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Chile y Bolivia – Política de Estado

La Asamblea de Naciones Unidas, se reunió a comienzos de la presente semana en Nueva York donde Evo Morales volvió a expedirse sobre varios tópicos. Previo los insultos de rigor a nuestro país, a nuestro gobierno y a sus diplomáticos, recordó que Bolivia acudió a la Corte Internacional de Justicia para que obligue a Chile a negociar de manera “oportuna, efectiva y de buena fe” un acceso soberano al mar para Bolivia. Propuso la creación de un “tribunal de los pueblos” para juzgar a Barak Obama por “delitos de lesa humanidad” y exigió el traslado de la sede de las Naciones Unidas “a cualquier otro país del globo”. En breve, el tipo sigue comportándose como si el mundo fuera El Alto y sus habitantes tuvieran toda la paciencia del mundo para escuchar sus payasadas.

Pero hay mucho más. Evo Morales no es “Bolivia”, es solo un presidente más y Bolivia es nuestro vecino y lo será hasta el fin de los tiempos. Bolivia actual es un estado rudimentario y sus instituciones funcionalmente inexistentes, pero esto no será así para siempre y en el intertanto, debemos mantener una relación civilizada con ese país y con quienes lo gobiernen. Las políticas de Chile han variado a lo largo del tiempo desorientando a nuestros interlocutores bolivianos y dando pié a su creencia en curiosos “derechos expectaticios”.

Parece fundamental acordar una política de estado que establezca con claridad que queremos y como actuaremos en nuestra relación con ese país. A continuación les someto algunas ideas para enfrentar, en el largo plazo, este incordio.

En términos generales caben tres posibles alternativas de relacionamiento con Bolivia:

Ignorarla: Esta opción implica dos pérdidas: no beneficiarse del potencial de comercio e inversión existente en ese país y privar a la I y II regiones de la actividad económica transfronteriza que le puede aportar dinamismo y ganancias. Implica también el peligro de que el problema de la droga; la delincuencia; el terrorismo;  el tráfico de armas y el desgobierno terminen traspasándose a Chile, más allá de todas las barreras que interpongamos.

Debilitarla: Esta opción incluye apoyar las fuerzas centrífugas que existen en ese país y contribuir a su desmembramiento nacional. Esta alternativa apuntaría a establecer una relación positiva con la región sur de Bolivia donde existen algunas posibilidades de cooperación. Existe el grave riesgo de que se instale, en el corazón de Sudamérica una zona de inestabilidad y anarquía permanente.

Cooperación e integración: Parece ser la opción más conveniente, ya que es la que avanza más rápida y seguramente hacia la promoción de nuestros intereses nacionales, la que parece menos difícil de conseguir y la más ética.

Una política de Estado

Chile requiere objetivos de largo plazo, estables, acompañados de la constante revisión de sus objetivos de mediano y corto plazo y del empleo de sus recursos de poder.

¿Qué queremos en Bolivia?

En Chile no existe la intención de imponer un diseño geopolítico, ideológico o hegemónico a Bolivia. Chile tiene en ese país intereses concretos que derivan principalmente de la vitalidad económica y empresarial de nuestra sociedad y de sus necesidades de desarrollo, a nivel nacional y de dos regiones específicas, y como se señaló la mejor vía para lograrlo pasa por la cooperación e integración.

¿Cuál es entonces el “estado final deseado?, ¿La situación final que deseamos establecer y mantener respecto a Bolivia en el largo plazo?.

Esa situación podemos caracterizarla como de “Amigos y Socios en el desarrollo y la modernidad”, es decir una situación en que Bolivia sea un estado democrático, bien estructurado, con instituciones sólidas, en pleno control de su territorio, con participación activa en la Cuenca del Pacífico, con valores sociales y políticos compatibles con los nuestros, próspero y amistoso hacia Chile. Una Bolivia en la cual los chilenos puedan hacer negocios y viceversa en una forma fluida, que haya una fuerte corriente de intercambio y cooperación política, social, educacional y de seguridad.

Alcanzada esta situación, la aspiración marítima boliviana posiblemente podrá seguir existiendo, pero en un marco de interdependencia económica y de sintonía política que permitirá buscar y encontrar un acuerdo que entonces si podría ser factible y duradero. Este acuerdo deberá ser mutuamente conveniente, y conllevar un beneficio evidente para ambas partes, lo que en el caso de Chile no puede ser algo como “el gas”, necesidad coyuntural no comparable a algo permanente como “el territorio”, y sobre la base de que Bolivia tiene una “aspiración marítima” y no “un derecho al mar”.

Para considerar el diseño de una estrategia es necesaria la identificación de los objetivos sobre los cuales es necesario establecer un grado de influencia que permita el avance hacia el “estado final deseado” sin obstrucciones graves.

 

Objetivos y líneas estratégicas

Favorecer la toma del control político y económico de Bolivia por parte de un grupo social con intereses y valores compatibles con los nuestros. Por lo señalado anteriormente, esto pasa por establecer alianza con la clase media emergente, facilitando, apoyando y reconociendo el avance de este grupo político y socio económico.

Reducir la conflictividad de la elite actualmente dirigente: esto transita por cooptar a la elite dirigente de la Paz, apoyándonos en su interés en modernizar y desarrollar la economía boliviana. Apoyar y cooperar en el ámbito económico con la elite dirigente del Sur de Bolivia. Reconociendo sus diferencias con la Paz, apoyando su desarrollo y fortaleciendo los intereses comunes, políticos y económicos.

Construir puentes de cooperación directa con los grupos indígenas y sus organizaciones, contribuyendo a su desarrollo económico y social en el nivel comunitario e individual. Reemplazar en la relación, una percepción de egoísmo y autobeneficio de Chile, por otra de generosidad y beneficio mutuo. Identificando y destacando objetivos intermedios comunes: Lucha contra el narcotráfico, reducción de la pobreza, difusión de la educación, promoción de la salud, mejorar las condiciones de habitabilidad.

Proyectando nuestro progreso nacional como una oportunidad para compartir nuestros logros y capacidades: Acceso de su economía a la Cuenca del Pacífico, a los beneficios que entregue la Alianza del Pacífico, apoyo a su ingreso a TPP y apoyo a sus negociaciones de tratados comerciales. Favorecer la modernización del sistema político boliviano, y propender a su estabilidad política alrededor de un sistema económico de libre mercado.

