó en Chile en la década de los 60 y concluyó con la derrota del PC y sus excrecencias en 1990 y como todas las guerras su epílogo debía ser político, ya que se trataba de una actividad política.

En Chile no fue así, los políticos –como se dijo- no fueron capaces de enfrentar sus tareas y traspasaron el problema de cerrar la guerra a los fiscales y jueces. Por esa vía judicializaron la política y claudicaron de sus deberes. Hoy ya casi no tienen poder, los fiscales los llevan y los traen de la nariz y los jueces “resuelven” lo que el Gobierno y Congreso no se atreven a hacer.

El lucro y la venganza se encuentran es sus etapas finales, sus rendimientos son decrecientes, cada día las acusaciones a los militares son mas absurdas y ridículas, hasta la Corte Suprema a veces parece avergonzada de si misma, pero el animal aun tiene estertores. El juicio a Cheyre es uno de ellos.

Veremos en que concluye este episodio tragicómico. Las esperanzas de que esta vez el mundo político muestre valor y recojan a “su hombre” en desgracia, es casi inexistente.

La desafortunada malversación de fondos fiscales reservados y presupuestarios y su gasto en forma frívola y obscena por parte del general Fuentealba ex Comandante en Jefe del Ejército y algunos próximos a él, muestran que si bien, como dice Joxe, la intervención militar de 1973 fue profunda, eficaz y duradera -aun se mantienen sus políticas económicas y sociales y dejó detrás de si a un Chile completamente cambiado-, en la salida de las FFAA y Carabineros del gobierno, no todos sus Altos Mandos estuvieron a la altura.

De los líderes políticos, mejor callar.

Una mirada al ambiente político actual trae un dejá vù sesentero, se parece a los últimos meses del gobierno de Frei: gobierno auto centrado, oposición odiosa, intransigencia, jóvenes alejados de la realidad, demagogia, FFAA abusadas para manejos politiqueros  …, el Nunca Más de Cheyre fue de cartón.

A nivel regional nos columpiamos entre Maduro, Bolsonaro, Padrino y Manini, pero nadie saca conclusiones

Oscuro, Chile, es tu futuro nublado; los mezquinos te aplastan también.

LADRONES EN DEFENSA; UN POCO DE HISTORIA

Año                                      :1969

Presidente de la República: Eduardo Frei Montalva, PDC.

Ministro de Defensa           : Sergio Ossa Pretot, PDC.

Se negociaba la adquisición de equipos de telecomunicaciones[1]. El Oficial a cargo, Almirante Ismael Huerta –con amplia experiencia en adquisiciones- se negaba a reducir la cantidad de repuestos considerados en la adquisición inicial, ya que sabía que si no se adquiría todo junto, los sistemas pronto estarían fuera de servicio por falta o atraso en su adquisición.

Se citó a los representantes de los proveedores. “Esta vez traían en el rostro una expresión particularmente grave. El mas caracterizado entre ellos tomó la palabra para señalarme que la propuesta había experimentado un alza de $250.000 dólares”. “Me traían una propuesta, suprimir los repuestos”. “De este modo la Armada podría materializar su plan y adjudicar la propuesta con los fondos que le estaban reservados al efecto. En cuanto a las partes componentes y partes de reemplazo, ya se verá mas adelante”.

“Monté en cólera pero mis interlocutores permanecieron impasibles”. “Los despedí con rudeza, daría cuenta de inmediato a la superioridad de la Institución”.

“Cuando abandonaban la sala de la Dirección (de Armamentos de la Armada), uno de ellos volvió sobre sus pasos. Era el representante de la firma, que hacía de cabeza, y el que había expuesto la situación. Colocó la mano a un costado de su boca como para tapar el sonido de su voz y dijo:

For The Party´s fund  (Para la caja del Partido) – y se marchó apresuradamente”.

Es solo un botón de muestra, podría mencionar muchos otros casos, no solo de fondos para el partido sino también para los políticos a cargo: dos fragatas a construir en Gran Bretaña; aviones adquiridos a mansalva e impuestos a las FFAA; satélites; terrenos cercanos a un aeropuerto; gastos reservados de los Ministros de Defensa y una laaaaarga lista.

El próximo año, 1970, venían elecciones presidenciales y la Democracia Cristiana estaba haciendo caja.

¿Qué señala esto?

1.- No todos los militares son ladrones

2.- Muchos políticos si lo son

3.- Poner a un civil para reemplazar a un militar en un cargo donde se puede robar, no es garantía de nada.

4.- Confiar en que un militar nunca robará, no es realista.

Suscribo la filosofía política anglosajona: “Si alguien con poder puede abusar, abusará; si alguien con acceso a la alcancía puede robar, robará”.

SOLUCIÓN:

1.- Controles y equilibrios. Nadie puede tomar una decisión por si y ante si. Todos deberán negociar la decisión a tomar con los otros interesados. Una sola “agencia” acumulará poder para sus integrantes, sin adquirir ninguna responsabilidad por sus decisiones.

