Archivo por meses: diciembre 2019

Violencia en Chile 2019 TRAYECTORIA POLÍTICA

El año 2009 el Centro de Estudios Públicos publicó un conjunto de ensayos bajo el título “El Chile que Viene. De dónde venimos, dónde estamos y a dónde vamos” en el cual un grupo amplio y diverso de intelectuales de prestigio analizó los elementos que configuraban las distintas respuestas. Su relectura en estos días de crisis lleva a preguntarse ¿cómo fue que no tomamos conciencia ni hicimos nada?. El descrédito de las instituciones republicanas; el desprestigio de la política y los políticos; la desigualdad económica y social; la anomía con la vergüenza de la evasión en el Transantiago; la banalidad y turbiedad de la justicia; la codicia y la colusión entre empresarios y la corrupción de los funcionarios; la falta de un “relato” que uniera a los chilenos en un proyecto común mas allá de ir de vacaciones al Caribe o cambiar el auto; la mala calidad de la educación y la salud para parte importante de la población y el egoísmo llevado a la condición de virtud personal y social.

Me parece que la veloz marcha de la economía cubría todo, el crecimiento adormecía y hacía creer que todos los problemas se resolverían poniéndoles dinero encima, propio o de préstamos. Luego vino el período de los “bonos” que “resolvían” los cuellos de botella estacionales mientras aumentaba el gasto fiscal. No fue suficiente, el endeudamiento llegó al límite, los bajos sueldos ya no pudieron pagar las deudas. Luego las soluciones demagógicas y las mentiras, la frivolidad del Congreso y los políticos, la impudicia de las “dietas” parlamentarias y el broche de oro, el Ejército y Carabinero, dos de las instituciones mas queridas y respetadas cayeron también en horribles delitos de probidad; un Ejecutivo irresoluto y carente de sensibilidad política y social pusieron la lápida. La Iglesia Católica vino a dar la paletada final con sus escándalos de pedofilia y homosexualidad.

El año 2011 “la revolución de los pinguinos”, un período de desórdenes basados en deficiencias reales, estimulados por los políticos de oposición y mal enfrentados por el gobierno, llevaron a un serio descrédito de la autoridad y a la profesionalización de la violencia impune por parte de los menores. En el fondo de la crisis de los pingüinos y luego del Instituto Nacional estaba el rechazo a la excelencia; a la meritocracia; a la valorización del esfuerzo personal; de la selección y la competencia, en beneficio de un igualitarismo demagógico; el ideologismo de muchos de sus profesores y directivos y la existencia creciente de grandes grupos de profesionales egresados de malas universidades que no recibían la retribución económica y social que esperaban de la gran inversión de dinero y sacrificio hechos por sus padres.

Este conflicto recrudeció en el Instituto Nacional y otros colegios públicos tradicionales con tomas, enfrentamientos, con empleo de bombas incendiarias por parte de los alumnos y un despliegue de violencia y de duración no vista en años. Su desarrollo continuó hasta llegar a la instrucción -en las aulas- de terrorismo e insurgencia urbana por parte de terroristas de extrema izquierda, veteranos de la UP y su continuación durante y después del Gobierno Militar. Su larga duración permitió la formación y consolidación de grupos pequeños pero profesionales de jóvenes violentistas que pronto recibieron el aporte de anarquista y terroristas jubilados. Asi comenzó la campaña “evade” para no pagar el uso del Metro que se prolongó por meses en forma crecientemente eficiente y organizada, ante la serena impavidez del gobierno que solo tuvo respuestas parciales e ineficaces.

Asi llegamos al 18 de octubre con el asalto en masa a las estaciones del Metro -cuyos detalles no analizaremos- y que concluyó con el ataque organizado y sistemático extremadamente violento y destructivo a casi todas sus estaciones el Metro y su ampliación en los días siguientes a una amplia variedad de establecimientos comerciales, monumentos, edificios públicos y privados, transporte público incluyendo practicamente todo tipo de objetivos, sin descriminación de ninguna especie, en una orgía de violencia y destrucción dificil de describir.

Esta primera parte de la violencia estuvo protagonizada por grupos diversos, como pandillas narcotraficantes, anarquistas, “barras bravas” pre existentes, estudiantes organizados en otros contextos pero entrenados en el uso de la violencia y de un numeroso lumpen siempre dispuesto a aprovechar cualquier situación de desorden para robar, incendiar y destruir, siempre en completa impunidad.