Recursos de poder

Para obtener los objetivos señalados Chile cuenta con recursos de poder de diverso tipo: Clase media amplia, establecida y que comparte el poder económico, que ejerce el poder político a través de partidos políticos sólidos y bien organizados. Clase empresarial emprendedora. Política económica que funciona y genera crecientes beneficios sociales. Sistema educacional privado y público de buena calidad, interesado en la cooperación internacional. Una red amplia y cooperativa de organizaciones académicas. Fuerza militar efectivamente disuasiva. Amplia gama de organizaciones de la sociedad civil con práctica y experiencia en la materialización de acciones de solidaridad social.

Consideraciones Finales

Para la existencia de una política de Estado frente a Bolivia es fundamental identificar objetivos de largo plazo y dar orientación y coherencia a los objetivos y las estrategias de mediano y corto plazo.

La proposición de soluciones a la aspiración marítima de Bolivia, inspiradas en el manejo de crisis coyunturales, solo lleva a complicar el tema sin resolverlo, y genera expectativas imposibles de satisfacer por parte de Chile sin vulnerar gravemente sus propios intereses nacionales.

Los aspectos críticos de nuestra relación con Bolivia son políticos,- la ausencia de interlocutores válidos en ese país,- y cultural,- la incapacidad de comunicarnos eficientemente -. Chile no puede resolver esos déficits por si solo, requiere que ocurra un cambio en Bolivia.

Está de moda que los débiles tengan más derechos que los fuertes. Pero las cosas tienen límites, Bolivia no puede pretender prolongar la extraña situación de pretender negociar con Chile y no tener relaciones diplomáticas. Esta es una condición sine que non.

Este asunto, ¿interesará para algo a algún candidato Presidencial?. Lo dudo.

Chile y Bolivia: Politica de Estado

La Asamblea de Naciones Unidas, se reunió a comienzos de la presente semana en Nueva York donde Evo Morales volvió a expedirse sobre varios tópicos. Previo los insultos de rigor a nuestro país, a nuestro gobierno y a sus diplomáticos, recordó que Bolivia acudió a la Corte Internacional de Justicia para que obligue a Chile a negociar de manera “oportuna, efectiva y de buena fe” un acceso soberano al mar para Bolivia. Propuso la creación de un “tribunal de los pueblos” para juzgar a Barak Obama por “delitos de lesa humanidad” y exigió el traslado de la sede de las Naciones Unidas “a cualquier otro país del globo”. En breve, el tipo sigue comportándose como si el mundo fuera El Alto y sus habitantes tuvieran toda la paciencia del mundo para escuchar sus payasadas.

Pero hay mucho más. Evo Morales no es “Bolivia”, es solo un presidente más y Bolivia es nuestro vecino y lo será hasta el fin de los tiempos. Bolivia actual es un estado rudimentario y sus instituciones funcionalmente inexistentes, pero esto no será así para siempre y en el intertanto, debemos mantener una relación civilizada con ese país y con quienes lo gobiernen. Las políticas de Chile han variado a lo largo del tiempo desorientando a nuestros interlocutores bolivianos y dando pié a su creencia en curiosos “derechos expectaticios”.

Parece fundamental acordar una política de estado que establezca con claridad que queremos y como actuaremos en nuestra relación con ese país. A continuación les someto algunas ideas para enfrentar, en el largo plazo, este incordio.

En términos generales caben tres posibles alternativas de relacionamiento con Bolivia:

Ignorarla: Esta opción implica dos pérdidas: no beneficiarse del potencial de comercio e inversión existente en ese país y privar a la I y II regiones de la actividad económica transfronteriza que le puede aportar dinamismo y ganancias. Implica también el peligro de que el problema de la droga; la delincuencia; el terrorismo;  el tráfico de armas y el desgobierno terminen traspasándose a Chile, más allá de todas las barreras que interpongamos.

Debilitarla: Esta opción incluye apoyar las fuerzas centrífugas que existen en ese país y contribuir a su desmembramiento nacional. Esta alternativa apuntaría a establecer una relación positiva con la región sur de Bolivia donde existen algunas posibilidades de cooperación. Existe el grave riesgo de que se instale, en el corazón de Sudamérica una zona de inestabilidad y anarquía permanente.

Cooperación e integración: Parece ser la opción más conveniente, ya que es la que avanza más rápida y seguramente hacia la promoción de nuestros intereses nacionales, la que parece menos difícil de conseguir y la más ética.

Una política de Estado

Chile requiere objetivos de largo plazo, estables, acompañados de la constante revisión de sus objetivos de mediano y corto plazo y del empleo de sus recursos de poder.

¿Qué queremos en Bolivia?

En Chile no existe la intención de imponer un diseño geopolítico, ideológico o hegemónico a Bolivia. Chile tiene en ese país intereses concretos que derivan principalmente de la vitalidad económica y empresarial de nuestra sociedad y de sus necesidades de desarrollo, a nivel nacional y de dos regiones específicas, y como se señaló la mejor vía para lograrlo pasa por la cooperación e integración.

¿Cuál es entonces el “estado final deseado?, ¿La situación final que deseamos establecer y mantener respecto a Bolivia en el largo plazo?.

Esa situación podemos caracterizarla como de “Amigos y Socios en el desarrollo y la modernidad”, es decir una situación en que Bolivia sea un estado democrático, bien estructurado, con instituciones sólidas, en pleno control de su territorio, con participación activa en la Cuenca del Pacífico, con valores sociales y políticos compatibles con los nuestros, próspero y amistoso hacia Chile. Una Bolivia en la cual los chilenos puedan hacer negocios y viceversa en una forma fluida, que haya una fuerte corriente de intercambio y cooperación política, social, educacional y de seguridad.

Alcanzada esta situación, la aspiración marítima boliviana posiblemente podrá seguir existiendo, pero en un marco de interdependencia económica y de sintonía política que permitirá buscar y encontrar un acuerdo que entonces si podría ser factible y duradero. Este acuerdo deberá ser mutuamente conveniente, y conllevar un beneficio evidente para ambas partes, lo que en el caso de Chile no puede ser algo como “el gas”, necesidad coyuntural no comparable a algo permanente como “el territorio”, y sobre la base de que Bolivia tiene una “aspiración marítima” y no “un derecho al mar”.

