DE LA CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL
La situación económica y social de los mapuches en la Araucanía es un problema que se arrastra desde hace años. La solución propuesta e implementada en el Gobierno Militar cayó pulverizada por las políticas aplicadas por Aylwin que desarmó lo hecho, introduciendo la presencia masiva de las empresas madereras y la repolitización del conflicto.
Esto, que podría haber sido solo la vuelta atrás de un proceso conocido, fue alterado por la virulenta presencia política e ideológica de una teoría que, en conjunto con otras pre existentes, se transformó en una nueva y poderosa arma contra la democracia.
En efecto, las demandas mapuches en la Araucanía fueron empleadas como vehículo para la promoción de un indigenismo, amplio y disruptivo que actúa en conjunto con la ideología y las técnicas del (pos)marxismo. Este fenómeno llegó a Chile desde Bolivia, vía Álvaro García Linera y desde el partido español Podemos que aportó la ideología pos marxista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
El indigenismo tiene sus raíces en la noción de colonialidad del poder, término propuesto por el peruano Aníbal Quijano para caracterizar un patrón de dominación global, propio del sistema -mundo moderno/capitalista- originado por el colonialismo europeo a principios del siglo XVI.
Esta dominación estaría compuesta por dos ejes: el sistema de dominación colonial y el mercado mundial capitalista, ambos controlados por las potencias europeas
Esta dominación se habría expresado en el eurocentrismo, “un modo de producción y control de relaciones intersubjetivas (la generación del imaginario social, la memoria histórica, y del conocimiento) dependientes tanto de las exigencias del capitalismo como de la necesidad de los colonizadores de perpetuar y naturalizar su dominación.
El rasgo más potente del eurocentrismo es la imposición de un enfoque distorsionado sobre los “dominados” que les obliga a verse a si mismos con los ojos del “dominador”, lo cual bloquea y encubre la perspectiva histórica y cultural autónoma de los dominados bajo el patrón de poder vigente.
En el caso de la América Latina, la formación de los Estados-Nación y de las identidades nacionales se habría establecido en base a la segmentación social y racial entre los “blancos” y los demás grupos (“indios, “negros”, “mestizos”, etc.).
La “decolonización”, busca pues la ruptura con el orden intelectual y cultural occidental, culpable de haber oprimido y casi eliminado a la cultura indígena; es una respuesta a la relación de dominación directa, política, social y cultural establecida por los europeos, lo que lo hace un proyecto tanto político como cultural[1].
Esto significa la ruptura con los enfoques analíticos y las prácticas socioeconómicas y políticas que conforman los pilares de la civilización occidental, para avanzar en la búsqueda de la «liberación social de todo poder organizado como desigualdad, discriminación, explotación y dominación».
Aldo Mascareño, investigador del Centro de Estudios Públicos[2] en su reciente ensayo “Abandonar la Modernidad” plantea que la existencia de una tendencia importante en la Convención Constitucional a la que llama “izquierda decolonial” “utiliza una serie de conceptos que son nuevos en la discusión pública chilena, como buen vivir, plurinacionalidad, decrecimiento, derechos de la naturaleza. Estos términos aparecen en la Convención y tienen su origen en una teoría social que se desarrolla desde los años 80 y 90 en adelante, especialmente con autores latinoamericanos”.
“En la Convención hay una izquierda decolonial que abandona la modernidad”.
Su conclusión es que para los Convencionales, “tanto la teoría crítica europea, como cualquier pensamiento europeo, están impregnados de colonialismo epistémico que subsume a las cosmovisiones indígenas”.
Los misión del decolonialismo es por tanto desenmascarar esa dominación y generar un proyecto político que se oponga a la modernidad. “El pensamiento decolonial genera una situación binaria, en el sentido en que cualquier cosa que provenga o tenga un sabor a europeísmo, no propiamente indígena, tiene que ser descartada, porque constituye colonización del pensamiento. Eso pasa incluso con los derechos humanos. Los DDHH no les son útiles: no son un elemento que pueda contribuir al proceso de emancipación local, porque justamente los derechos humanos provienen de una matriz europea colonial”.
El avance de este proyecto político queda a la vista cuando Boric se refiere a los mapuches como el “pueblo – nación” mapuche, es decir, a una comunidad étnica que en si misma constituye una nación, que convive por propia voluntad con otros pueblo próximos. En la Araucanía, el Estado- Nación Chileno negocia con el Pueblo – Nación Mapuche “
El Estado – Nación Chileno habría dejado de existir en esa parte del país.