Entre el 18 y el 25 de octubre, en barrios típicos de clase media, la presencia de personas de esas clases fue incrementándose. Se organizaron principalmente por vecindarios y en forma mas o menos pacífica, de todas maneras muy lejos de los violencia brutal de los vándalos y saqueadores que aun manenían el control total del movimiento, pero sin lograr darle cuerpo ni consistencia.

Este vandalismo inorgánico se prolongó hasta el 25 de octubre, hasta esa fecha se apreció la presencia de líderes espontáneos en la escena, pero no de dirigentes de nivel estratégico o político, que existieron, pero se mantuvieron actuando activamente en la dirección a distancia -wasap, twiter, teléfono-. Como se señaló, tampoco hubo presencia masiva de ciudadanos de clase media.

La marcha multitudinaria del día 25, convocada en varias ciudades del país, fue cualitativamente muy diferente a lo acontecido hasta ese momento: grupos familiares, pacíficos, de clase media, con peticiones concretas y razonables, sin distintivos partidarios de ninguna clase y con comportamento ciudadano. Hubo intentos de radicalizar la situación y aparecieron algunos (muy pocos) personajes de la política, fueron rechazados y marginados a veces en forma enérgica. Los manifestantes se retiraron ordenada y pacificamente.

Se puede decir que esta fue la expresión ciudadana más nítida y clara del disgusto y frustración de un inmenso grupo de personas que quería cambios y correcciones a lo existente pero que no intentaba hacer una revolución, destruir al Estado ni derribar al Gobierno. Todo esto transcurría ante la parálisis del gobierno y la ausencia de los parlamentarios que no atinaban a nada que no fuera ocultarse.

Tras estas protestas, diversas figuras del gobierno manifestaron por redes sociales su apoyo a los manifestantes, incluyendo al presidente que se refirieron a la multitudinaria marcha como «transversal» y «sin colores políticos. Pero no tuvieron la visión ni la habilidad para asumir el liderazgo de la situación.

En los días siguientes la participación de esta categoría de ciudadanos fue decreciendo, yo diría que principalmente por la tensión que fue generándose entre su interés por los cambios en las políticas en aplicación por parte del gobierno y su necesidad de proteger sus casas, negocios y barrios del ataque y destrucción por parte de los vándalos. Asi, desaparecieron de la escena y el protagonismo volvió a los vándalos ahora con el aplauso de los parlamentarios ya resucitados de su miedo y la simpatía subrepticia de los que apuestan a jugar a ambos opciones a la vez -la democracia y el golpe de estado-. Los intereses concretos de mejoras a las políticas de salud, pensiones, transporte, sueldos, corrupción y abuso del parlamente, desaparecieron y apareció un interés tipicamente político: Cambio de la Constitución. El gobierno por su parte lanzó una Agenda Social desabrida, sin alma y sin energía, por cumplir se podría decir.

De aquí en más, la protesta quedó en manos de pandillas de vándalos más o menos coordinadas entre si, apoyados por el Partido Comunista, elementos del Frente Amplio, anarquistas, feministas, grupos homosexuales, odiosos de la religión y lumpen político diverso, que fue decreciendo en número, incrementándose en violencia y girando su objetivo hacia el derrocamiento del gobierno y el reemplazo de la Constitución, objetivos ambos muy alejados de la masa que se manifestó el día 25 de octubre y siguientes y muy representativos de los intereses de los partidos políticos de izquierda y sus representantes en el Congreso, que adquirieron gran protagonismo mediático.

En esa situación estamos. El Congreso y todo el aparataje político partidista concentrado en cambiar la Constitución para adquirir poder en desmedro del Ejecutivo y “correr la cerca hacia el socialismo”, el Ejecutivo tratando de pasar desapercibido y el Poder Judicial obstruyendo el castigo a los delincuentes y facilitando el vandalismo. El juego politiquero se ha restablecido, los problemas reales avanzan a paso de funeral en busca de soluciones que solo postergan las demandas de la clase media, sin solucionar nada.

En abril será el plebiscito para decidir si habrá o no nueva constitución, será la última oportunidad para que la clase media se haga escuchar y meta al Estado en cintura -a los tres Poderes- de nos ser así iniciaremos un desastroso peregrinar de dos años de destrucción de la economía, de “agudización de las contradicciones” y demolición de lo logrado en 46 años de esfuerzo y sacrificio.