Para considerar el diseño de una estrategia es necesaria la identificación de los objetivos sobre los cuales es necesario establecer un grado de influencia que permita el avance hacia el “estado final deseado” sin obstrucciones graves. 

Objetivos y líneas estratégicas

Favorecer la toma del control político y económico de Bolivia por parte de un grupo social con intereses y valores compatibles con los nuestros. Por lo señalado anteriormente, esto pasa por establecer alianza con la clase media emergente, facilitando, apoyando y reconociendo el avance de este grupo político y socio económico.

Reducir la conflictividad de la elite actualmente dirigente: esto transita por cooptar a la elite dirigente de la Paz, apoyándonos en su interés en modernizar y desarrollar la economía boliviana. Apoyar y cooperar en el ámbito económico con la elite dirigente del Sur de Bolivia. Reconociendo sus diferencias con la Paz, apoyando su desarrollo y fortaleciendo los intereses comunes, políticos y económicos.

Construir puentes de cooperación directa con los grupos indígenas y sus organizaciones, contribuyendo a su desarrollo económico y social en el nivel comunitario e individual. Reemplazar en la relación, una percepción de egoísmo y autobeneficio de Chile, por otra de generosidad y beneficio mutuo. Identificando y destacando objetivos intermedios comunes: Lucha contra el narcotráfico, reducción de la pobreza, difusión de la educación, promoción de la salud, mejorar las condiciones de habitabilidad.

Proyectando nuestro progreso nacional como una oportunidad para compartir nuestros logros y capacidades: Acceso de su economía a la Cuenca del Pacífico, a los beneficios que entregue la Alianza del Pacífico, apoyo a su ingreso a TPP y apoyo a sus negociaciones de tratados comerciales. Favorecer la modernización del sistema político boliviano, y propender a su estabilidad política alrededor de un sistema económico de libre mercado.

Recursos de poder

Para obtener los objetivos señalados Chile cuenta con recursos de poder de diverso tipo: Clase media amplia, establecida y que comparte el poder económico, que ejerce el poder político a través de partidos políticos sólidos y bien organizados. Clase empresarial emprendedora. Política económica que funciona y genera crecientes beneficios sociales. Sistema educacional privado y público de buena calidad, interesado en la cooperación internacional. Una red amplia y cooperativa de organizaciones académicas. Fuerza militar efectivamente disuasiva. Amplia gama de organizaciones de la sociedad civil con práctica y experiencia en la materialización de acciones de solidaridad social.

Consideraciones Finales

Para la existencia de una política de Estado frente a Bolivia es fundamental identificar objetivos de largo plazo y dar orientación y coherencia a los objetivos y las estrategias de mediano y corto plazo.

La proposición de soluciones a la aspiración marítima de Bolivia, inspiradas en el manejo de crisis coyunturales, solo lleva a complicar el tema sin resolverlo, y genera expectativas imposibles de satisfacer por parte de Chile sin vulnerar gravemente sus propios intereses nacionales.

Los aspectos críticos de nuestra relación con Bolivia son políticos,- la ausencia de interlocutores válidos en ese país,- y cultural,- la incapacidad de comunicarnos eficientemente -. Chile no puede resolver esos déficits por si solo, requiere que ocurra un cambio en Bolivia.

Está de moda que los débiles tengan más derechos que los fuertes. Pero las cosas tienen límites, Bolivia no puede pretender prolongar la extraña situación de pretender negociar con Chile y no tener relaciones diplomáticas. Esta es una condición sine que non.

Este asunto, ¿interesará para algo a algún candidato Presidencial?. Lo dudo.

Enclave para Bolivia: Una mala idea y una peor negociación

El problema de la aspiración marítima de Bolivia es de larga data, de hecho, desde la firma del Tratado de 1904, que en Bolivia constituyó una victoria para los “practicistas” y una dolorosa derrota para los “reivindicacionistas”. En pocas palabras, en Bolivia la corriente “practicista” refleja los intereses de los comerciantes de La Paz, de las empresas mineras y en general de los importadores y exportadores. Prefieren tener acceso al puerto (ex – peruano) de Arica, más eficiente y próximo, aunque sea sin soberanía. Los “reivindicacionistas” quieren recuperar la para ellos provincia del Litoral, que para nosotros es la región de Antofagasta, más lejana y de más difícil acceso para los bolivianos. Esta “recuperación” debe ser con soberanía completa y total y sin compensaciones.

Curiosamente y tal vez para aunar criterios, Evo Morales planteó una petición mixta y maximalista: un acceso marítimo por la región de Tarapacá  (ex – peruana) y con soberanía total, en un momento en que contaba con amplia popularidad interna  y el apoyo internacional del vociferante Hugo Chávez.

Como se puede apreciar, cuando existe un conflicto ideológico como el que divide a la sociedad boliviana frente a su pretensión marítima no puede haber política de estado y Bolivia seguirá cambiando su aproximación al problema una y otra vez y Chile seguirá fracasando con sus propuestas y cargando siempre con la “culpabilidad”, como ha sucedido en las tratativas de 1920; 1950; 1975 al 78; 1987 y 2006 al 2013. Incidentalmente, Evo Morales liderando a los “reivindicacionistas”, dirigió la oposición a las intenciones de negociación del gobierno boliviano en 1998, lo que fue decisivo para catapultarlo al poder el año 2002.

La negociación entre Chile y Bolivia ocurrió en un ambiente emocional importante de tener en cuenta. Bachelet sufrió dos humillaciones a manos del presidente de Perú, Alan García: la primera fue la divulgación unilateral de una conversación telefónica personal entre los dos y luego, cuando Perú llevó a nuestro país a La Haya, ante la  impotencia de ella y de su gobierno. Estos hechos fueron agravados por la traición a la presunta sintonía ideológica marxista que se suponía existía entre el PS, partido de Bachelet, y el APRA, partido de García.

Por otro lado, la unía una simpatía personal por Evo Morales, hermanados en su antiimperialismo; nacionalismo sudamericano y admiración a Fidel Castro y su revolución. Así, la situación emocional de base por parte de la autoridad negociadora principal de Chile es la de frustración frente a Perú y afecto hacia Bolivia .

