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HABLEMOS DE CARABINEROS DE CHILE

El 19 de octubre de 2019, pese a las señales previas de lo que venía y ante la completa incapacidad y descontrol de Piñera y su Gobierno, entramos en un período de locura, en una borrachera violenta que, luego de cuatro años de perder el tiempo, gastar enormes cantidades de dinero y crear un ambiente negativo que nos afectó a todos en todo sentido, pareciera que la votación del 17 de diciembre recién pasado nos hubiera devuelto la serenidad y el buen juicio que nunca debimos abandonar.

Esta nueva situación entonces es el momento para volver a atender nuestras inquietudes e intereses críticos y, a mi juicio, los intentos de la izquierda de demoler (REFUNDAR) a las Policías chilenas, son las más relevantes.

Desde hace años, la izquierda mantiene una ofensiva intensa contra el Cuerpo de Carabineros de Chile. Su degradación, control y politización es uno de sus objetivos prioritarios y permanentes.

Desde el gobierno de Aylwin, con distintas intensidades, el Partido Comunista y sus cómplices han montado una persistente campaña contra esa querida institución, bajo el pretexto de una presunta necesidad de REFUNDARLA, diagnosticada y establecida por si ante si.

Una policía débil y corrupta es la antesala inevitable de un gobierno débil y caótico como el de Boric. Un partido político antidemocrático malvado y siniestro, como el Partido Comunista, es la vía rápida para que se nos imponga un gobierno despótico y liberticida.

Ambos, juntos son mortales.

Es por eso que Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones son los muros de contención que detienen a esa orda maligna.

El Congreso, una institución degradada y desprestigiada, apoyada por pseudo intelectuales autodesignados “Expertos en Seguridad y Defensa” se apoderó de la tarea y están copando todo el espacio mediático y político.

En efecto, esas instituciones políticas y académicas radicalizadas, que se desenvuelven en un ambiente soez e irresponsable, plagada de corrupción y comportamientos reprobables, carente de representatividad y en los últimos lugares de cualquier ranking de apreciación, respeto o calidad que se consulte y que se ha mantenido en esas condiciones por años y años, carecen de la legitimidad para pretender REFUNDAR A CARABINEROS DE CHILE”.

De aquí nace la imperiosa necesidad y urgencia de que quienes tienen la experiencia y los conocimientos aborden la discusión de este tema con seriedad, antecedentes fidedignos, buena fe y sobre todo con la mejor información existente sobre lo que sucede en el ámbito internacional, en estas materias.

El lugar de los aficionados ya está tomado, ahora deben entrar los que saben y se atreven y a ellos hoy los convoco.

La violencia, insolencia, mentiras, soberbia e ignorancia en que nos han tenido algunas elites durante estos años no se van a curar de la noche a la mañana y es previsible que las relaciones entre bandos políticos y entre ellos, el gobierno y la ciudadanía, no fluyan con la facilidad necesaria, y que la audacia unida a la irresponsabilidad y soberbia, agredan otra vez a los defensores de la paz y el orden y que todos nosotros, juntos a Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones, volvamos a caer en otra vorágine igual o peor que las que hemos conocido estos años, agravada por el incremento exponencial de nuevos delitos, más feroces y despiadados que los que habíamos experimentado hasta ahora, con luchas entre están bandas delictuales internacionales asociadas con criminales locales y con otros arribados ilegalmente con el apoyo de los gobiernos de Bachelet y Piñera, que están conformando nuevas aristocracias criminales de magnitudes desconocidas para nosotros.

Señoras, señores, nada positivo vendrá de nuestros enemigos, ellos solo nos desean mal. Nadie vendrá a salvarnos. Nos salvamos solos o naufragamos, es por eso por lo que esta noche los invito a dedicar nuestros mejores esfuerzos intelectuales, morales y profesionales a pensar cómo proteger a nuestros carabineros y policías y como aseguramos su supervivencia y calidad en este escenario crecientemente peligroso y dañino.

Los diagnósticos que hacen nuestros enemigos sobre nuestras policías serían risibles, si no fueran insultantes[1].

Un ejemplo es la Sra. Lucía Dammert, instalada en el 2° piso del Gobierno de Boric, luego expulsada por su colusión con traficantes de drogas mexicanos y regresado e instalada nuevamente en

la Universidad de Chile, desde donde pontifica sobre la “REFUNDACIÓN”.

Primero viene el elogio:

“Chile fue un país atípico en los estudios de seguridad ciudadana. Primero, los niveles de violencia no crecían exponencialmente como en el resto de América Latina, especialmente en los delitos violentos. Segundo, a pesar de la aparente tranquilidad delictual, los niveles de temor de la población se ubicaban en niveles similares a países que enfrentaban una verdadera epidemia homicida.

Tercero, las policías eran la institución más confiable del país”

“Desde todos los rincones de la región (sudamericana) se miraba con recelo (y también envidia) este modelo social que había logrado construir una policía eficiente, profesional y querida por la ciudadanía. Que contaba con el aumento permanente de su dotación y presupuesto, así como múltiples señales de apoyo político de todos los presidentes democráticos”

Luego viene la puñalada:

“La mayoría miraba para el costado cuando se reconocía el uso excesivo de la fuerza en las manifestaciones públicas y el evidente maltrato que sufrían las comunidades mapuches en el sur de Chile. Todo ello era visto como excepciones, casos aislados que ocurrían en territorios alejados de la televisión y las redes sociales[2], que se presentaban política y mediáticamente como la “única” forma para combatir el delito, al delincuente, al vándalo también llamado terrorista”.

