Ante un comentario irreverente de Sancho Panza, Don Quijote lo reconviene:
“Lo mucho que te hablo, Sancho, es causa de tu menosprecio”
En una relación bipersonal, la cercanía frecuente o excesiva más que un avance hacia la confianza puede transformarse en un pretexto para un comportamiento confianzudo.
El Presidente de Bolivia, en sus tratos con nuestro país, alterna insultos, amenazas, conspiraciones y cuadrillazos. A cada semana aparece con nuevas interpretaciones y suposiciones respecto a nuestros motivos y razones, todas ellas infames.
… y los chilenos, todos, desde sus más altas autoridades gubernamentales y parlamentarias, hasta los medios de comunicación social y opinólogos de todos los calibres, saltan como picados por una araña lanzando todo tipo de explicaciones y análisis.
Ya vimos como el último ejercicio difamatorio de Morales en CELAC dio botes sin que nadie recogiera su inconsulta agresión verbal. Nuestro Presidente contestó a sus acusaciones explicando las situaciones con peras y manzanas. Todos entendieron, hasta los amigos y conmilitones de Evo.
Entonces ¿a qué seguir dándole vueltas al tema?.
Parece hora de dejar de hablar ex cátedra y circunscribir nuestras respuestas a las comunicaciones oficiales.
Para que Morales llegue a una propuesta razonable para la satisfacción de su aspiración marítima, -que excluya toda pretensión de soberanía territorial-, requiere paz y tranquilidad para pensar, necesita concentrarse y meditar y para ello, nada mejor que el silencio.
Nuestra mejor cooperación a las buenas relaciones con Bolivia es entregar el lápiz solo al Canciller para que vuelva a la diplomacia silente y por escrito.