En este contexto, el año 2006 bajo las administraciones de Bachelet y Morales se inició una negociación con una “agenda de 13 puntos” cuyo punto N° 6 era el “Tema Marítimo”. Las cosas marcharon decentemente bien hasta que los negociadores llegaron a una proposición de solución del conflicto por las aguas del rio Silala. El gobierno boliviano apremiado por los “reivindicacionistas” rechazó la propuesta sin apelación y no se volvió a tocar el tema.

Chile por su parte encontró una “solución brillante” para resolver la exigencia boliviana: Ofrecer un espacio geográfico adecuado a las aspiraciones bolivianas en la región de Tarapacá esquivando el posible veto peruano entregándolo a Bolivia como un “arriendo”; un “préstamo”; un “comodato” o una figura que no implicara abiertamente cesión de soberanía, de 99 años de duración. Con esto satisfaría el 100% de las exigencias de Evo.

Según declaración del ex Ministro Bitar, “se exploró la concesión de un territorio costero sin soberanía, (incluyendo) su ubicación, extensión y las normas que podrían regir ese enclave para las empresas y trabajadores bolivianos en industria, servicios, comercio y turismo”. La petición de Morales no era modesta, sus exigencias incluían: soberanía irrestricta; una extensión de costa amplia de entre 10 y 30 kilómetros de frente “de (un) tamaño que pueda verse en un mapa de esos que se utilizan en las escuelas; apto para construir una ciudad, un aeropuerto y sus carreteras, varios puertos; una playa para tomar sol y hacer negocios”, como inocentemente expresó uno de los negociadores bolivianos.

Como esta negociación fue conducida en secreto y no ha habido información por parte de los actores chilenos, debemos apoyarnos en las publicaciones periodísticas bolivianas, -que a diferencia de la prensa chilena, no se ha inhibido de investigar el tema-,  en las que el Vice Canciller boliviano Hugo Fernández explica que “El primer semestre del año 2009 una delegación de tres técnicos del gobierno de Bolivia viajó en forma reservada a la provincia de Tarapacá donde se reunieron con funcionarios de la Cancillería y de la Dirección de Fronteras y Límites (de Chile). Los técnicos viajaron en un transporte regular, vestidos como personas corrientes, los esperaron en Iquique y después fueron en helicóptero al lugar del enclave”. “El viaje duró tres días y la comitiva boliviana se respaldó con mapas y documentos topográficos para inspeccionar las características del terreno y las potencialidades de tal enclave”. “Hay un documento en el que se menciona la visita conjunta sobre la cual se hizo un estudio específico para luego ser elevado como acta de una posible solución”. Según algunos medios periodísticos habría habido un segundo viaje, pero no está confirmado.

El enclave ofrecido el año 2007, que tuvo variaciones entre ese año y el 2009, se lo menciona ubicado “al Norte de Iquique”; en “Mejillones del Norte” cercano a Pisagua; “en un punto al Sur de la Quebrada de Camarones” y en “Tiliviche”.

El asunto de la soberanía merece ser destacado. Como vimos, la ficción chilena era que se trataba de un “préstamo” sin cesión de soberanía, sin embargo la parte boliviana no lo veía de ese modo. Según el Vice Canciller Hugo Fernández, “Nosotros dejamos en claro a Chile que si bien no íbamos a discutir el problema de la soberanía en el principio (de la negociación), si lo íbamos a hacer al final. Hay una norma en diplomacia: nada está acordado, si todo no está acordado”. Parece evidente que alguien está mintiéndose a si mismo y a sus ciudadanos.

También es destacable la afirmación de los medios periodísticos de que “El borrador (del acuerdo) estaba siendo revisado para su ratificación mientras se iniciaba el traspaso del mando a Piñera”, por su parte fuentes de la Cancillería chilena indican que la declaración conjunta que pretendía firmar Bachelet con Evo Morales fue dada a conocer a las nuevas autoridades y que el documento fue considerado “excesivo” por el Presidente Electo.

El nuevo presidente descartó el “enclave” como solución aceptable para Chile y la Agenda de los 13 puntos languideció y murió, lo que es razonable si se considera que el único interés de Bolivia era resolver favorablemente su aspiración marítima.

La creación y entrega de este enclave a un estado semi fallido como Bolivia, tiene una serie de consecuencias que parecen no haber sido debidamente consideradas por la parte chilena, ya que de otro modo les habría sido evidente lo desacertado de su idea: La intención de entregarlo por 99 años con la autorización para construir una ciudad en él, es una muestra clara que se estaba negociando soberanía, aunque se diga lo contrario. No es posible imaginar una ciudad poblada durante un siglo por bolivianos, que no de origen a ciudadanos con esa nacionalidad. La “formula” para saltarse la participación peruana no solo vulnera el espíritu del tratado de 1929, sino que me parece constituye una muestra de perfidia y mala fé, difícil de aceptar por parte de ese país e indigna de las costumbres del nuestro. Una maniobra de este tipo envenenaría irremediablemente la relación con Perú y sería violatoria del respeto a los tratados y su cumplimiento, que constituyen una piedra angular de nuestra política y tradición nacional. La rabieta contra Perú y el cariño hacia Bolivia no justifican una «jugada» de este calibre.

Las “servidumbres” que tal enclave impondría a nuestro país son inmensas: agua, energía, disposición de desechos de todo tipo, servicios sanitarios, carreteras, aduanas, protección de fronteras y muchas más. Un enclave de ese tipo bajo administración boliviana eleva en varios órdenes de magnitud el problema de tráfico de drogas, contrabando y reducción de bienes robados en Chile. La instalación de varios puertos cuyo principal usuario sería Brasil significan el fin comercial del puerto Arica o su eventual dependencia de esos puertos bolivianos. Los problemas de contaminación de todo orden no podrían ser circunscritos al enclave, invadiendo sus efectos a los espacios chilenos aledaños. Las demandas de conectividad entre el enclave y Bolivia sería muy complejas de manejar. Un aspecto de gravedad, por la aparente liviandad en que se habría manejado, es que en ningún momento de habló de si este “enclave” era además de todas las facilidades, excepciones y financiamiento ya concedidas con motivo del tratado de 1904 o si ellas caducarían.

Solo en los estados absolutistas el rey dispone del territorio y la población a su gusto y gana.