2.- Trasparencia. Toda transacción debe poder ser revisada, completamente,  por otros interesados con la necesarias competencias.

3.- El Ministro de Defensa debe asumir sus responsabilidades y dirigir, controlar y responder. Basta de un Ministro que solo mira y traspasa sus responsabilidades a otros organismos. No mas soluciones socialistas -mas burócratas-, no mas organismos ad hoc. Que el Ministerio funcione y el Ministro responda.

4.- Como los ladrones son de alto vuelo, debe haber una Contraloría en serio, valiente blindada, y a prueba de amenazas (también sujeta a inspección y control)

POR FAVOR, NO MAS HIPOCRESÍA.


[1] Huerta Diaz, Ismael. Volvería a ser Marino. Tomo I, páginas 343 y siguientes.

Le Fallamos al Pueblo de Chile

Nuestra sociedad chilena actual es confusa y caótica; la mentira; la complicidad activa; el silencio cobarde;  los intereses personales disfrazados de lealtad y compromiso; el arribismo; el cultivo extravagante de las apariencias; la guerra ideológica que simula ser democracia y el odio disfrazado de justicia, campean a su gusto en todos los ámbitos: políticos, económicos, judiciales, religiosos, militares y personales.

El medio militar, desgraciadamente, no supo mantenerse al margen de esta corruptela y en algunos niveles llegó a ser actor. Me referiré solo a la parte militar de la sociedad porque la conozco, la respeto, me duele el trato que se ha dado a si misma y que ha recibido.

Me referiré a dos casos, a los generales Cheyre y Fuente-Alba, solo por ser emblemáticos, de ninguna manera exclusivos del Ejército o representativos de éste. Creo que su conducta es fiel exponente de los dos errores mas graves en que cayeron las FFAA de Chile, en diversos grados de culpabilidad y que en muchos casos aun continúan degradando nuestro comportamiento y deteriorando nuestro compromiso con el pueblo chileno y con nuestros soldados, marinos, aviadores y carabineros.

La vanidad y el error de la transición de Cheyre

En una columna anterior decía que “En la administración del general Cheyre, el tiempo del Gobierno Militar había terminado y había llegado –al conjunto de las FFAA- la hora del profesionalismo, la prescindencia política total y de cerrar filas en torno a la defensa inclaudicable de nuestros perseguidos políticos por haber cumplido funciones institucionales que les fueron dispuestas”.

Creo que aquí fallamos gravemente a nuestro oficiales subalternos y a nuestros soldados.

Con el pretexto –falso- de que las responsabilidades de las acciones en la guerra antiterrorista eran individuales, dejamos que los políticos se ensañaran con cientos y miles de hombres y mujeres -con sus familias- que cumplieron las órdenes que recibieron y las misiones que se les asignaron.

La componenda política de la transición usó y abusó de ellos; la justicia se transformó en una prevaricación abyecta; los procedimientos judiciales en una faramalla grotesca y las “indemnizaciones” en una corruptela repugnante. Los actores de “la transición política” usaron y abusaron de estos rehenes para sus negociados, propaganda electoral y acuerdos bastardos. Fueron la moneda de cambio entre la izquierda y la derecha y el peaje para que militares arribistas participaran en “la transición” y se codearan con los políticos.

La parte mas fea es que esto se habría hecho para rescatar al Ejército y transformarlo en el “Ejército de todos los chilenos”, cuando en realidad el Ejército -y las FFAA y Carabineros-  nunca dejaron de ser de todos los chilenos.

En su afán en ser miembros relevantes “de la transición”, de “contribuir a que hubiera verdad, justicia, reparación y no repetición”, dejaron sin verdad, sin justicia y sin reparación a su propia gente. Esta puede ser la semilla de la eventual repetición de los hechos que dicen haber tratado de evitar.

La parte mas absurda de esta tragedia es que termina acusando al máximo exponente de estos afanes, de torturar a presos políticos. Muy probablemente es una acusación falsa, pero de ahí a que siendo el entonces Teniente Cheyre el Ayudante del Comandante pretenda no haber sabido nada de nada, es algo mas difícil de creer.

Pero ese no es el problema real, la clave es que la guerra antiterrorista tiene complejidades que otros tipos de guerra no tienen, y la izquierda lo sabe muy bien, baste leer la historias de las revoluciones en Cuba, Nicaragua, Unión Soviética, Viet Nam, Camboya y otras “revoluciones” marxistas para apreciar la forma violenta, brutal y despiadada que adquirieron .

No había ni hay razón –distinta al lucro y la venganza política- para intentar satanizar a las FFAA de Chile. Su “crimen” fue vencer a su enemigo.

Este análisis crítico, público y bajo firma del suscrito, fue descalificado por parte de un ex oficial que señala: “Cosa distinta es este CN Thauby que lo único que ha hecho es buscar e insistir en  el desprestigio del General Cheyre. 