Finalizando en la mentira:

“Es decir, la legitimidad policial en Chile estaba concentrada en una perspectiva de efectividad que era exaltada por sus eficientes campañas comunicacionales, así como por una estrategia de directa vinculación con la ciudadanía”.

En breve, según Dammert:

1.-Carabineros de Chile es una institución valorada y apreciada a nivel nacional y en el extranjero.

2.- Que hace uso excesivo de la fuerza

3.- Que toda esa eficiencia es una mentira basada en exitosas campañas comunicacionales y una estrategia de vinculación con la ciudadanía”

La valoración que la sociedad chilena ha hecho y sigue haciendo de las Policías se ha mantenido en muy altos niveles durante más de 50 años, sin interrupción alguna. Cualquier empresa de difusión de imagen que logre una eficiencia así sería, sin duda, un récord mundial.

Y respecto a la “vinculación con la ciudadanía. Esa fue, precisamente la estrategia adoptada por Carabineros y la Dammert, autora de la crítica reconoce su éxito.

.. Y cierra con una perla de estupidez:

“La literatura sobre los cambios estructurales necesarios para avanzar hacia la construcción de una policía democrática, además, muchas veces evita revisar los casos considerados exitosos o prometedores (Pliscoff,2008)”. Es decir, según Dammert, si las organizaciones policiales chilenas tuvieron una estrategia de vinculación con la ciudadanía exitosa, para que haya “avance en la construcción de una policía democrática”, hay que ocultarla, desconocerla o esconderla.

Este sinsentido parece solo un error de impresión, pero no lo es. Los enemigos de la democracia necesitan, promueven y exigen el desorden, el caos, la violencia y la delincuencia, por lo menos hasta haber alcanzado el poder y establecido su dictadura.

Veamos el problema en otra perspectiva:

El problema de la seguridad y el orden público se ha vuelto más y más complejo. Sucede en todo el mundo y las causas son variadas, profundas y no hay como evitarlas, se expanden por el planeta y lo

mas que se puede hacer es retardar su llegada y desarrollar técnicas y conductas sociales que limiten sus existencia y efectos.

También hay realidades y conductas y opiniones del Gobierno de Piñera que confirman que, luego de haber sido presidente de la República por casi dos períodos, recién ahora vino a darse cuenta de que el Estado de Chile, su Gobierno y sus Policías tenían profundas carencias en el ámbito de la INTELIGENCIA, y que los prejuicios y la  mala fe de la izquierda impidieron resolver oportunamente.

Lo mismo sucede en tecnologías, armas y vehículos que, cuando existen, están faltos de mantenimiento y existen en números insuficientes.

El entrenamiento en técnicas de control de multitudes es insuficiente y el empleo de las armas con seguridad, precisión y control, requiere empleo de municiones en niveles muy altos que el gobierno no financia.

Las cadenas de mando y de responsabilidades están diseñadas para que las autoridades políticas y administrativas puedan esquivar toda responsabilidad, pero también para que puedan apoderarse del mando, que quieren lucir, pero que no saben ni quieren ejercer.

Es razonable preguntarse cómo es que el Gobierno y en particular Piñera, su presidente, no fueron capaces de caminar una cuadra, hasta el Metro Moneda, para ver personalmente como los vándalos y sus líderes practicaban la toma y destrucción de sus estaciones. Boric se tomó fotos y videos mostrándo como destruir y saltar los torniquetes y los terroristas del Partido Comunista impartieron clases en el Instituto Nacional, a tres o cuatro cuadras del escritorio de Piñera sobre como incendiar y volar estaciones y supermercados.

Y los políticos seguían insistiendo en que las necesidades de Inteligencia, equipamiento y entrenamiento policial no eran necesarios ni urgentes.

¿Dónde estaban los “Expertos” universitarios?

Ni hablemos de Gestión: El 15 de febrero de 2011 se autorizó el incremento de 10.000 carabineros al año 2014 y se asignaron los recursos correspondientes.  El 8 de Octubre de 2014 se autorizó el incremento de otros 6.000  carabineros mas, sobre los 10.000 anteriores. Nunca se reclutaron. Y buena parte de los $ 26.000.000.000 apozados para financiar ese gasto, desaparecieron desde las arcas de la Subsecretaría de Carabineros. De la Subsecretaria nunca se supo nada, todas las burlas, difamación y acusaciones cayeron solo sobre carabineros. ¿Dónde estaba el Ministerio del Interior?, ¿Quién puso la cara?. Todo desapareció en la nada.

La falta de claridad financiera y de los aspectos logísticos de las policías son responsabilidad de sus mandos y esos mando son los gobiernos.

Todo transcurre en nebulosas en que concurren los intereses y asociaciones mas oscuras y nunca se llega al fondo del baúl.