Los titulares del territorio son los chilenos, la nación chilena, no solo el gobierno. En un estado democrático no es aceptable que un gobierno negocie y acuerde en secreto, a espaldas de la ciudadanía, la entrega de parte de su territorio y de su soberanía. La forma para hacerlo es un plebiscito, que la misma Carta Constitucional debiera considerar.

Estamos ante una mala idea y estuvimos ante una peor negociación.

 

Enclave para Bolivia: Una mala idea y una peor negociación

El problema de la aspiración marítima de Bolivia es de larga data, de hecho, desde la firma del Tratado de 1904, que en Bolivia constituyó una victoria para los “practicistas” y una dolorosa derrota para los “reivindicacionistas”. En pocas palabras, en Bolivia la corriente “practicista” refleja los intereses de los comerciantes de La Paz, de las empresas mineras y en general de los importadores y exportadores. Prefieren tener acceso al puerto (ex – peruano) de Arica, más eficiente y próximo, aunque sea sin soberanía. Los “reivindicacionistas” quieren recuperar la para ellos provincia del Litoral, que para nosotros es la región de Antofagasta, más lejana y de más difícil acceso para los bolivianos. Esta “recuperación” debe ser con soberanía completa y total y sin compensaciones.

Curiosamente y tal vez para aunar criterios, Evo Morales planteó una petición mixta y maximalista: un acceso marítimo por la región de Tarapacá  (ex – peruana) y con soberanía total, en un momento en que contaba con amplia popularidad interna  y el apoyo internacional del vociferante Hugo Chávez.

Como se puede apreciar, cuando existe un conflicto ideológico como el que divide a la sociedad boliviana frente a su pretensión marítima no puede haber política de estado y Bolivia seguirá cambiando su aproximación al problema una y otra vez y Chile seguirá fracasando con sus propuestas y cargando siempre con la “culpabilidad”, como ha sucedido en las tratativas de 1920; 1950; 1975 al 78; 1987 y 2006 al 2013. Incidentalmente, Evo Morales liderando a los “reivindicacionistas”, dirigió la oposición a las intenciones de negociación del gobierno boliviano en 1998, lo que fue decisivo para catapultarlo al poder el año 2002.

La negociación entre Chile y Bolivia ocurrió en un ambiente emocional importante de tener en cuenta. Bachelet sufrió dos humillaciones a manos del presidente de Perú, Alan García: la primera fue la divulgación unilateral de una conversación telefónica personal entre los dos y luego, cuando Perú llevó a nuestro país a La Haya, ante la  impotencia de ella y de su gobierno. Estos hechos fueron agravados por la traición a la presunta sintonía ideológica marxista que se suponía existía entre el PS, partido de Bachelet, y el APRA, partido de García.

Por otro lado, la unía una simpatía personal por Evo Morales, hermanados en su antiimperialismo; nacionalismo sudamericano y admiración a Fidel Castro y su revolución. Así, la situación emocional de base por parte de la autoridad negociadora principal de Chile es la de frustración frente a Perú y afecto hacia Bolivia .

En este contexto, el año 2006 bajo las administraciones de Bachelet y Morales se inició una negociación con una “agenda de 13 puntos” cuyo punto N° 6 era el “Tema Marítimo”. Las cosas marcharon decentemente bien hasta que los negociadores llegaron a una proposición de solución del conflicto por las aguas del rio Silala. El gobierno boliviano apremiado por los “reivindicacionistas” rechazó la propuesta sin apelación y no se volvió a tocar el tema.

Chile por su parte encontró una “solución brillante” para resolver la exigencia boliviana: Ofrecer un espacio geográfico adecuado a las aspiraciones bolivianas en la región de Tarapacá esquivando el posible veto peruano entregándolo a Bolivia como un “arriendo”; un “préstamo”; un “comodato” o una figura que no implicara abiertamente cesión de soberanía, de 99 años de duración. Con esto satisfaría el 100% de las exigencias de Evo.

Según declaración del ex Ministro Bitar, “se exploró la concesión de un territorio costero sin soberanía, (incluyendo) su ubicación, extensión y las normas que podrían regir ese enclave para las empresas y trabajadores bolivianos en industria, servicios, comercio y turismo”. La petición de Morales no era modesta, sus exigencias incluían: soberanía irrestricta; una extensión de costa amplia de entre 10 y 30 kilómetros de frente “de (un) tamaño que pueda verse en un mapa de esos que se utilizan en las escuelas; apto para construir una ciudad, un aeropuerto y sus carreteras, varios puertos; una playa para tomar sol y hacer negocios”, como inocentemente expresó uno de los negociadores bolivianos.

Como esta negociación fue conducida en secreto y no ha habido información por parte de los actores chilenos, debemos apoyarnos en las publicaciones periodísticas bolivianas, -que a diferencia de la prensa chilena, no se ha inhibido de investigar el tema-,  en las que el Vice Canciller boliviano Hugo Fernández explica que “El primer semestre del año 2009 una delegación de tres técnicos del gobierno de Bolivia viajó en forma reservada a la provincia de Tarapacá donde se reunieron con funcionarios de la Cancillería y de la Dirección de Fronteras y Límites (de Chile). Los técnicos viajaron en un transporte regular, vestidos como personas corrientes, los esperaron en Iquique y después fueron en helicóptero al lugar del enclave”. “El viaje duró tres días y la comitiva boliviana se respaldó con mapas y documentos topográficos para inspeccionar las características del terreno y las potencialidades de tal enclave”. “Hay un documento en el que se menciona la visita conjunta sobre la cual se hizo un estudio específico para luego ser elevado como acta de una posible solución”. Según algunos medios periodísticos habría habido un segundo viaje, pero no está confirmado.

El enclave ofrecido el año 2007, que tuvo variaciones entre ese año y el 2009, se lo menciona ubicado “al Norte de Iquique”; en “Mejillones del Norte” cercano a Pisagua; “en un punto al Sur de la Quebrada de Camarones” y en “Tiliviche”.

El asunto de la soberanía merece ser destacado. Como vimos, la ficción chilena era que se trataba de un “préstamo” sin cesión de soberanía, sin embargo la parte boliviana no lo veía de ese modo. Según el Vice Canciller Hugo Fernández, “Nosotros dejamos en claro a Chile que si bien no íbamos a discutir el problema de la soberanía en el principio (de la negociación), si lo íbamos a hacer al final. Hay una norma en diplomacia: nada está acordado, si todo no está acordado”. Parece evidente que alguien está mintiéndose a si mismo y a sus ciudadanos.