Antes de escribir y atacar con sus desleales comentarios creo que debería leer una y mil veces la carta publicada en El Mercurio, donde nuestros ex CJ institucionales fijan su posición y visión de lo que está ocurriendo en Chile con respecto a la justicia y el General Cheyre. 

Yo me alineo fielmente detrás de cada uno de ellos. El que se quiera alinear detrás de Thauby, por favor, al menos un mínimo de decencia y de honor: hágalo para callado”. 

Este breve párrafo condensa –involuntariamente- los mayores errores y también los orígenes de nuestro fallo institucional: analizar las acusaciones sin presumir inocencia ni culpabilidad, no es desprestigiar. Discordar de los juicios de una autoridad, no es deslealtad, es ejercicio de la responsabilidad y la libertad; la posición colectiva de autoridades reconocidas es una opinión relevante y digna de consideración y respeto, pero no excluye la opinión o discrepancia propia, especialmente si enfrenta el tema desde otros ángulos. No es final ni indiscutible.

Criticar abierta, responsable y públicamente no es deslealtad, al revés es la máxima lealtad a la institución y al pueblo chileno.

“Alinearse fielmente” es una opción libre, aunque a mi me deja una sensación de claudicación suavemente perruna.

Y por último, la discrepancia no tiene por qué, mas aun jamás, debe ser “para callado”, es decir transformar una denuncia o una declaración responsable en un innoble “pelambre”.

Se puede pensar que esa falta de critica leal, honesta y franca por parte de su entorno y ayudantes pudieron haber alertado o prevenido a Cheyre de algunos efectos indeseables de sus decisiones y juicios. La ambición personal de sus adeptos, el afán de ser gratos al jefe, la lealtad acrítica y la adulación se hicieron norma y se transformaron en virtud y mérito.

Fueron estos déficits lo que contribuyeron en forma intensa y grave al nacimiento, desarrollo, potenciamiento y propagación de errores y malos hábitos que devinieron delitos y luego en la mas grave corrupción y abandono de deberes.

El terrible fallo del general Fuente – Alba.

Su entrega en cuerpo y alma a la corruptela política y financiera; su asociación con Vidal, ex ministro y promotor de su nombramiento como Comandante en Jefe, su asesor y amigo; su desigual amistad con Luksic, empresario y archi millonario internacional; su manejo discrecionalmente principesco de los recursos fiscales y su patética afición a los automóviles de alta gama dejan al desnudo su extravío y pérdida total del recato, cordura y autocontrol de su persona, de su rango y de su condición militar, la desconexión con sus tropas y el olvido total de sus responsabilidades de mando.

Las extravagancias en sus gastos, adquisiciones y gustos son muchas y conocidas. Pero no lo hizo solo: hubo también una corte de subordinados y pares que supieron de ellas, se acobardaron o callaron a la espera de que algo cayera en sus bolsillos. O lo comentaron “para callado”.

Si alguien de ese entorno pudo pensar que esto quedaría oculto a sus subordinados y a sus enemigos solo confirmaría su prepotencia o su estupidez.

Aquí tenemos un fallo personal del Comandante en Jefe, pero también de sus pares, subordinados directos y de su entorno.

Para que decir del Ministro de Defensa y de la Presidencia que, alertados por la Contraloría General de la República no hicieron nada. De esta reacción no podemos sorprendernos, está en su naturaleza, pero de nosotros se espera que seamos de otra estirpe y ese es nuestro orgullo y nuestro carta de presentación ante la ciudadanía: veraces, honrados, desinteresados en lo personal e interesados en los social. Modestos y sin vanidades ni pretensiones. Siempre en busca de la excelencia.

Juramos ser soldados valientes, honrados y amantes de nuestra Patria. Este juramento sigue vigente desde la Escuela Matriz hasta la Comandancia en Jefe y el cementerio.

¿Cómo retomamos nuestro camino?. Practicando y exigiendo honradez siempre, en todo lugar y circunstancia, sin excepciones. Desde el rechazo al plagio en un trabajo académico hasta el cuidado de los fondos fiscales. Desde el mas modesto informe hasta los mas profundos análisis. Siempre veraces, siempre con la verdad descarnada.

Evidentemente la vía para dar cuenta de cualquier irregularidad debe estar siempre abierta y ser recogida sin excepciones. Con el castigo mas severo e implacable a los que mientan, deformen, engañen, callen o peor, hablen “para callado”, estén donde estén y sean amigos o parientes de quien sea.

Parece simple y poco, no lo es; es complicado y mucho. El éxito lo tendremos en el largo plazo. No lo veremos nosotros. Es el único camino para recuperar el respeto y la confianza de nuestros soldados y marineros y del pueblo chileno.

La clave, mantengámonos lejos de la politiquería y de sus representantes, los políticos. Seamos modestos, sencillos, auténticos. Nuestro liderazgo debe ser abierto y receptivo a la crítica seria y honesta.

Ser militar es ya un gran honor y compromiso, es suficiente para una vida, no necesitamos otros adornos ni colgajos.