El incumplimiento de estos planes derivó en una carga laboral inhumana para miles de carabineros que debieron soportar jornadas interminables y peligrosas, mal equipados y luchando contra los miembros del mismo gobierno, unidos a los terroristas y sus organizaciones de DDHH. 

Basta ya de improvisaciones, no se trata de más o menos miles de policías, hay que enfrentar el problema en conjunto y en su totalidad, determinar con certeza que es lo que los gobiernos entienden por seguridad ciudadana y combate a la delincuencia, hasta donde están dispuestos a dar la cara y poner el pecho, hasta cuándo van a seguir escondidos detrás de los policías.

¿Cómo se van a enfrentar con seriedad los nuevos delitos que aparecen a diario?. Como se va a legislar para que nunca más un gobierno sea cómplice del ingreso ilegal y clandestino de extranjeros que llegan por miles ilegalmente a Chile. ¿Cómo y cuándo se va a combatir en serio el terrorismo en la Araucanía y en los barrios de Santiago y Valparaíso.?

El gobierno y sus autoridades, desde el Presidente, mandatario constitucional del pueblo de Chile, para abajo, Ministro del Interior, Delegado presidencial regional, intendentes regionales,  subsecretarios y otros, que de una vez asuman las responsabilidades políticas de las órdenes que dan o peor, “que insinúan”, sin hacerse nunca cargo de los “efectos colaterales”.

Que no se diga que no hay recursos, diariamente vemos decenas de “fundaciones” que se roban miles de millones de pesos y vemos a políticos que atropellan y matan a un Carabinero y no le sale ni por curado. Que lo estaba.

No más parches, es la hora de la seriedad y la moral. No más apariencias, no más simulaciones, no más compadrazgos.

Enfrentemos la realidad. Es hora de profesionales, no más payasos.

Tenemos que hablar, tenemos que gritar.

¡ AHORA !

Fernando Thauby García

Melosilla, 29 diciembre 2023


[1] Dammnert, Lucía. Ex integrante del “2°piso” del Gobierno de Boric y actual profesora en la Universidad de Chile.

[2] La Autora, oriunda de un país subdesarollado, parece ignorar que Internet funciona a muy alta velocidad en todo Chile y tanto la TV como las redes sociales llegan instantáneamente a quien quiera verlas.

LOS “MODERNIZADORES” DE CARABINEROS DE CHILE

El 15 de febrero de 2011 me desempeñaba como asesor de un diputado y en esa condición fue consultada mi opinión respecto a un gran incremento de personal para Carabineros; el Gobierno[1] presentaba una ley que aumentaba la dotación de Carabineros en 10.000 personas más al año 2014. El ministro del Interior y Seguridad Pública, señaló que “nuestro Gobierno está cumpliendo con aquello con que se comprometió en la campaña presidencial y en estos 11 meses de Gobierno”,

Primera pregunta: ¿Por qué 10.000 y no 8.000 o 12.000? Nadie pudo dar una respuesta concreta. ¿Costo del proyecto?, solo se sabía el costo de las remuneraciones para los nuevos Carabineros. Se desconocía el financiamiento de aspectos tan evidentes y cuantiosos como: alimentación, vestuario, equipamiento policial, equipamiento de seguridad, transporte, combustibles y vehículos, telecomunicaciones, educación, previsión a largo plazo, salud –considerando que Carabineros no tiene ley de salud-, bienestar, traslados y viáticos, infra-estructura policial y familiar y un largo etc.

El día de la sesión de la comisión de la Cámara de Diputados que aprobó el proyecto, el Director General mostró un breve power-point. Las preguntas de los miembros de la comisión fueron poquísimas, superficiales e insubstanciales y en medio de congratulaciones mutuas todos se fueron felices.

Lo relevante para los diputados, el Gobierno y Carabineros, era no aparecer interfiriendo con el incremento del número de policías. La situación política y electoral lo hacía desaconsejable y la gran mayoría de los diputados no entendían nada y les interesaba aún menos.

El 8 de Octubre de 2014, con la presencia del Ministro del Interior [2]y Seguridad Pública, la Sala del Senado aprobó en general por 26 votos a favor, el proyecto de ley que aumentaba la dotación de Carabineros de Chile en 6 mil funcionarios más entre esa fecha y el final del año 2017 es decir 6.000 más sobre los 10.000 ya autorizados el 2011.

Esta vez, además de las remuneraciones, se consideraba el costo operativo directo (vestimenta básica, consumos básicos y equipamiento operativo básico)”, es decir, la nada misma. Tampoco se aclaró si el aumento de 10.000 carabineros iniciado por el gobierno anterior había sido o no completado.

El General Director de Carabineros hizo un curioso juego de cifras que no fue cuestionado por nadie: “Al año 2010 la planta estaba conformada por 45.748 funcionarios y al año 2014 aumentó a 53.522 efectivos (+7.774). Recalcó que esa cifra correspondía a la planta legal que no es lo mismo que la dotación efectiva porque existen vacantes que se van produciendo, ya que el escalafón tiene movilidad permanentemente, y es así como a la fecha, la dotación efectiva era de 49.808 carabineros (es decir en 4 años  -2010 / 2014- hubo un incremento real de solo 4.060 carabineros, habiéndose autorizado el año 2011 un aumento de 10.000).  Esto, mientras se discutía un nuevo aumento de 6.000 nuevas plazas más.