También es destacable la afirmación de los medios periodísticos de que “El borrador (del acuerdo) estaba siendo revisado para su ratificación mientras se iniciaba el traspaso del mando a Piñera”, por su parte fuentes de la Cancillería chilena indican que la declaración conjunta que pretendía firmar Bachelet con Evo Morales fue dada a conocer a las nuevas autoridades y que el documento fue considerado “excesivo” por el Presidente Electo.

El nuevo presidente descartó el “enclave” como solución aceptable para Chile y la Agenda de los 13 puntos languideció y murió, lo que es razonable si se considera que el único interés de Bolivia era resolver favorablemente su aspiración marítima.

La creación y entrega de este enclave a un estado semi fallido como Bolivia, tiene una serie de consecuencias que parecen no haber sido debidamente consideradas por la parte chilena, ya que de otro modo les habría sido evidente lo desacertado de su idea: La intención de entregarlo por 99 años con la autorización para construir una ciudad en él, es una muestra clara que se estaba negociando soberanía, aunque se diga lo contrario. No es posible imaginar una ciudad poblada durante un siglo por bolivianos, que no de origen a ciudadanos con esa nacionalidad. La “formula” para saltarse la participación peruana no solo vulnera el espíritu del tratado de 1929, sino que me parece constituye una muestra de perfidia y mala fé, difícil de aceptar por parte de ese país e indigna de las costumbres del nuestro. Una maniobra de este tipo envenenaría irremediablemente la relación con Perú y sería violatoria del respeto a los tratados y su cumplimiento, que constituyen una piedra angular de nuestra política y tradición nacional. La rabieta contra Perú y el cariño hacia Bolivia no justifican una «jugada» de este calibre.

Las “servidumbres” que tal enclave impondría a nuestro país son inmensas: agua, energía, disposición de desechos de todo tipo, servicios sanitarios, carreteras, aduanas, protección de fronteras y muchas más. Un enclave de ese tipo bajo administración boliviana eleva en varios órdenes de magnitud el problema de tráfico de drogas, contrabando y reducción de bienes robados en Chile. La instalación de varios puertos cuyo principal usuario sería Brasil significan el fin comercial del puerto Arica o su eventual dependencia de esos puertos bolivianos. Los problemas de contaminación de todo orden no podrían ser circunscritos al enclave, invadiendo sus efectos a los espacios chilenos aledaños. Las demandas de conectividad entre el enclave y Bolivia sería muy complejas de manejar. Un aspecto de gravedad, por la aparente liviandad en que se habría manejado, es que en ningún momento de habló de si este “enclave” era además de todas las facilidades, excepciones y financiamiento ya concedidas con motivo del tratado de 1904 o si ellas caducarían.

Solo en los estados absolutistas el rey dispone del territorio y la población a su gusto y gana.

Los titulares del territorio son los chilenos, la nación chilena, no solo el gobierno. En un estado democrático no es aceptable que un gobierno negocie y acuerde en secreto, a espaldas de la ciudadanía, la entrega de parte de su territorio y de su soberanía. La forma para hacerlo es un plebiscito, que la misma Carta Constitucional debiera considerar.

Estamos ante una mala idea y estuvimos ante una peor negociación.

 

La Haya – Enfrentando el incordio boliviano

Las relaciones entre Chile y Bolivia han sido una fuente constante de frustraciones. Olvidando que las relaciones entre estados son relaciones de poder, en Chile existen personas que se dejan llevar por sus preferencias ideológicas o por sus sentimientos y emociones.

En estos asuntos son los intereses nacionales los parámetros que rigen la toma de decisiones. Reconozcamos que identificar los intereses nacionales no es tarea fácil, pero podemos resumir que en general están representados por la obtención de poder y riqueza, y moderados por la necesidad de estabilidad y respeto a valores y principios. Hoy también es necesario incluir a la comunidad internacional, sus organizaciones y reglas, entre las cuales el respeto al derecho internacional es clave.

Álvaro García Linera, Vicepresidente de Bolivia, -en obvia representación de su gobierno-, ha vuelto a maldecir a Chile y agredirlo verbalmente. No es novedoso, no es mayormente grave, pero es indicativo de que el asunto no se está manejando bien.

No creo que valga la pena hacer otro recuento de las innumerables vicisitudes de nuestra mala relación con Bolivia sino más bien concentrar el esfuerzo en tratar de clarificar la situación actual e identificar una estrategia de salida viable y útil para todas las partes. Cuando el pleito levantado por Perú en La Haya parece llegar a su fin, se abre la posibilidad de una mirada fresca a la complicada relación entre Chile, Perú y Bolivia. Si seguimos haciendo lo mismo, no esperemos resultados diferentes.

  • Los factores más relevantes que afectan la situación parecen ser:

1.- Bolivia no tiene ningún derecho que reclamar; lo que pide es una concesión: en efecto, sus derechos “espectaticios” no tienen asidero alguno. El que compra un número de la Lotería “tiene el derecho” a esperar ganarse el premio mayor, pero “no tiene derecho” a exigir que solo por eso se le entregue dicho premio.  Es un error creer que basta desear algo intensamente para que se le deba conceder. Los límites existentes entre ambos países están determinados por un tratado libremente aceptado y ejecutoriado. Dado que Bolivia cree que tiene derechos en el territorio chileno, la única vía razonable para reclamarlos es presentando sus demandas ante un tribunal competente donde Chile deba o quiera ir y luego ganar esa demanda, lo demás es inútil. Pero, ese camino es complicado, hace muchas decadas ya fracasó ante la Liga de las Naciones y todo indica que nuevamente fracasará. Por eso no lo han hecho de nuevo.

