El estrecho triunfo de Dilma Rousseff sobre Aécio Neves marca un momento importante para Brasil. De no mediar una crisis mayor o la muerte de Lula, este triunfo señala que el Partido de los Trabajadores (PT), continuarán por ocho o doce años más dirigiendo los destinos del país.
No cabe duda que Dilma sin el apoyo,- por momentos reticente-, de Lula hubiera sido vencida por Neves. Fue Lula y su carisma lo que determinó la inclinación de la balanza.
El PT cuenta con bazas en extremo poderosas para continuar en el poder: Primero, una estructura populista que vino a dar respuesta a dos demandas muy sentidas de los brasileños pobres, -una mayoría significativa – que el poder político mostrara interés en sus problemas inmediatos y urgentes, comida, trabajo y acceso al consumo.
No les bastó la propuesta de progreso evolutivo, sólido y consistente de Fernando Enrique Cardozo, querían mas. El programa “hambre cero” de Lula les hacía mas sentido y les resultaba mas comprensible, aunque fuera clientelar y demagógico y se sustentara en los excedentes de una economía de feria. Segundo, dispone de un líder carismático que simboliza el acceso de los brasileños de a pié al poder político. En este sentido, Lula representó la rotación de las elites políticas, mas en simbología que en realidad, pero la profundidad de análisis de las bases no es significativa ni en Brasil ni en ninguna parte. Tercero, el gobierno de Lula terminó con la fiesta en alza. Corría el champagne, había para todos y sobraba, Brasil se auto percibía en ascenso raudo hacia el primer mundo y al liderazgo regional, con mundial de futbol y juegos olímpicos incluidos. Lula –bancarización y endeudamiento de por medio- le dio acceso al consumo a personas que nunca lo habían probado. Cuando el dinero para subsidios se acabó y la fiesta se puso triste, fue Dilma la que cargó con las deudas; Lula sigue indemne. Cualquiera sea el desempeño de Dilma, excepto una debacle total, Lula será la esperanza popular de que es posible volver al tiempo de la inocencia; a los buenos tiempos pasados.
Por último, el PT sigue disponiendo de un potente financiamiento de corrupción cohonestado por el mismísimo Lula. Tanto así que el momento de mayor distanciamiento entre Dilma y Lula fue cuando estalló la crisis del mensalao –la “mesada”- pagada a la jerarquía del PT y Dilma intentó llegar si no hasta el fondo, donde estaba Lula, hacerlo hasta una cierta profundidad desatando las iras de Lula y los hombres del PT. Esa máquina sigue vigente y estando en el gobierno el PT sigue teniendo acceso a recursos cuantiosos.
¿Podría haber una debacle durante el gobierno de Dilma?. El primer discurso pos triunfo electoral de Dilma fue, en los hechos, la lectura del programa de Aécio Neves, es decir un conjunto de políticas que cualquier gobernante serio propondría para Brasil: Dilma Rousseff propuso “cambiar”, no “conservar lo conquistado”: anunció un “acuerdo con los adversarios” que, de repente, dejaron de ser los enemigos del pueblo; propuso un “acercamiento con los sectores productivos” y se comprometió a “reducir la inflación y buscar la estabilidad fiscal”, lo que vendría a significar que lo que se disputó en las elecciones fue el proyecto de Neves, no el del PT; que lo que estaba en juego era el poder, no un proyecto de país.
No creo que el proyecto ideológico neocomunista pergueñado en el Foro de Sao Paulo entre Lula, Castro y Chávez haya sido superado por esta “renovación”. Cuando Rousseff culpa a Guido Mantega, el Ministro de Hacienda durante su gobierno, solo está eludiendo su responsabilidad, Mantega nunca fue verdaderamente autónómo; fue Dilma con su personalidad autoritaria la que dirigió la política económica que llevó a Brasil a la presente crisis. ¿Podrá Dilma y el PT hacer un cambio ideológico de esa profundidad, podrá abandonar el populismo como método de gobierno?. Difícil.
La primera pregunta es cómo enfrentará Dilma el problema del poder. Lleva años con la retórica de la lucha de pobres contra ricos, norte contra sur, pueblo negro contra élites blancas. Quienes aspiran a construir hegemonías siempre apelan a esa estrategia bipolar. El problema es que el PT no logró ese predominio. Perdió 18 diputados en un Congreso atomizado en 28 partidos. Y gobernará sólo uno de los grandes Estados brasileños: Minas Gerais. El PT no es el partido hegemónico. En este escenario, además, Lula que cumplirá 69 años, enfermo y con problemas con el alcohol, “penará” permanentemente con su reelección. Otro problema es la corrupción. Ya es inocultable. Petrobras, la empresa emblemática de Brasil está infestada en forma grave.
Un tercer problema es cómo enfrentará Rousseff el fin del ciclo positivo de bonanza económica. Brasil sufre una declinación en el nivel de actividad, una caída en el precio de los commodities y una aceleración inflacionaria, que intentó ser atenuada con subsidios energéticos que son insostenibles. No incurrirá en el realismo mágico de Venezuela, pero nadie espera una terapia de shock. Posiblemente intentará que la intervención estatal resuelva los desequilibrios. Esto determinaría mayor aumento del gasto público y, en consecuencia, una mayor presión impositiva. Este año el presupuesto de Brasil está desfinanciado en 9.000 millones de dólares.
Otro asunto es cómo Dilma evitará que el escándalo de corrupción de Petrobras evolucione como una crisis política.
Los problemas señalados son graves, pero me parece que el tema crítico es que para resolver o al menos atenuar el problema del estancamiento económico debería abrir el comercio de Brasil a Europa y los Estados Unidos y en general, abrirse al mundo, pero mientras Mercosur no sea modificado –desahuciado- seguirá impidiéndoselo. No será fácil renunciar a la retórica integracionista –La Patria Grande de Cristina, Chávez, Lula y Castro- para integrarse al mundo librecambista globalizado, mas difícil aun será que el sector mas extremo del PT, que sigue a Lula, lo acepte.
El PT, Lula y muchos en Brasil y el exterior alardean del gran éxito de logrado en estos últimos doce años: que creció a una tasa de 7,5% anual; que el consumo interno se disparó y el desempleo de 5% es prácticamente el más bajo de la historia brasileña, y el logro máximo: que 40 millones de brasileños dejaron de ser pobres y se incorporaron a la clase media desde 2003 gracias a los extensivos y exitosos programas sociales del Estado. Me parece que es mucha retórica para poco contenido: Brasil creció al 7, 5% un solo año, el promedio de los últimos doce años fue mucho mas bajo, bajo el promedio regional; los programas sociales, conspicuamente “hambre cero”, no crean “clase media” es solo asistencialismo de emergencia para gente que no come lo necesario y eso de dejar de ser pobre no resiste análisis serio, esa gente puede volver a la pobreza fácilmente, ya que no tienen las destrezas, hábitos ni educación para conformar una verdadera clase media autosuficiente. Ser clase media es un cambio sociológico mucho mas amplio y profundo.
En los próximos 100 días veremos que rumbo toma Dilma, continuar las políticas del PT que Lula necesita para ser reelegido, o corregir los problemas políticos y estructurales de Brasil, que van contra la doctrina fundacional de ese grupo político. No creo que haya demasiadas razones para ser optimista.