El epílogo de esta frivolidad político / policial fue el robo de  parte de los $ 26.000.000.000 “empozados” para pagar los sueldos a Carabineros que no existían y que el Congreso aumentó dos veces, en 16.000 personas, en forma completamente irresponsable. Un sistema inventado, sin duda, por Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, y administrado bajo la supervisión del Ministerio del Interior.

Los prejuicios no son un buen punto de partida para un análisis. Tratemos de ser tan objetivos como sea posible. La Institución de Carabineros de Chile ha estado varios años en el ojo del huracán, por errores propios y ajenos, por deficiencias suyas y de los gobiernos, por cálculos políticos y por ideologías.

Comencemos por el principio: Carabineros no es una institución propiamente militar, es una institución con origen y formas militares y cuyas funciones principales se materializan en el ámbito civil y ciudadano. Proveen Seguridad y Orden Público.

Seguridad Pública: Los objetivos principales de la seguridad son proteger a las personas, sus bienes y su tranquilidad contra los daños y amenazas que puedan provenir de otras personas.

Van desde dirigir el tránsito a disuadir y atrapar a los delincuentes comunes. Dar seguridad, a los bienes y las instituciones; combatir el crimen organizado, la gran delincuencia. También contener temporalmente emergencias civiles graves o urgentes, masivas o individuales.

El concepto de Orden Público no es definido por la Constitución ni la ley, y la doctrina coincide en que es un concepto difuso, amplio e impreciso. Cierta tendencia doctrinal mayoritaria sostiene que el concepto de orden público está vinculado a una función de protección, permitiendo limitar la autonomía de la voluntad individual en interés de la comunidad.

La función de mantención e imposición del orden público se refiere a la previsión, contención y control de expresiones violentas, ilegales, destructivas o peligrosas para sus perpetradores u otras personas, efectuadas por grupos humanos fuera de control o controladas por personas con propósitos y comportamientos inciviles.

En ambas funciones el rango de tareas de Orden y Seguridad, en Chile y en todas partes, es amplio y cambiante.

Esta variedad de funciones lleva a que en muchos países existan dos componentes organizacionales: la componente de Seguridad apuntada al trato personal, cooperativo, educador y protector de la ciudadanía y la componente de Orden equipadas y entrenadas para tareas más bruscas o complejas, ambos componentes reunidos en una sola organización o en dos o tres organizaciones independientes.

Así, en EEUU, los Estados disponen de policías Civiles Estatales de carácter más o menos civil para tareas de Seguridad, y unidades militares de la Guardia Nacional para las funciones de Orden, más una amplia variedad de “Agencias” federales, que cubren acciones antisecuestros violentos, antiterroristas y otras.

En Francia la Policía Nacional, de carácter civil, tiene las siguientes tareas: Dar seguridad a las personas, los bienes y las instituciones; controlar los flujos migratorios y luchar contra la inmigración ilegal; combatir el crimen organizado, la gran delincuencia y la droga; proteger el país contra la amenaza exterior y el terrorismo, y mantener el Orden Público.

La Gendarmería Nacional Francesa es una organización militar con misiones fundamentalmente de policía dentro del territorio nacional francés, así como misiones de carácter militar en aquellos países o territorios extranjeros donde sean desplegadas.

Los Gendarmes son responsables de mantener el Orden y la Seguridad Ciudadana en las zonas rurales  y/o periurbanas, mientras que la Policía Nacional es responsable de la mayoría de las zonas urbanas.

La Policía Nacional tiene el mando centralizado de las CRS (Compañías Republicanas de Seguridad) y está encargada de su mando y organización. Conforman un cuerpo militarizado entrenado específicamente en las técnicas antidisturbios y control de manifestaciones en todo el país.

Las CRS asumen las tareas que se desarrollan en niveles mayores de violencia o de peligrosidad cuando se producen disturbios públicos mayores, así como también rescates en el mar y en las montañas.

En Canadá, el modelo de policía montada de tipo militar se inspiró en modelos policiales de Europa. Sin embargo, si bien sus orígenes son de carácter militar a lo largo de los años ha tenido reformas que le acercan más al modelo de policía comunitaria. Uno de los enfoques prioritarios de trabajo de este cuerpo policial es la prevención del delito para lo cual trabajan estrechamente con la comunidad.

De acuerdo con la Ley, este cuerpo policial está encabezado por un Comisionado, quien, bajo la dirección del Ministro de Seguridad Pública y Preparación para Emergencias de Canadá, tiene el control y la administración de la Fuerza y todos los asuntos relacionados con ella.

En Chile, el debate público respecto a la impronta militar o civil de la policía está influido de elementos de emocionalidad y prejuicios que lo reduce a la inutilidad. Por ejemplo en un intercambio epistolar reciente una parte sostiene que la eliminación de la impronta fundacional militar del Cuerpo de Carabineros lo haría perdería sus características de “no deliberante, jerarquizado, disciplinado y profesional”.  La realidad mundial muestra a muchas policías con un origen fundacional de impronta civil que tienen esos atributos en diversos grados y en los que su origen no es realmente relevante. De la misma manera el argumento de que su “estructura y doctrina” les impiden modernizar su organización interna y no permiten controles cruzados”, es falso. Las organizaciones militares son más  aptas para adecuarse a orgánicas flexibles y cambiantes que la mayoría de las instituciones estatales y privadas. Los cambios tecnológicos, operativos, políticos, de los escenarios y de los oponentes, unidos a los frecuentes ejercicios con fuerzas de otras armas y de otros países les permiten observar y comparar en tiempo real la calidad, realismo y eficiencia de sus procedimientos y doctrinas.