2.- Otra opción es intentar forzar a Chile a acceder a sus peticiones bajo presión internacional. Esta es una opción poco viable, el panorama internacional es demasiado complejo como para conseguir que un grupo de países comprometan sus propios intereses en apoyo a Bolivia y lo máximo que podría obtener con una maniobra de ese tipo sería una “recomendación” para que Chile y Bolivia conversen sobre el tema, iniciando una nueva ronda de conversaciones que llevarán a nuevas frustraciones. Es decir nada nuevo, nada decisivo. Es necesario que Bolivia asuma que no tiene el poder suficiente para doblegarnos. Por lo demás ya deberían saber que con buenas maneras Chile es mucho mas magnánimo que cuando se intenta la fuerza o las amenazas.Precisamente un error asi fue el que precipitó la Guerra del Pacífico

3.- Ahondando en las presiones sobre Chile; hay que destacar que este es un reclamo que afecta no solo a Chile, sino también a Perú en virtud del artículo 1º del Protocolo Complementario del Tratado de 1929 es decir, previo a cualquier concesión a Bolivia, debe haber un acuerdo entre ambos países.

Chile no puede actuar por si y ante si. Ahí está el proceso “Charaña” que no llegó a nada sino a complicar aún más las cosas. La sociedad peruana actual abomina de una cuña entre ambos países que la aleje de los territorios perdidos en su guerra con Chile; lo seguirá haciendo hasta cuando llegue a la convicción que han dejado de ser importantes para su futuro, y eso solo ocurrirá cuando ellos y nosotros hallamos comprobado que juntos valemos más que separados.

Nadie puede asegurar que este proceso de maduración terminará exitosamente y desgraciadamente podría ser que en pocos o muchos años más, después que nos hayamos destrozado en una nueva guerra, nos riamos de la ingenuidad de este análisis, pero tampoco podemos dejar de intentarlo.

4.- Cuando Bolivia habla de “negociaciones” su comportamiento está diciendo algo distinto. Bolivia “exige” que se le dé todo lo que quiere, en la forma en que lo quiere y ¡ahora!.

Eso no es negociar, es imponer y para eso se necesita un poder que Bolivia no tiene. De aquí parte el problema básico; Bolivia no puede imponer nada, que lo asuman de una vez, de otra forma, seguiremos con problemas básicos de entendimiento.

Actualmente no presenta una petición para que sea analizada y pueda recibir una aceptación; una negativa o una propuesta alternativa, exige y pone condiciones. Un ejemplo es el caso del puerto en el “corredor” adyacente al límite con Perú: después de rechazar la oferta chilena de intercambio de territorios encargó un estudio respecto a la construcción de un puerto al norte de Arica, entre ese puerto chileno y el Hito N° 1 de la frontera con Perú. El informe determinó que en esas playas era técnica y comercialmente viable un puerto granelero autosustentable, adecuado a las necesidades del comercio exterior de Bolivia. El informe fue rechazo por Bolivia, no quería un puerto granelero, quería un “puerto político”; grande y vistoso aunque fuera económica y técnicamente inviable. No querían un terminal marítimo, querían una compensación a las humillaciones del pasado, las miserias del presente y las incertidumbres del futuro. Escaparon hacia adelante: a sus exigencias añadieron entonces una nueva condición que establecieron como parte sine qua non de cualquier diálogo al respecto: que el espacio costero que Chile le debe dar tiene que ser “útil” es decir hidrográficamente adecuado para hacer un gran puerto a la medida de los traumas bolivianos.

5.- Pensar en un “enclave soberano” de Bolivia en territorio chileno es una petición inaceptable. Más aun si se quiere que tenga acceso, también soberano, hacia su territorio. Ningún país del mundo haría semejante concesión. La experiencia historica ha demostrado que los Danzig, los Jerusalén o los Pakistanes Orientales no solo no funcionan, sino que sus fracasos son sangrientos y dramáticos. En esta línea hay que recodar que el territorio nacional pertenece a la Nación, no al Gobierno, éste solo lo administra, y no puede comprometerlo sin consultárselo.

6.- Los gobiernos Bolivianos exigen respeto a las sensibilidades de sus ciudadanos: ¿y qué hay de las sensibilidades de las opiniones públicas chilena y peruana?. Ningún gobierno puede asumir compromisos que comprometan su soberanía sin el apoyo de sus ciudadanos. Bolivia lo entiende respecto de si misma, -como que rechazó la propuesta del Gobierno del Presidente Pinochet-, pero no se da por enterada de las sensibilidades de peruanos y chilenos. Esto se confirma cuando, como ahora lo hace el Vicepresidente García Linera, insulta, ofende y descalifica pública e internacionalmente al gobierno y pueblo de Chile. Peor aun, cuando en Chile existe una corriente minoritaria pero real de personas que quisieran acceder a las solicitudes bolivianas, estas ofensas en vez de fortalecer esas tendencias, las debilitan y degradan, en una clara demostración de que los gobiernos bolivianos, con sus rabietas pueriles, solo se miran a sí mismos y a sus “exigencias” y desprecian los límites políticos y emocionales de sus contrapartes.

Está de moda que los débiles tengan más derechos que los fuertes. Pero las cosas tienen límites.

  • Bases para un nuevo escenario de conversaciones:

1.- Bolivia no puede pretender prolongar la extraña situación de negociar con Chile y no tener relaciones diplomáticas. Se puede entender que Chile debe conversar con Bolivia para dar cumplimiento a las obligaciones acordadas en el Tratado de 1904, haya o no relaciones diplomáticas, pero no más. No es aceptable discutir otros temas sin tener una relación formal entre países. Este es un asunto que no puede continuar como está actualmente.

2.- Chile no puede, en virtud del Tratado de 1929, establecer ninguna negociación ni conversación respecto a los territorios que en el pasado fueron parte del Perú sin su previo conocimiento y acuerdo. No hacerlo es caer en lo mismo que criticamos a Bolivia: hacer peticiones o propuestas autocentradas y muy probablemente incumplibles. Sería desconocer las sensibilidades peruanas y las posibilidades políticas de sus gobiernos, tan válidas y perentorias como las nuestras. La forma y fondo del cumplimiento de los compromisos mutuos derivados del Tratado de 1904 es un asunto bilateral entre Chile y Bolivia, no así cualquiera otra materia que se aparte de él o que pretenda modificarlo, ya que involucra a Perú en virtud de los Tratados de 1883 y 1929. El circuito natural, honesto y factible para manejar las peticiones bolivianas, diferentes a los compromisos establecidos en dicho tratado, es su presentación a Perú y a Chile y la discusión y acuerdo previo exclusivamente entre esos países, que informarán luego sus decisiones a Bolivia. Chile, nunca más debería aceptar o adelantar ninguna propuesta que afecte a esos territorios sin la previa aprobación peruana. Es Bolivia la que tiene que interesar a Chile y Perú, no al revés. Y recordemos que para Perú es difícil aceptar una salida boliviana al Pacifico por territorios que fueron propios y que perdieron en virtud de una guerra a la que entraron para defender a Bolivia y en la que después de la Batalla de Tacna quedaron solos.

