El 28 de junio, SE el Presidente de la República, acompañado del Ministro de Defensa Nacional y en presencia del Presidente del Senado, hizo público el documento que expone la Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa (ENSyD) para el lapso 2012 – 2024, que se enviaba en consulta al Senado para posteriormente ser sancionado oficialmente. Este documento, constituye un insumo fundamental para modificar el proceso de financiamiento de las fuerzas armadas, siendo por tanto vinculante respecto a la aprobación de la nueva fórmula presupuestaria promovida por el Ejecutivo en un proyecto actualmente en discusión en el Congreso.
El documento entregado al Presidente del Senado y distribuido a diversas instancias nacionales e internacionales, constituye un elemento articulador de la visión estratégica de Chile no solo en términos militares, sino de la forma en que concibe su desarrollo, seguridad, defensa y uso de sus recursos de poder para lograrlos, expresada como propuesta gubernamental. Como es natural, un documento de estas características despierta un interés evidente en los actores políticos e institucionales.
Al efecto, y más allá de valorar su intencionalidad, se hicieron presentes diversas críticas al documento, -tanto en Chile como en el extranjero-, provenientes de la oposición, de especialistas y de personas independientes, en general coincidentes en cuanto a: la necesidad de replantear y reordenar la presentación de los contenidos; el riesgo de “militarización” de la seguridad; la eventual “securitización” de la política exterior del Estado; la revisión de la conveniencia de crear organismos de coordinación superior que requerirían cambios en la Constitución, y de manera muy relevante la carencia de un proceso de socialización política previa, ya que se trata de una cuestión que no solo condiciona recursos del estado sino que establece una visión de futuro vinculante para varios organismos del mismo, que exige concordancia y convergencia política (política de estado) acorde a las dimensiones en que se proyecta Chile para el horizonte de tiempo planteado.
El concepto de “seguridad ampliada”, objeto de crítica generalizada, fue aceptado por el gobierno de Ricardo Lagos y propuesto positivamente a la comunidad internacional por parte de la ex ministro Soledad Alvear en su discurso en la OEA en Barbados, el año 2002, como una alternativa teórica a considerar para la comprensión de la nueva situación de seguridad global. Aunque fue recogido por ese gobierno, estaba lejos de haber sido incorporada al consenso social nacional. La crítica a este mismo concepto en la ENSyD que analizamos fue general, por lo que lo tomaré como línea de análisis para graficar los elementos más resaltantes de los que considero “errores no forzados”.
Una definición comúnmente aceptada de estrategia nacional es el de “arte y ciencia de desarrollar y utilizar los poderes políticos, económicos, socio-sicológicos y militares del Estado, de acuerdo a la guía política, para crear efectos que protejan o promuevan los intereses nacionales, relacionados con otros estados, actores o circunstancias. La estrategia busca una sinergia y simetría de objetivos, conceptos y recursos para aumentar la probabilidad de éxito político y las consecuencias favorables que se desprenden de ése éxito”. Se puede apreciar que se trata de un proceso esencialmente político y del más alto nivel, es decir por sobre el Ministerio de Defensa y obviamente por encima de la Subsecretaría de Defensa.
La ENSyD es un documento ejecutivo -que describe lo que hay que hacer-, no es académico ni especulativo. La inclusión de un concepto académico –“seguridad ampliada”- que son solo 2 palabras pero que necesitarían 200 páginas para explicar cabalmente de qué se trata, sus límites, componentes, condicionantes, y su posible aplicación a la situación nacional concreta, no solo no aporta nada sino que confunde. Así la Constitución Política de los Estados, incluyen normas e instrucciones para hacer que la sociedad funcione de una determinada forma, pero no contiene conceptos de teoría política. De la misma manera, un contrato comercial detalla el aporte que hace cada parte, cuáles serán las respectivas obligaciones y como se distribuirán los beneficios, tampoco incluye teoría económica ni legal.
Este concepto, insuficientemente explicado, hizo saltar las alarmas en un asunto particularmente sensible para la izquierda chilena: el rol de las FFAA en la seguridad interna. Durante 20 años, laboriosamente, representantes de izquierda y derecha dialogaron, discutieron y llegaron a consensuar un conjunto de valores y principios mutuamente aceptables respecto a este punto, los que fueron quedando registrados en los Libros de la Defensa y sobre todo en la memoria y compromiso de los actores. La inclusión del nuevo concepto de “seguridad ampliada” en el documento de la ENSyD fue interpretado como el abandono unilateral de una política de Estado y llevó a su rechazo. Desafortunadamente, la elaboración de este documento ha generado un quiebre importante entre lo que se espera de una gestión gubernamental y los necesarios procesos de participación y generación de diálogos políticos que tengan bases democráticas para su legitimidad política y social. Los nuevos personeros de este gobierno llegados al sector defensa, que no participaron en el proceso descrito, no contaban con los contactos, recorrido ni credibilidad técnica necesaria para introducir cambios relevantes en temas delicados que fueron largamente analizados desde mucho antes de su irrupción.
No es esperable que los Ministros de Defensa sean expertos en todos los aspectos técnicos de su cartera, para llenar este vacío deben contar con equipos técnicos que lo apoyen. Este gobierno en su comienzo dispuso de un equipo que, representando a su sector, había participado frente a los gobiernos de la Concertación en la creación de la “política de estado” señalada anteriormente y que hizo su programa de defensa. Este equipo fue marginado para dar cabida a personas comprometidas con agendas ajenas a la función defensa. La oposición, con más práctica política y experiencia técnica en este tema, ha dejado a sus expertos el análisis de la ENSyD, los que no han encontrado al frente a nadie capacitado o dispuesto a hacerse cargo del documento propuesto, responder las críticas, defender sus ideas o recibir las sugerencias.
La forma de presentar el documento fue desafortunada, ya que una propuesta compleja, larga –demasiado larga- no podía ser entregada sin mayores explicaciones, requería un proceso de socialización y discusión tanto con los técnicos y especialistas de la propia alianza gubernamental como con los técnicos de la oposición, que a su vez recomendarían su aceptación, observaciones o rechazo a sus mandantes partidarios y parlamentarios, nada de eso sucedió. Fue una ducha de agua fría. No sorprendente el rechazo. A estas alturas del desarrollo político de Chile existe un claro convencimiento que la seguridad y la defensa solo pueden abordarse desde perspectivas no ideológicas y no excluyentes.
En este sentido, si la ENSyD vuelve a hacerse y difundirse de la misma manera que la actual, recogerá el mismo rechazo: “Si sigues haciendo lo mismo, no esperes resultados diferentes”.