Las FFAA se mantiene al margen, como deben hacerlo los guardadores de la última esperanza de la Patria.

La Izquierda, la Violencia y Carabineros de Chile

El 11 de diciembre recién pasado, la Defensora de la Niñez, Patricia Muños, escribió en Twitter: “Otro niño, de 16 años, entrando en la posta central por lesión con lacrimógenas …debo reconocer que me gustaría ver al gabinete completo, con las caras de pena que estoy viendo ahora (por la sanción política al ex Ministro Chadwick), pero por los niños víctimas  de la brutalidad policial”.

El reciente discurso de la Sra Muñoz, funcionaria estatal chilena, apunta a persuadir a los lectores que primero, la persona afectada por un herida en la cara era un niño, en circunstancias que una parte importante de los políticos quieren darles derecho a voto, es decir a concederles juicio y capacidad de discriminación; segundo; que fue herido por una bomba lacrimógena, es decir, en una acción “represiva”; tercero fue víctima de “brutalidad policíaca” y cuarto, por una “acción violenta desproporcionada”.

Se puede apreciar con claridad el esquema ideológico de una izquierda que sigue firmemente anclada en el conflicto iniciado por la Unidad Popular y sus movimientos revolucionarios en 1970, que se prolonga hasta hoy, sin resolverse. Escuchar los discursos y leer los planteamientos de los revolucionarios actuales es transportarse a la década de los ´80.

Mas tarde retwitteó “Información inicialmente recibida desde el lugar no se condice con lo que niño, afortunadamente, fue capaz de relatar a los médicos porque está consciente y referiría una pedrada y no una lacrimógena, por lo tanto no se trataría de una agresión de Carabineros de Chile”

En esta retórica es perfectamente distinguible que, en la cabeza de la señora Muñoz, está firmemente establecida la confrontación “democracia vs autoritarismo”; “gobierno militar vs gobierno civil”; “lucha por la  libertad vs opresión”, “pueblo vs dictadura” y que, naturalmente la corrección, la decencia y la moderación reside en el pueblo que se manifiesta y la brutalidad en los Carabineros que “reprimen”. Olvidando que el “tirano” actual, el “dictador” que oprime, fue elegido por los chilenos por amplia mayoría hace solo dos años.

En este contexto no es dificil comprender la dificultad de los políticos de izquierda para situar el rol de Carabineros de Chile en el rol de la preservación del orden y la seguridad democrática de Chile en el año 2019, ni el trauma del Presidente Piñera, de raigambre democristiana, abominador del Gobierno Militar y crítico de los “cómplices pasivos”. Desde esta perspectiva su desconfianza, temor y antagonismo hacia la función de seguridad interna – y hacia Carabineros de Chile, su instrumento por antonomasia- está asociada a la épica juvenil y formación ideológica temprana de su generación, de la cual él fue mas bien un observador pasivo.

Un caso paradigmático de como algunos ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, es lo señalado a El Líbero por “el economista y ex presidente de CodelcoÓscar Landerretche (PS), que sostuvo sobre el proceso de reforma a Carabineros que «es evidente que Carabineros de Chile quedó determinado por la experiencia de la dictadura en Chile. Y no entiendo qué en el proceso de transición no se haya considerado reformar a las policías»”, transición administrada por 27 años de gobiernos de izquierda durante los cuales al menos en dos oportunidades tuvieron la mayoría en ambas cámaras.

Que un conjunto de autoridades con estas características pretenda “modernizar” a Carabineros de Chile, parece ser una empresa que supera la imprescindible necesidad de compromiso con la democracia, conocimiento de la labor policial y comprensión de la realidad histórica, social, educacional y económica del Chile actual y de esta Institución.

CARABINEROS CARENTES DE LIDERAZGO POLÍTICO

La primera lección de liderazgo que recibí fue muy simple y me quedó grabada a fuego: Mis dos tareas básicas como oficial subalterno de Infantería de Marina eran: “Cumplir la misión y Cuidar a mis soldados. Siempre y en ese orden”. Simple y claro. Sin excusas ni atenuantes.