3.- Las tres partes, en especial Bolivia, deben entender y aceptar que ha corrido demasiada agua bajo los puentes de los tres países para que este incordio se resuelva mediante un acuerdo instantáneo en que un grupo de negociadores dibuja líneas sobre un mapa y escribe un protocolo legal. Se trata de un proceso político y social en el cual se deben construir confianzas, crear costumbres, aceptar la creación de nuevas condiciones, educar a generaciones y sobre todo, convencer a los respectivos pueblos de que los cambios que se hagan el estatus quo serán positivos y no vendrán a conformar una nueva situación de crisis probablemente peor que la existente actualmente. Como todos los procesos, deberá ser gradual, incremental, sin plazos perentorios, flexible.

4.- Un proceso de este tipo comenzará por acuerdos comerciales, administrativos, concesiones a privados y avanzará hacia la participación del estado boliviano hasta eventualmente concluir con elementos de soberanía relativa aceptables tanto para Chile como para Perú, en un ambiente cultural muy diferente al existente actualmente luego que sucesivos gobiernos bolivianos hayan dado pruebas de su responsabilidad y capacidad para manejar las facilidades que se les otorguen. El potenciamiento de un polo de desarrollo económico y cultural en la zona de contacto entre los tres países es un motor potente para comenzar a trabajar juntos en el traslado del eje de los intereses de las tres naciones desde la geopolítica al desarrollo.

A este respecto es claro que las instalaciones y facilidades portuarias a que Bolivia podría aspirar administrar serán solo las suficientes para resolver sus necesidades de comercio exterior y que no puede pretender construir un megapuerto soberano en el Pacífico Sur; deberá probar que esas facilidades no se transformarán en un centro de distribución de cocaína hacia Chile, Perú y el mundo; que no se transformará en el centro receptor de bienes robados en los países vecinos ni en una fuente de contaminación, delincuencia y depredación. Bolivia es el segundo mayor productor de coca y sus derivados en todo el mundo. Entregarle un puerto no es sólo un acto político.

La línea de negociaciones actualmente practicada por nuestro país es la de las tratativas “semi secretas” entre personeros de gobierno de Chile y Bolivia que, a partir de las exigencias bolivianas trata de encontrarles una solución. ¿Es razonable creer que un acuerdo como ese será validado por la opinión pública chilena y que luego será aceptado por el gobierno de Perú y validado por su opinión pública?.

Es una utopía; es invitar al desastre y a nuevas frustraciones. ¿Qué vamos a hacer si un enclave así negociado se transforma en un lunar de corrupción y delincuencia inmanejable?. O se usa para fines que ahora no podemos imaginar. Si la débil institucionalidad boliviana impide a sus gobiernos ejercer el normal funcionamiento estatal en su propio territorio ¿por qué lo haría mejor en este apéndice extraterritorial?

En breve. Chile no puede ofrecer ni otorgar por si mismo aquello que requiere de la aquiescencia de una tercera parte: Perú. Chile y Perú deben concordar “antes” de ofrecer algo a Bolivia o lo más razonable, que Bolivia proponga a ambos países alternativas convenientes para los tres. No hacerlo así es emponzoñar la relación entre ambos países introduciendo una sospecha constante sobre la lealtad e intenciones de la otra parte. Bolivia debe entender que al no tener derechos, debe ganarse la confianza y buena voluntad de sus vecinos y reforzar el capital de generosidad y buena voluntad de esos pueblos, más que provocarlos con insultos y amenazas constantes. Bolivia tiene que demostrar que las concesiones que se le hagan no se trasformarán en fuente de problemas y conflictos que hoy no existen y tiene que comportarse de forma madura entendiendo que su problema no es compartido- más allá de la retórica – por los demás países de la región y menos aún, del mundo.

El término del contencioso levantado por Perú contra Chile puede abrir la posibilidad de comenzar una nueva relación entre ambos países. Nada garantiza que vaya a ser exitosa, pero es una posibilidad que sería poco inteligente desahuciar sin antes intentarla con honestidad y decisión y su comienzo imprescindible es clarificar una política común frente al incordio boliviano.

Este es un ladrillo fundamental para construir la Alianza del Pacífico.

Lo mucho que te hablo, Sancho, es causa de tu menosprecio

Ante un comentario irreverente de Sancho Panza, Don Quijote lo reconviene:

“Lo mucho que te hablo, Sancho, es causa de tu menosprecio”

En una relación bipersonal, la cercanía frecuente o excesiva más que un avance hacia la confianza puede transformarse en un pretexto para un comportamiento confianzudo.

El Presidente de Bolivia, en sus tratos con nuestro país, alterna insultos, amenazas, conspiraciones y cuadrillazos. A cada semana aparece con nuevas interpretaciones y suposiciones respecto a nuestros motivos y razones, todas ellas infames.

… y los chilenos, todos, desde sus más altas autoridades gubernamentales y parlamentarias, hasta los medios de comunicación social y opinólogos de todos los calibres, saltan como picados por una araña lanzando todo tipo de explicaciones y análisis.

Ya vimos como el último ejercicio difamatorio de Morales en CELAC dio botes sin que nadie recogiera su inconsulta agresión verbal. Nuestro Presidente contestó a sus acusaciones explicando las situaciones con peras y manzanas. Todos entendieron, hasta los amigos y conmilitones de Evo.

Entonces ¿a qué seguir dándole vueltas al tema?.

Parece hora de dejar de hablar ex cátedra y circunscribir nuestras respuestas a las comunicaciones oficiales.

Para que Morales llegue a una propuesta razonable para la satisfacción de su aspiración marítima, -que excluya toda pretensión de soberanía territorial-, requiere paz y tranquilidad para pensar, necesita concentrarse y meditar y para ello, nada mejor que el silencio.

Nuestra mejor cooperación a las buenas relaciones con Bolivia es entregar el lápiz solo al Canciller para que vuelva a la diplomacia silente y por escrito.