Son frecuentes los alegatos que vilipendian a los economistas como “hermeneutas sagrados de los mercados”, “tecnócratas insensibles” a las aspiraciones de los pueblos, “usurpadores» del rol que legítimamente les corresponde a los auténticos representantes del pueblo, y todo ello a la luz de la evidente quiebra de varias economías europeas o de los derroches insensatos de gobiernos populistas petroleros.
Los “mil euristas” españoles – jóvenes que ganaban mil euros (aproximadamente $650.000) mensuales, se “indignaron” contra el gobierno del socialista Rodríguez Zapatero porque no estaba cumpliendo el compromiso legal de otorgarles un empleo mejor remunerado y un departamento, justo cuando la economía española hacía crisis terminal y mostraba que no sólo no podía cumplir lo que había ofrecido sino que debía comenzar a retirar lo que estaba dando a sus ciudadanos.
¿Qué pasaba?; ¿es que Rodríguez era un pro capitalista voraz e insensible?; ¿es que no quería que los españoles fueran felices?; ¿sería que quería asegurarse de que PSOE perdiera por paliza las elecciones que se acercaban?.
A mediados del 2011 el nivel de endeudamiento – público y privado – de España era insostenible, la suma de ambos ascendía al 355% de su PIB – la cuarta mayor deuda del mundo desarrollado – con vencimientos por 300.000 millones de euros para el 2012. El recurso habitual de salir a pedir dinero prestado dejó de funcionar. Los organismos crediticios de todo tipo dejaron de creerles y cada vez les exigieron intereses más y más altos llegando al 7% y avanzando hacia cifras mayores. Los alemanes, mecenas habituales del bienestar social europeo, se cansaron de apoyar a países que se negaban a pagar sus impuestos, que gastaban más de lo que producían, que acortaban sus jornadas laborales, que alargaban sus vacaciones y vivían en niveles más altos que los que podían sustentar.
Los síntomas del problema español venían de antes, el 2008 la tasa de desempleo era 11%; en 2009, 18%; hacia fines de 2010 escaló a 20% en el tercer trimestre de este año la economía española dejó de crecer; la desocupación subió al 21,52% (5.000.000 de personas sin trabajo); y el déficit fiscal llegó al 8% del PBI.
En abril de 2011 se decidió un fuerte recorte del gasto público, U$S 19.048,5 millones, algo tremendamente impopular que hizo caer la imagen positiva del gobierno: se redujeron los sueldos a 2,6 millones de empleados públicos; se redujo la inversión pública y se suspendió la asignación de 2500 euros por cada recién nacido. Vienen medidas más duras, reducción de sueldos y salarios; aumento del IVA; reducción de prestaciones sociales, pero la peor noticia es que este esfuerzo se prolongará por varios años.
Las economías de los “estados de bienestar” están fallando y no aparecen otras soluciones que las criticadas “recetas” de los economistas malvados e insensibles.
El “sistema de bienestar” consiste en que el Estado debe hacerse cargo de proveer casi todo lo que pueda necesitar un ciudadano para ser feliz. Básicamente: trabajar 35 o menos horas por semana; disponer de más de un mes de vacaciones; jubilar a los 60 años o antes y con un alto nivel de beneficios. Mantener el empleo a todo evento aun a aquellos que tienen desempeño laboral deficiente. Disponer de servicios de salud y transporte de buena calidad a bajo precio o mejor gratis. Dar educación subsidiada o gratis a los estudiantes que se esfuerzan y también a los que no lo hacen. En breve, resolver las necesidades de Salud; Educación; Trabajo; Vivienda; Jubilación; Cultura; Protección a los desvalidos; Medio ambiente; Asistencia jurídica y varios Derechos Sociales, como integración social. Siempre y a todos.
En Europa las demandas de los ciudadanos aumentaron sin cesar sin que los gobiernos pudieran satisfacerlas ni convencer a sus ciudadanos de que no eran económicamente sostenibles. Los costos de la salud y de la previsión crecieron mucho más allá de lo esperado. Los beneficios sociales estimularon la inmigración masiva y así se creó un desbalance entre los derechos establecidos para los ciudadanos y la capacidad de los estados para financiarlos. La tendencia humana a trabajar menos y descansar más resultó imparable al igual que la tendencia de las autoridades a aceptar las peticiones de los electores antes que a rechazarlas.
Hoy día vemos como “los políticos” están siendo reemplazados por “los tecnócratas”. No es que los economistas les estén quitando sus cargos a los líderes políticos, es que éstos están escapando del desastre que hicieron.
Crearon demandas desbocadas, deterioran la oferta y desbalancearon el sistema.
Berlusconi, Papandreu y Rodríguez fueron derrotados por mercados que ellos mismos no quisieron controlar para complacer a sus electores a sabiendas que estaban yendo más allá de lo sostenible.
Los eventos en Grecia, Italia, España muestran a una clase política disfuncional e irresponsable. Que no nos vengan con el cuento de que ellos son víctimas de “las fuerzas del mercado”, en realidad son víctimas de su propia arrogancia e irresponsabilidad. Tenían el mandato y la legitimidad para gobernar y no lo hicieron. Se les pagaba para ser guías, no seguidores serviles de grupos de gritones.
Lo más patético: estos eran los gurúes que venían a criticarnos porque nuestro Estado no era suficientemente generoso, como el de ellos.