La estructuras militares modernas exigen que una misma unidad esté sometida constantemente a controles y directivas de diferentes organismos, de carácter político, estratégico, técnico, financiero, de contraloría fiscal y de derechos humanos, solo por nombrar algunos.

No cabe duda que el problema no va por ahí. Mas aún, muchas policías civiles suelen tener códigos de disciplina estrictos y muchos ejércitos carecen de ellos. Muchos ejércitos se modernizan técnica, social y políticamente en forma constante y muchas policías se quedan estancadas en un pasado que ya se fue.

La diferencia la hacen otros atributos: el espíritu de cuerpo y su compromiso social. La potencia de la tradición, la firmeza de la moral, la profundidad de las convicciones, la lealtad entre los diferentes niveles de mando y entre los diferentes servicios y especialidades y sobre todo, la claridad, competencia y firmeza de carácter de las autoridades superiores, políticas en este caso, y de su compromiso con la eficiencia y la transparencia de todos los organismos del estado, civiles y militares.

Tenemos un Cuerpo de Carabineros excelente, hecho de la mejor madera, con tradición, orgullo y compromiso, querido y respetado por la ciudadanía, admirado por otras policías, ¡que excelente policía sería si tuviera mejores mandos políticos e institucionales!.

La falla no está en la Institución, está en el Estado de Chile y en los Gobiernos que lo administran, comenzando por la más básico: ¿Quién las manda?; ¿Quién dispone sus doctrina y supervigila su comportamiento operativo y táctico? ¿Qué autoridad asume las responsabilidades políticas de las acciones que dispone o autoriza el Gobierno?¿Quién le fija las reglas de uso?, ¿Quién supervigila y controla su gestión, administración y desarrollo?.

El monólogo de Gonzalo Blumel[3], Ministro del Interior de Piñera los años 2010 – 2013, en su obra “La Vuelta Larga”, es muy elocuente respecto a la confusa relación Gobierno y Seguridad Interna.

Saliendo Blumel del Salón Rojo después de una reunión de crisis con Piñera y sus asesores, se cruza con el general Javier Iturriaga y piensa “mientras bajaba a mis oficinas por las escaleras de piedra del Patio de las Camelias, no dejaba de agradecer, mentalmente que ese tema imposible estuviese fuera de mis responsabilidades”.

El problema de seguridad interna que tiene al país al borde de un golpe de estado y al Presidente esperando su deposición violenta, no es su problema, es problema del general Jefe de la Zona en Estado de Emergencia.

Ahí está la base de la crisis.

Melosilla, 18 de diciembre de 2013

Fernando Thauby García


[1] Rodrigo Hinzpeter, Ministro del interior

[2] Rodrigo Peñailillo, Ministro del interior

[3], Blumel Gonzalo, La Vuelta Larga, Agosto 2013, pag 142

USO DE LA FUERZA EN CHILE, HOY Y MAÑANA

PUEBLO, DERECHOS HUMANOS, DELINCUENCIA, PASIÓN,

GOBIERNO, POLICÍAS Y MILITARES.

El tema que abordaré es altamente debatible, pero casi no se debate. Pareciera que nadie quiere cuestionar el estatus quo: no los políticos y tampoco los militares. Los académicos suelen estar alineados con alguno de los dos bandos anteriores.

Por lo señalado, comenzaré con una breve crítica a un autor clásico de la modernidad y hasta hace poco, plenamente vigente, Morris Janowitz[1].

“La guerra, ¿puede ser considerada un caso especial de la teoría general de los conflictos sociales?”. Janowitz sostiene que hay diferencias insalvables: Primero, en la segunda mitad del siglo XX la guerra es una clase de conflicto “especial” ya que son luchas exclusivamente entre estados – naciones. Las guerras entre los “imperios” y los grupos políticos revolucionarios independentistas concluyeron en la formación de nuevos estados-naciones, potencialmente nuevos estados contendores belicosos. Segundo, la guerra se diferencia de otros conflictos sociales en que la actividad guerrera constituye una ocupación altamente profesionalizada y especializada: el soldado profesional. Tercero, la determinación del tránsito de la condición de paz a guerra está determinada por una forma de cálculos que no existen en otros conflictos. La prolongación de la paz no lleva necesariamente a su continuación y fortalecimiento sino que incrementa la incertidumbre y potencia “la anticipación” en el inicio de las acciones bélicas”.

Los modelos de “equilibrio simple”, no son aplicables y la apreciación de los esfuerzos voluntaristas y los cálculos de las élites son más apropiados y esclarecedores de la probable evolución “normal” de las situaciones.

