Brasil: otro proyecto voluntarista

A lo largo del siglo XX Brasil tuvo una variedad de políticas exteriores tanto de izquierda como de derecha, siempre alrededor de la aspiración de ser considerado potencia mundial y estado hegemónico regional. Sucesivamente, fue aliado de EEUU durante la II Guerra Mundial; tercermundista durante los gobiernos de Quadros y Goulart a comienzos de los ´60; “key country” de los EEUU, delegado para la conservación del orden regional hasta comienzos de los ’70, y “díscolo” de los EEUU hasta 1979.
Entrando en el siglo XXI, durante el gobierno del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, Brasil se aproximó al esquema del Consenso de Washington hasta el año 2002 en que el Partido de los Trabajadores (PT) conquistó el poder con Luiz Inacio “Lula” da Silva a la cabeza y luego con el régimen actual a cargo de Dilma Rousseff y puso en práctica un modelo de política exterior basado en una combinación de democracia política y neomarxismo económico, manteniendo constantes las dos aspiraciones antes señaladas: ser considerado potencia mundial y ejercer la supremacía regional.
El “cerebro” del proyecto político del PT es Marco Aurelio García, (MAG o El Profesor) de 68 años, egresado de Derecho y Filosofía en Brasil y de Ciencias Sociales en París. Ex – miembro del Partido Comunista Brasileño, estuvo exiliado en Santiago y en París. Miembro fundador del PT y brazo derecho de Lula en su marcha hacia el poder. Se auto clasifica como “consejero” en asuntos latinoamericanos, y trascendiendo el período de Lula, hoy día sigue siendo el custodio del proyecto político del PT. Según La Nación, de Buenos Aires, “Si Lula es … una especie de presidente de toda América latina, Marco Aurelio García vendría a ser una suerte de canciller de la región”.

En cada una de estas sucesivas estrategias políticas, Brasil adoptó los modales y actitudes de gran potencia: Se matriculó con tropas para combatir al Eje junto a las fuerzas norteamericanas en Italia; adquirió un portaaviones; intentó fabricar una bomba atómica (proyecto secreto Solimões de transferencia de tecnología nuclear alemana a la producción de armamento atómico); comenzó la construcción de un submarino nuclear que aun no se termina, anunció grandes inversiones en defensa que generalmente no se materializaron; intentó ser el proveedor regional de armamentos y, a veces con buenas maneras y otras con malas, intentó meter en cintura a los países de la región.

Con Lula se movió como gran potencia: apoyó a Irán, homenajeó a los hermanos Castro, aplaudió a Gadafi y Assad y patrocinó a Chávez. En palabras de García, “a partir de 2003 Brasil comenzó a frecuentar las reuniones del G-8, a tener un papel importante en las negociaciones comerciales y terminó siendo invitado para la instancia máxima de gobernabilidad mundial, que es el G-20”. Son gestos que para la diplomacia tienen significación y que para los medios de comunicación social elevan el perfil de un país, pero de ahí a que ellos importen capacidades y peso real de gran potencia, hay una distancia sideral.
La llegada a la presidencia de Brasil de un sindicalista de izquierda fue acompañada de cierta inquietud internacional que se disipó rápidamente cuando adoptó políticas favorables a los negocios y la inversión, y se convirtió en una grata sorpresa que suscitó el aplauso mundial. La simpatía personal de Lula y el protagonismo mediático y político del progresista García hicieron el resto. Brasil se convirtió en un suceso.

El Plan “hambre cero” y una serie de medidas paliativas de la pobreza extrema y de apoyo al bienestar social puestas en práctica en Brasil son meritorias, pero no bastan para hacerlo una gran potencia. Se necesita más. Ocho ministros destituidos por corrupción en menos de la mitad de un solo período gubernamental son elocuentes de un agudo déficit de institucionalidad. La pacificación de algunas favelas es también significativa, pero lo es menos si se hace con fuerzas de ocupación permanentes de la policía militar. “Marcola”, capo de la droga en las favelas de Rio explica en una entrevista a O´Globo: “Soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria … ¿Qué hicieron? Nada.
Ahora somos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social. ¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error. ¿Vio el tamaño de las 560 favelas de Río? ¿Anduvo en helicóptero sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo?”

El Mercosur nació 1991 como un acuerdo de arancel externo común entre Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay en vista a crear un espacio cerrado de intercambio comercial, y materializar la expresión política de la nueva alianza. Si hace dos décadas alguien creyó era posible el libre tránsito de bienes entre los países, sin restricciones ni mercadería parada en los puertos, ya debe haberse desengañado. Después de 8 años de creciente superávit comercial, Brasil está en una larga crisis con Argentina para resolver las restricciones a las exportaciones que ésta le impone y el gobierno de Dilma Rousseff está ahora convencido de que la modificación unilateral de las reglas por parte del gobierno de Cristina entorpece el comercio entre los dos socios.
El comercio que los países del Mercosur realizan entre sí representa apenas el 16 % de todas sus transacciones, el otro 84 % va al resto del mundo. Las exportaciones entre los cuatro socios de Mercosur llegan al 15,7 % del total. Y las que son colocadas afuera al 84,3 %. Una relación igual de dispareja arrojan las importaciones: un 16,6 % contra el 83,4 %. La ambiciosa integración regional es cuanto menos pobre y peor aun la salida al mundo de productos originados en el Mercosur.
Marco Aurelio García también percibe estos problemas: “Si uno ve la estructura política del Mercosur, con sede en Montevideo, vemos que es ridícula. No porque sea mala, sino por lo pequeña. Necesitamos tener políticas específicas, como en la Unión Europea (UE), donde hay un Comisario que se ocupa de la infraestructura, de la integración energética, de la integración social, científica… en eso estamos yendo con mucha lentitud … uno de los problemas es que los países presentan resistencias para aceptar instituciones supranacionales”.
Y continúa: “hay otro dato importante, Brasil no es dependiente del comercio exterior, que representa el 14% del PBI. Hoy el eje de la economía brasileña es interno. Por eso estamos sufriendo, pero resistiendo mejor la crisis que los países con más del 40% de su PBI vinculado al exterior”. Es evidente que si para Brasil, principal promotor de Mercosur, la salvación en la crisis actual es precisamente su autarquía económica, -su no dependencia del comercio exterior-, es que Mercosur ha fracasado.
La nueva política, según García, va por el lado de la “integración productiva. Pero visualiza algunos problemas: “Es obvio que … no hay forma de equilibrar el comercio con todos los países de América Latina, a menos que dejemos de exportar cosas que ellos demandan. Y si dejamos de exportarlas, van a comprarlas en Estados Unidos o Europa. La razón es que Brasil tiene una economía muy diversificada, con niveles de productividad creciente y otras cualidades que otros países no tienen”.
La idea de García sería que Brasil proveyera los bienes terminados a la región y el resto de los países le pagara en commodities y productos agrícolas. Lo curioso es que las quejas más enérgicas contra EEUU que hacen los partidos progresistas como el PT son por aplicar ese mismo tipo de políticas.

García, acomodando la realidad a su proyecto, dice que la Alianza del Pacífico “no lo preocupa mayormente. Además sufrió una primera baja con la elección de Humala en Perú. Por otra parte, pienso que con Colombia se puede pensar –mas allá de las preferencias que pudiera tener por eso- que tendría a fin de cuentas una buena integración sudamericana. Y bueno, México y Chile tiene problemas hoy día más grandes que cuidar que el Arco del Pacífico”,

Voluntarismo puro.