El debate de la ley antiterrorista no ha cesado desde que se dictó su primera versión el año 2004. Hace algunas semanas el liderazgo del debate lo llevaban aquellos que apuntaban de manera mas o menos disimulada a la continuación de su desmantelamiento y al encasillamiento de las acciones violentas en la categoría de expresiones democráticas mas o menos justificables según hubiera o no bajas mortales.
El atentado del día 10 vino a poner las cosas en una nueva perspectiva: en efecto, el atentado se efectuó en pleno día, en un centro comercial y nodo de transporte concurrido y causó 14 heridos, dos de ellos graves. La madre de la presidente se encontraba también en las proximidades, lo que puede haber contribuido a hacer del ataque algo mas personal.
El nuevo enfoque del debate parece ser mas realista y mas apuntado a producir resultados de condena y cárcel para los terroristas que la discusión anterior con una fuerte impronta garantista. Sin embargo, creo apreciar la ausencia de algunos elementos.
1.- La definición de la figura del delito exigiría que quienes perpetren el crimen sea una “organización”, dedicada a producir “terror” en las víctimas -la sociedad en su conjunto-. Si alguien espera que las investigaciones conduzcan a encontrar los estatutos fundacionales del movimiento y su carta organizacional, es que está completamente fuera de la realidad del terrorismo del siglo XXI. El terrorismo actual funciona en “redes”, son organizacionales formadas por nodos autónomos, no jerarquizados, interconectados en forma circunstancial o desconectados funcionalmente y unidos solo por una laxa “comunidad de objetivos y métodos”. La experiencia “celular” de las autoridades y personeros políticos que militaron en los movimientos subversivos marxistas están obsoletos. La célula marxista era jerarquizada y encuadrada en una estricta disciplina y uniformidad ideológica y operativa, algo completamente distinto a la “red” actual que puede estar integrada por una, dos, tres o cuatro personas, que a su vez pueden separarse, intercambiarse y modificar sus normas y procedimientos libremente.
2.- Si una o mas persona ponen y detonan una bomba, ¿para que podrían hacerlo sino para causar “terror”?, ¿por diversión?, ¿por tener una emoción fuerte?, ¿cómo forma de expresión política o social?. En cualquier caso, y mas allá de sus motivaciones personales, su acción transita irremediablemente por plantear una amenaza a las personas y a la sociedad, destinataria de su mensaje. Los efectos del hecho y no las intenciones de sus ejecutores son lo que las define como terrorista. Por lo demás un terrorista capturado por la policía debería ser completamente estúpido para reconocer su “intención” terrorista.
3.- Los actos terroristas son agresiones contra los Derechos Humanos. En efecto limitan o impiden la libertad de reunión, de movimiento, de expresión, del derecho a la vida, a al integridad física, a la dignidad y la tranquilidad de las personas.
4.- Quienes se expresan o actúan para reducir, minimizar o excusar los actos terroristas están haciendo “apología” del mismo. Uno puede leer en los blogs, en la prensa, ver en la televisión a personas, autoridades y políticos que expresan su “comprensión”, “apoyo”, “simpatía” o justificación de los actos terroristas cuando no producen bajas en la civilidad o cuando “solo” afectan a los policías. Que justifican la acción violenta como una forma de expresión o protesta social. Eso es complicidad y difusión del terrorismo y es un delito que también debe ser incluido en la ley.
5.- El terrorismo es la última etapa de una actitud violenta que debe ser corregida. Durante muchos años en Chile todos, -moros y cristianos- justificamos el uso de la violencia contar las personas en base a diversas argumentaciones. Esa actitud permisiva / selectiva, la violencia contar “los míos” es mala y contra “ellos” es lícita, nos ha traído hasta aquí. Aun queda mas camino y podríamos seguir avanzando hacia el infierno. Es hora de parar. Ahora.
El sentimiento violento lleva a la intención violenta y la intención violenta, lleva a la acción violenta.
Para salir del circulo vicioso, tenemos que hacer el camino inverso. Eliminar las acciones, erradicar las intenciones y controlar los sentimientos hostiles.