Siches; la Ministro del Interior, habla de “los Territorios”; espacios habitados por “Comunidades”; con autonomía e identidad propia, acreedores a su reconocimiento como “Pueblos-Naciones con Territorio Propio”.
Esta nueva organización se está alejando del Estado Nación que Chile había sido hasta ahora, pasando a ser una agrupación “PLURINACIONAL” de autonomías comunales, territorios especiales, territorios indígenas y de regiones, sustentadas en el reconocimiento formal de su particularismo local, cultural y territorial con una arquitectura política administrativa propia. Estas autonomías tendrán también sistemas judiciales propios y diferenciados y derecho de propiedad sobre su territorio y recursos naturales.
Un problema que aun no ha sido aclarado es la situación en que quedarán los 17.076.076 ciudadanos chilenos: ¿conformarán un solo Pueblo Nación o varios? ¿Una sola Comunidad o varias? Los grupos sociales que compartan orígenes étnicos extranjeros similares o mestizos nacionales, ¿podrán formar Pueblos-Naciones y Comunidades? ¿en que territorios?
Algo no explicitado pero cierto, es que en este esquema los Derechos Humanos -de raigambre occidental todos ellos-, dejan de ser universales y pasan a ser objeto de interpretación particular de cada comunidad aplicando sus peculiaridades culturales. Habrá varios derechos de propiedad, de seguridad, de libertad, según los usos y costumbres comunitarios.
Como extensión de lo anterior y en un nivel mas sencillo, también planean sobre las mentes de los convencionales otras ideas novedosas:
Es mas feliz una sociedad pobre pero igualitaria que una rica pero con desigualdades. El “decrecimiento” o retroceso económico y social es positivo. La riqueza personal lleva al egoísmo y la competencia, alejándose de la solidaridad como principio ordenador de la vida social. La riqueza es el “estiércol del diablo”, y a contrario sensu, la pobreza es una condición deseable y querida por Dios. Se diferencian del marxismo tradicional en que creen que la emancipación no va a venir por un agente universal, sino por agentes locales, particularizados, de carácter culturalistas. Al descartar el pensamiento moderno y los principios de modernidad, se aleja del progreso cultural, científico y económico mundial, transformando a cada comunidad en un gueto.
Un proyecto de este tipo, tal vez podría tener justificación en Bolivia -patria de García Linera- en que de un total 8.261.554 de habitantes, 3.227.740 son blancos y 5.033.814 se identifica como aborigen. De los cuales el 49,8% habla castellano; el 11,6% habla solo lengua nativa y el 33,2% es bilingüe nativo y castellano.
En Chile con una composición étnica diferente, en que el 64,12% de las 17.076.076 de personas que participaron en el Censo de 2017 se declararon blancos y el 12,8% es decir, 2.185.792 personas, se consideran pertenecientes a algún pueblo indígena u originario, la gran mayoría de los cuales viven en Santiago y no hablan ni entienden mapudungun[3],un proyecto así no se ve conveniente ni viable.
La naturaleza, objetivo, forma de implantación y difusión de este proyecto, es efectuado por parcialidades, que tomadas individualmente presentan rasgos de justicia y lógica, pero que visto en conjunto, engañan a una sociedad con muy poca formación política.
Creo que es una prioridad nacional exponer y presentar, abierta y públicamente, este intento, ya en marcha, cuya principal herramienta es la Convención Constitucional en proceso.
[1] Los conceptos epistémicos incluyen el concepto de conocimiento, opinión fundada, justificación, probabilidad y otros conceptos que son usados con el fin de fundamentar opiniones y enunciados de conocimiento. Los principios epistémicos pueden ser formulados como principios relativos a sistemas de opinión o a sistemas de información, es decir, sistemas que caracterizan los posibles estados “de conocimiento” de una persona en un momento dado.
[2] Mascareño, Aldo, Doctor en sociología, editor de la revista Estudios Públicos y profesor de la UAI, “Abandonar la Modernidad”. CEP 2022.
[3] Sin considerar que la autodeclaración de indígena se ha visto muy motivada por los estímulos económicos y sociales que se han ido estableciendo en los últimos 10 años