La segunda lección fue leyendo a Clausewitz. Refiriéndose al Comandante en combate señala: “Cuando surgen las dificultades y las cosas ya no funcionan como una máquina bien aceitada, el jefe debe actuar con gran fuerza de voluntad. … El Comandante debe luchar dentro de si mismo, con la impresión general de disolución de todas las fuerzas físicas y morales y el espectáculo angustioso del sacrificio sangriento; y luego con todos los que lo rodean que directa e indirectamente le trasmiten sus impresiones, sus sentimientos, sus ansiedades y esfuerzos. A medida que los individuos van agotando sus fuerzas, uno tras otro, y cuando la voluntad propia de cada cual ya no basta para alentarlos y mantenerlos, la inercia de toda la masa comienza a descargar su peso sobre los hombros del Comandante … estas son las cargas que debe soportar un jefe que desee realizar grandes proezas”.

Cuando el paisaje se oscurece, las informaciones son alarmantes y contradictorias, cuando el desánimo se hace presente, todas las caras se vuelven hacia el Comandante y él, nadie mas que él, debe dar las órdenes y cargar con todas las responsabilidades.

Es lo que Sebastián Piñera, Presidente de Chile, no hizo.

Desde hace ya años, sucesivos gobiernos de izquierda -muchos de cuyos líderes y simpatizantes se manifestaron en las calles contra el Gobierno Militar-, han mostrado sus simpatías por los que hacen los disturbios, y su desapego hacia los agentes del orden que, de alguna manera, en sus mentes seguían representando al “enemigo”.

La frecuencia, intensidad y violencia de este tipo de manifestaciones sufrieron un aumento constante a partir del año 2011, en que muchos próceres de izquierda abandonaron “la Transición”, tiraron por la borda sus propias historias de vida de los últimos veinte años y entregaron el testimonio revolucionario e inconformista a jóvenes estudiantes adornados de la “frescura” de la novedad de sus caras, aunque repitieran discursos añejos y gastados. Se agudizaron las contradicciones entre las manifestaciones pacíficas y por tanto legítimas y la violencia desatada cuya expresión chocó frontalmente contra las propias autoridades “renovadas”, que no pudieron superar la contradicción de ser, simultáneamente, los responsables del orden y la seguridad pública y simpatizar con los violentos.

No voy a incursionar en la cara oscura de la situación materializada por la promiscuidad, la corrupción, las complicidades personales y otras asociaciones espurias entre altos mandos policiales elegidos con extraños criterios y los funcionarios gubernamentales, agotados, con mucho poder y pocos escrúpulos, en medio de una prensa siempre favorable a los transgresores y un Poder Judicial permisivo, cuando no cómplice, del odio a todo lo que oliera a Gobierno Militar.

Carabineros de Chile quedó en medio.

Luego vino la larga saga del Instituto Nacional, a pocas cuadras de La Moneda que, impertérrita, presenció su destrucción. Como se señaló, el movimiento político – estudiantil iniciado en 2011, con las simpatías de los partidos de izquierda, por entonces en el gobierno, se inició con una fuerte campaña en los colegios fiscales de Santiago, con la complicidad benevolente de la Intendente Metropolitana que culminó su mandato con  siete establecimiento “tomados” y en proceso de demolición por parte de las bandas que los capturaron. El Alcalde entrante, logró estabilizar el control municipal sobre las tomas, pero no lo consiguió en el Instituto Nacional.

El año 2019 la situación se tornó imposible. La violencia se agudizó y se hizo inmanejable, Carabineros fue más y más constreñido en el uso de la fuerza legítima y las acusaciones sistemáticas contra Carabineros de Chile, -apoyadas por los medios de comunicaciones, los partidos de gobierno y parte del Centro de Padres del Instituto- con acusaciones de violación de DDHH a los estudiantes, hicieron imposible su accionar.

Redujeron su trabajo a mirar y tratar de contener la expansión de la destrucción y lanzamiento de bombas incendiarias.

La situación quedó fuera de control, ante la resignada ausencia del Gobierno de Piñera. La falta de reacción policial llevó a los estudiantes a trasladar la violencia fuera del Instituto, inaugurándose las acciones de “Evasión”, en que comenzaron a saltar los torniquetes de ingreso a las estaciones del Ferrocarril Metropolitano a vista y paciencia de todo tipo de autoridades, esto se consolidó y recibió el apoyo de terroristas jubilados del FMR que incluso hicieron instrucción de combate callejero en las aulas mismas del Instituto.

Asi llegamos a la debacle del 18 de Obtubre.

Con la autoridad política, municipal, judicial y policial completamente depreciada. Insultar y golpear a Carabineros se convirtió en una rutina “normal”, casi una entretención o un juego. Se extendieron los rayados con insultos soeces, las acusaciones por violaciónes a los DDHH de los manifestantes se legitimaron automáticamente, nunca, ningún tribunal encontró que ninguno de ellos fuera excesivo, infundado y directamente falso, que eran la gran mayoría de ellos. Jamás apareció un Fiscal.