“Otro aspecto relevante es que “el desarrollo de nuevas tecnologías en el largo plazo requiere de la profesionalización de las elites militares, en que las FFAA toman un aspecto mas parecido a las organizaciones de gobierno o de negocios”.

Creo que la tesis de Janowitz ha perdido buena parte de su validez o, por lo menos, es muy discutible.

Otro referente inevitable respecto al fenómeno bélico es la obra de Carl von Clausewitz[2]. Durante el tiempo transcurrido entre su publicación hasta el fin de la II Guerra Mundial y más claramente hasta fines del siglo XX, pareció que su libro era la Teoría General de la Guerra, final y definitiva. Sin embargo, desde el comienzo y sin que invalidara su teoría, aparecieron críticas y planteamientos de insuficiencias, las primeras fueron a raíz de la guerra del pueblo de España contra Napoleón; siguieron las guerras “limitadas” entre imperios coloniales y luego las Grandes Guerras Mundiales, la I y la II que en los análisis ex post, parecieron confirmar los aspectos más clásicos de su teoría. Sin embargo, su epílogo, con el empleo del arma atómica y luego las guerras de la descolonización, la más significativa la Guerra de Vietnam, en que las FFAA norteamericanos nunca tuvieron claro que es lo que quería su Gobierno y fueron derrotadas después de sufrir 60.000 bajas, abrieron paso a una profunda reflexión.

Después de este drama, Clausewitz fue llevado de regreso a las Academias militares de los EEUU, pero poco a poco, la pugna político partidista y las características de las nuevas formas de guerra que surgieron, fueron desvirtuando esta propuesta hasta llegar al fracaso inaudito de EEUU y Europa en su Guerra contra el Terrorismo, que tuvo su punto de inflexión en Afganistán en que las fuerzas de los EEUU y de varios países de Europa huyeron, cansadas de las bajas, en una guerra sin objetivo político y sin objetivos estratégicos, más allá de matar a Bin Laden y castigar a los talibanes. Las guerras en Afganistán, en Siria, en Armenia, en Palestina, en Ucrania parecen señalar que las guerras protagonizadas por estados “des-estructurados” que no coinciden con el formato tradicional de estado decimonónico, son cada vez más frecuentes y difíciles de entender.

La valoración de la teoría de Clausewitz, a mi juicio, se ha reducido entre algunos políticos, académicos y militares debido a una interpretación carente de la flexibilidad necesaria para incorporar el desarrollo y evolución habida en las sociedades en el último siglo. En efecto, al considerar la trilogía, Gobierno, Pueblo y Ejército, podemos comprobar que si bien para Clausewitz los tres elementos son fundamentales y están siempre presente, el marco que permite iniciar y concluir las guerras, está dado por el Gobierno y el Ejército, dejando al Pueblo como elemento fundamental en su duración, persistencia e intensidad.

Por otra parte, los estados se han venido depreciando constantemente, las personas tienen mayores niveles de educación, de exigencias, de autonomía, su crítica hace que los estados -en especial los democráticos-  sean cuestionados en forma constante -y a veces afectando directamente a sus procesos de toma de decisiones- por movimientos de opinión pública que se transforman en presiones políticas.

Los medios de comunicación social masiva permiten la existencia de “corrientes de opinión” al margen del control estatal y que llegan a influenciar y determinar su comportamiento. Muchas veces las decisiones de sus dirigentes y de las instituciones tradicionalmente dirigentes, son sobrepasadas por el Pueblo expresándose en forma instantánea, voluble y a veces violenta.

Por otra parte, el factor Militar ha tenido variaciones relevantes. La causa y motivo de la “profesionalización” y especialización del factor Ejército que Janowitz atribuye a su creciente complejidad técnica, se ha vuelto muy variable y discutible. En efecto, la sofisticación y complejidad de muchas de sus armas, las hacen ser materia de técnicos de alto nivel, que suelen no ser militares y los militares suelen ser mayormente usuarios de ellas. Desde otro ángulo, la creciente educación de la humanidad y la difusión del uso de las tecnologías hace que personas con muy poco o ninguna educación técnica puedan operar equipos e instrumentos “amigables” en tal grado que suelen ser incluso más fáciles de usar que muchos juguetes.

Las formas en que se llevan a cabo muchas guerras, incluyen operaciones largas y muy intensas, en que se emplean las armas más complejas que son operadas por personas básicas, mucha veces campesinos o ciudadanos urbanos de bajo nivel de educación.

Esto no implica que las armas y sistema sofisticados no sigan requiriendo usuarios militares de alta preparación, pero se ha establecido una asimetría en que a veces un misil simple, disparado por un operador analfabeto es capaz de destruir una aeronave super sofisticada, o un dron operado por un adolescente puede destruir varios tanques muy complejos de muchos millones de dólares. No cabe duda que la alta dirección militar sigue siendo materia de especialistas, pero a veces también pueden ser obtenidos por voluntariedad o contrato[3].

Estos cambios parecen estar llevando a una extraña situación en que a veces la motivación de uno de los pueblos de los bandos es eminentemente racional y del otro fuertemente irracional o emocional, pero ambos resolutivos.

