COLAPSO DE LAS CIVILIZACIONES

¿DE LA NUESTRA?

Hace muchos año tuve la suerte y el tiempo de leer a Arnold Toynbee. Es una gran obra que propone una Filosofía de la Historia[1], una visión sistemática y unificadora de la historia de la humanidad, en base al estudio de sus diversas civilizaciones que constituyen «campos inteligibles de estudio histórico» que concibe como “unidades culturales que “incluyen variados pueblos y/o naciones dentro de un mismo conjunto de creencias básicas”.

Nuestra “civilización occidental” como campo de estudio puede ubicarse en un espacio determinado, en un tiempo determinado.

Las civilizaciones no nacen automáticamente, nacen por una razón determinada, que Toynbee denomina “proceso de incitación y respuesta”, según el cual una comunidad es estimulada o presionada por un problema, frente al cual ofrece una respuesta creativa.

Su crecimiento tampoco es automático. El crecimiento exige sucesivas respuestas creativas por parte de personas o comunidades que ofrezcan soluciones nuevas, propias y originales a los problemas que van surgiendo. El crecimiento implica traspasar elementos de un plano material a un plano espiritual, más etéreo (eterealización). De este modo, mientras más crece una civilización, más elementos espirituales surgen de ella. El resultado constante y repetido de este proceso hace crecer a las civilizaciones cada vez más.

El colapso de las civilizaciones es evitable, ya que el proceso por el cual sucesivas minorías creadoras se van relevando unas a otras puede continuar teóricamente ad infinitum.

Sin embargo, puede suceder que en determinados momentos ninguna minoría creadora sea capaz de ofrecer una respuesta a un problema que aflige a la civilización, frente al cual ya no habrá solución posible. La civilización colapsa entonces y se precipita al abismo de la desintegración.

Este colapso puede asumir dos variantes, una pasiva y una activa. La pasiva consiste en la némesis de la creatividad, que es la idolatría de una institución que ha sido clave en una etapa anterior de la historia de la civilización, pero que pasa a ser un estorbo en una etapa siguiente, pese a lo cual los habitantes de la misma no se deshacen de ella por venerarla en demasía. La variante activa consiste en la hybris de extralimitarse más allá de toda medida racional, embarcándose en una carrera desenfrenada que llevará a la ruina; frecuentemente asume el carácter de militarismo suicida”.

Asi, el Colapso de una Civilización puede resumirse en tres actos:

  1. Pérdida del poder creador de la Minoría dirigente. Los liderazgos políticos, sociales, militares y religiosos no son capaces de generar una respuesta eficaz a una problema existencial de la sociedad. Minoría dominante incapaz de generar una filosofía creadora.
  • Retiro. Los liderazgos se “retiran”, se mimetizan con las mayorías no creativas y renuncian a crear y proponer respuestas eficaces. Se produce un aumento de las discordias internas de la sociedad, acompañada de la incapacidad de resolverlas. El proletariado interno pierde o carece de religión funcional y surge un “proletariado externo” que no se asimila ni incorpora al cuerpo social (migraciones) y trata de imponer la religión o valores que traen con ellos.
  • Pérdida de la unidad de la sociedad como un todo. Se produce el cisma del cuerpo social o mejor, un cisma del alma de la sociedad. Se proponen soluciones arcaísta o futuristas: regreso a un “origen” utópico o imaginario o un intento de salto a un Estado Universal, ambos como refugio final o permanente (eterno e inmóvil).

Estas reflexiones pueden ser útiles en momentos en que nuestra civilización Cristiana Occidental se ve desafiada por las civilizaciones India, China, Cristiana Ortodoxa (Rusia), Persa (Irania / Irak), y Árabe (Islámica)

Melosilla, 1 de Diciembre de 2024

Fernando Thauby


[1] Estudio de la Historia. Compendio de D.C. Somervell Vol 1 al 4