Desde el comienzo de la violencia desatada, el Gobierno, a través de su Ministro del Interior y luego desde la boca del mismísimo Presidente adquirió una clara parcialidad en favor de los presuntamente afectados y nunca emitió reclamos por la violencia contra Carabineros ni menos contra la vejación de la autoridad, incluso la propia.

El Gobierno con el Presidente a la cabeza desapareció, se escondió, calló, se acobardó, abandonó su puesto de mando. Su simpatía por los delincuentes presuntamente agredidos aumentó y el respaldo a Carabineros, si fuera posible, disminuyó.

La protección de la reputación internacional del Presidente, particularmente ante los organismo internacionales y tribunales de DDHH, fue considerada merecedora de cualquier sacrificio de la sociedad chilena. Piñera se arrodilló ante Bachelet y fue escupido.

La campaña mediática de la izquierda se puso en marcha a toda velocidad. Un caso emblemático fue la campaña para inculpar a Carabineros de uso excesivo de la fuerza al emplear escopetas de perdigones. No era nada nuevo, son armas en uso desde hace años y las municiones fueron adquirida en el gobierno de Bachelet, pero ahora se descubrió que los perdigones eran dañinos e iban directamente a los ojos de los manifestantes y a veces de a parejas, uno para cada ojo. El inefable INDH acusó que 352 personas sufrieron lesiones oculares que 21 que sufrieron el estallido o pérdida del globo ocular. La misma organización días mas tarde corrigió su información: 5 de ellos sufrieron la pérdida de un ojo, 73 quedaron con lesiones oculares por agua a presión, gas lacrimógeno y golpe entre otros. Todo después de 5 semanas de batallas campales con violencia extrema de las turbas. Violencia que no mereció la atención de la Justicia.

El diario norteamericano The New York Times, asociado con un medio de televisión chileno particularmente odioso contra la policía, publicó un video y un artículo extremadamente tendencioso. Fue solo uno, aparentemente pronto se dio cuenta de la exageración y engaño, pero el daño ya estaba hecho e incrementado el pánico de la autoridades nacionales.

Este ha sido un caso de texto de una falla grave de liderazgo Presidencial y del Gobierno, antes y durante la crisis, un caso de abandono de deberes de primera magnitud y actualmente tenemos lo peor: los culpables de este desastre, el Presidente Piñera y su Ministro del Interior Gonzalo Blumel, designan y ponen en marcha un proceso para “reestructurar por completo a Carabineros de Chile”. 

Con candor explican: “Como parte de los compromisos que tomamos después del informe de Human Rights Watch (HRW), vamos a convocar a un consejo para la reforma a Carabineros», dijo el Secretario de Estado en conversación con CNN Chile.

Según Blumel «necesitamos una policía del Siglo XXI» y adelantó que la instancia que se realizará esta semana en La Moneda «se va a enfocar en revisar todo lo que veníamos haciendo en la modernización de Carabineros para ver si están a la altura de lo que se requiere; en segundo lugar, para abordar el tema de orden público; y, tercero, tenemos que ver cómo estas actuaciones en materia de orden público se consolidan bien con la protección absoluta de los Derechos Humanos». «No sólo debemos dejar que las instituciones funcionen (…) sino que hacer que funcionen”.

Si eso es lo que desean, es una gran decisión, pero el orden de las tareas está invertido, es imprescindible “reestructurar y refundar” al Estado en pleno: el Ejecutivo, poniendo a personas capaces y competentes; segundo al Legislativo, reduciendo sus absurdas dimensiones y exigiendo competencia técnica y idoneidad moral y tercero al Poder Judicial despolitizándolo y enfocándolo a las funciones que la Constitución les asigna, apartándolo de otras áreas que han ocupado ante el abandono y cobardía de los otros dos poderes del Estado, y eliminando la corrupción y otros vicios de que adolece.

Un Estado con grandes facultades, con una dotación inmensa y cara, de mala calidad, incompetente y sin control ni supervisión eficaz, es la peor maldición para Chile y resolver eso es prioritario.

El problema no es la Constitución ni Carabineros, es la gestión del Gobierno y la falta de liderazgo Presidencial.

11 de diciembre de 2019