Las tropas de las formaciones militares del bando racional exigen que se les proporcione explicaciones y motivos explícitos para luchar, y los elementos componentes básicos de su moral serán, las relaciones sociales internas, el liderazgo de sus mandos a todo nivel, los beneficios materiales, el adoctrinamiento ideológico, la justicia y el significado humanitario de la guerra; el bando más emocional, por su parte, requerirá razones religiosas, ideológicas, sociales, nacionales, tribales o familiares, beneficios materiales significativos y prontos, y mucha veces una intensa manipulación y dominación.

En muchas oportunidades los líderes ideológicos, religiosos y sociales  reemplazan a los líderes militares y políticos en el fortalecimiento y conservación de la moral.

Quedan en el aire dos conceptos que a mi juicio parecen más bien formas de catalogar el fenómeno, que formas de guerra. Me refiero a la guerra irregular y la guerra hibrida.

La Guerra Irregular es una forma de lucha entre actores estatales y no estatales por la legitimidad y la influencia sobre una determinada población. La guerra irregular favorece las aproximaciones indirectas y asimétricas, aunque puede emplear toda la gama de capacidades militares y de otros tipos, para debilitar el poder, la potencia y la voluntad de un adversario. Es una lucha prolongada que desafía la resolución del estado agredido y sus socios estratégicos.

Su carácter es diferente al de la guerra convencional y no se detiene ante el uso de procedimientos y medios sancionados por los convenios internacionales, como el terrorismo y los asesinatos, empleando medios desde los más básico hasta los tecnológicamente más avanzados. Los procedimientos operativos y tácticos concretos se van adaptando según las circunstancias y disponibilidades en cada momento.

La Guerra Híbrida, por su parte, es una propuesta estratégica que además de emplear todos los recursos de la Guerra Irregular, recurre a los medios y procedimientos convencionales junto a otros que se apoyan en las tecnologías de guerra cibernética, para crear otros métodos de influencia como las noticias falsas, la diplomacia, la guerra jurídica e intervención electoral desde el extranjero y en las que la influencia sobre la población resulta vital.

Es un nuevo tipo de guerra que «viene a dar por superada la guerra asimétrica (ejército convencional contra fuerza insurgente)».

Una ventaja de esta estrategia es que el agresor puede evadir parte o toda la responsabilidad de un ataque (la negación plausible).

A diferencia de lo que ocurre en la guerra convencional, el “centro de gravedad” de la guerra híbrida es la moral de un sector determinado de la población (estrategas, políticos, líderes religiosos, sociales, valores) de valor resolutivo.

Es un concepto aun no aceptado universalmente, pero de uso constante y frecuente, muchas veces tan oculto que el agredido siente los efectos sin identificar el origen.

Un último punto es la expansión creciente de los delitos graves y organizados llevados a cabo por bandas criminales que no reconocen fronteras ni sistemas judiciales o de seguridad nacionales, manejan ingentes cantidades de dinero y su capacidad de corrupción ha destruido a muchos gobiernos. Su funcionamiento está en un lugar indeterminado o confuso entre lo delictual, el terrorismo, el combate militar irregular y regular, organizado como actividad política revolucionaria. En muchos países el crimen organizado está derrotando o ya derrotó al estado.

Las relaciones del conjunto Estado, Fuerzas, Pueblo, parecen entonces estar sufriendo cambios radicales, muchos de los cuales ya están presentes en los conflictos armados actuales.

Otro elemento de muy difícil manejo es la existencia y funcionamiento de los “partidos políticos antisistema”. Partidos que reconociendo su búsqueda de imponer un estado totalitario, usan y abusan de las facilidades de la democracia y la corroen y debilitan actuando “legalmente” desde dentro de las instituciones, incluso apoyando a estados o fuerzas internacionales que las debilitan.

Esto es evidente en el esfuerzo sostenido e incansable de debilitar, enervar o restringir el uso de los recursos de autodefensa propios del Estado, consiguiendo crear condiciones de ingobernabilidad que favorecen sus designios.

La acción de varios movimientos políticos en Chile que intervienen abierta y ostentosamente en favor de movimientos terroristas, delictuales y narcotraficantes es ya tan normal que no causa ningún tipo de inquietud. De la misma manera, organismos financiados por el mismo estado, se esfuerzan y logran debilitar la moral de sus fuerzas de orden y defensa, a partir de una interpretación sesgada de los DDHH, en beneficio de las fuerzas que buscan arrinconarlas.

En Chile se ha establecido una “verdad” indiscutible, “que las FFAA, aun cuando tienen por misión constitucional contribuir a la seguridad interior y asumirla protagónicamente en determinadas condiciones constitucionales, han sido llevadas a una condición de parálisis bajo el pretexto de no “policializarlas” y las FF de OO, han sido restringidas en el uso de sus medios coercitivos, bajo el pretexto de impedir su “militarización”. Llevando al gobierno de Chile a un nivel de impotencia insostenible.

La función Seguridad, frente a las nuevas amenazas

Esta nueva situación lleva a algunas personas a dar por sobrepasados los roles tradicionales de las FF.AA y FFOO proponiendo superponer – incluso a refundir – la función militar de defensa con la función de seguridad tradicionalmente monopolio de las policías y otros  organismos civiles especializados, y a involucrar a las FF.AA. en la “producción de seguridad” en ámbitos y tareas que hasta ahora les eran ajenas, y que van desde la lucha contra el narcotráfico, el combate a la contaminación, la inmigración ilegal, el contrabando de drogas, la reducción de la pobreza mediante acciones productivas directas o la conservación de la naturaleza. Seguir este camino significa privar al estado de su capacidad militar para protegerse de otros estados y lleva a conformar fuerzas híbridas que por la presión de las circunstancias terminarán especializándose en funciones originalmente accesorias.  Los procedimientos y doctrinas militares y policiales son diferentes en su naturaleza y propósitos, y concluirán replicando el esquema que se quiso eliminar: una parte de las fuerzas dedicadas a la acción policial y otra parte dedicada a la acción militar.

En sentido inverso, otras personas proponen agudizar la distribución tradicional de tareas y llegar a la total ausencia de las FF.AA. en tareas de seguridad interna y combate a la delincuencia, y la negación de su uso en el combate a amenazas que no sean las provenientes de los ejércitos de otros estados. Esta respuesta priva al estado de capacidades disponibles en las fuerzas militares, logradas a alto costo, que no pueden ser empleadas por auto restricciones jurídicas.

Como parece claro que esta aproximación restrictiva al rol de las FF.AA. y de FFOO no da respuesta a la compleja situación actual caracterizada por la existencia de una variedad de amenazas y conflictos de nuevo tipo y por otro lado, que una aproximación que unifique las fuerzas terminaría manteniendo, por “especialización” dentro de la “homogeneidad”, la diferenciación que se intenta eliminar, se propone buscar la solución en otro lugar: en el ámbito de la “capacidad militar equivalente” de los contendores, es decir en el ámbito de la interacción entre las amenazas y los diversos tipos de fuerzas de que dispone el estado – y sus combinaciones – para materializar su función de seguridad en su triple condición: como miembro de la comunidad internacional; como actor nacional soberano responsable de su propia seguridad, y como ordenador de su vida interna.

Ya que las amenazas a la seguridad del estado son flexibles, altamente variables y adaptables a las conveniencias de la situación, el estado necesita equivalerlas y una forma de hacerlo es dándose la libertad para emplear los medios de combate y coercitivos a su disposición en la forma más eficaz, es decir de acuerdo a sus capacidades y a la necesidad de prevenir y controlar amenazas concretas en cualquier escenario o combinación de ellos.

Esto exige una mirada crítica, innovadora y creativa. Ya no basta seguir repitiendo lo mismo. Es necesario esclarecer las responsabilidades políticas, militares, policiales y de los diversos organismos del Estado (Aduanas, Impuestos Internos, Superintendencia de Bancos, Inmigración, Inteligencia, etc.) considerando nuevas orgánicas y nuevos esquemas operativos

En breve, se propone que cuando la amenaza tiene capacidades para atemorizar y doblegar a las personas pero no para desafiar a las policías, tendríamos un problema policial, esto sin importar la naturaleza de su origen ni espacio territorial en que se materialice, es decir, tanto si ella proviene de grupos motivados por objetivos políticos, criminales o incluso por intereses de miembros de organismos de otros estados, descontrolados o corruptos, así sea de alcance nacional o con conexiones y ramificaciones internacionales. Serían amenazas a combatir con doctrinas y procedimientos policiales.

Cuando cualquiera de estos grupos buscan y alcanzan niveles de capacidad militar destinados a imponerse a las fuerzas policiales del estado o a desafiar sistemáticamente a sus fuerzas militares, es decir cuentan con capacidades más allá de las necesarias para cometer sus crímenes contra personas civiles comunes, la amenaza sería de tipo militar, sin importar tampoco la naturaleza de su origen o lugar territorial en que ellas se expresen.

Serían amenazas a ser combatidas con medios y doctrinas militares.

El uso efectivo de la fuerza para la conservación y restablecimiento de la paz requiere la modernización del sistema de seguridad nacional; un marco jurídico que regule y legitime la participación de las fuerzas armadas en la seguridad interna de los estados en las actuales condiciones, y una mejoría sustancial de la interoperatividad entre fuerzas militares y policiales así como entre éstas y otras agencias estatales – aduanas, inmigración, inteligencia, policías, impuestos internos y otros – tanto nacionales como de otros estados.

Y, en forma crítica, cadenas de mando político claras, responsables y eficaces. Miembros activos y determinantes en las actividades de seguridad interna, que siempre tienen delicados y potentes factores políticos.

En este sentido, las autoridades del gobierno y sus representantes regionales o locales NUNCA delegan o pierden la responsabilidad de las acciones que materializan el combate anti criminal.

Como se señaló, la clave de esta forma de emplear las fuerzas reside en que dado que la amenaza es adaptable y flexible en sus métodos y medios, las fuerzas de seguridad deben tener la capacidad para seguirlas o anticiparse a sus mutaciones.

Melosilla 12 de Diciembre de 2023 Fernando Thauby García


[1] Conflict Resolution, vol 1. Morris Janowitz, University of Michigan, Sage Publications, Inc, mar 1957. USA.

[2] De la Guerra,Carl von Clausewitz, Editorial Océano, Buenos Aires.

[3] Caso de la Empresa Wagner, en la guerra Ruso – Ucraniana.