Las Tragedias de Valparaíso

Desde una ventana de mi departamento en Viña del Mar pude ver con horror la furia del fuego que quemaba a Valparaíso. La duración del incendio me dio el tiempo para meditar sobre sus tragedias.

Algunos arquitectos analizan las deficiencias técnicas de su diseño, otros meditan sobre la mediocridad de sus autoridades, pero nadie considera que esta pobre ciudad ha exhibido, durante más de veinte años seguidos, el récord nacional de pobreza y desempleo lo que la ha reducido de una ciudad progresista y elegante a una barriada pobre y marginal.

A comienzos de los años ´60 llegué a Valparaíso, una ciudad aun importante, pero ya sumida en la melancolía propia de la decadencia. La crisis del 1929 y el violento cambio de nuestra política económica que -en un movimiento defensivo ante la crisis mundial- pasó de la apertura al comercio internacional al proteccionismo, había marcado el inicio de la rápida desindustrialización de Valparaíso.

En efecto, la competencia, la eficiencia y la productividad que en la apertura motivaban a los comerciantes e industriales chilenos instalados en buena parte en Valparaíso, se transformó en una pugna por acceder a los favores políticos del gobernante de turno que, en una economía cerrada, podía por ley asegurar sus ganancias. Así, las grandes empresas instaladas en la región –no solo en Valparaíso, sino también en Quillota y Limache se movieron hacia el centro de poder político -Santiago-.

Comenzó la decadencia. Los impuestos territoriales se fueron a Santiago, los gerentes y planas mayores de las empresas también. La clase media tradicional formada por los comerciantes y profesionales las siguieron a Santiago dejando una “casa de verano” en Viña del Mar. Los trabajadores perdieron sus puestos de trabajo o siguieron a la empresa a la Capital. La pobreza y la cesantía llegaron para quedarse. Con el paso del tiempo la naciente clase media emergente que restaba en Valparaíso también emigró hacia las ciudades cercanas a Viña del Mar: Quilpué, Villa Alemana, Peñablanca, Con Con y hoy día hacia Placilla y Curauma, escapando de la decadencia del Puerto.

En el Puerto quedaron las externalidades negativas: suciedad, ruido, destrucción de las calles, prostitución y violencia y Santiago se llevó las externalidades positivas, trabajo, impuestos, comercio y ganancias a Providencia y Las Condes.

El espacio dejado primero por la clase media tradicional y luego por la “emergente”, fue ocupado por jubilados con rentas bajas; personas recién llegadas del campo a la ciudad, y excedentes demográficos de Santiago y otras ciudades. Desconocedores de los hábitos de vida necesarios para habitar una ciudad y más aun una ciudad difícil y exigente como Valparaíso: dejaron que los embalses decantadores de arena se embancaron con basura, y vinieron los aludes de agua y barro; la basura se amontonó en las quebradas y se llenaron de ratas y pericotes en invierno y de pasto en verano; la municipalidad sin recursos fue incapaz de ejercer su rol de conservación de los servicios, la marginalidad se magnificó.

Cierto es que hubo alcaldes ineptos, otros que robaron a raudales, pero también los hubo buenos y dedicados, todos fracasaron por igual, los problemas eran insolubles. Los alcaldes comenzaron a vender los activos de la ciudad para pagar las deudas y la ciudad se descapitalizó aun más. Cuando volvió la economía abierta, ya Santiago se había transformado en un hoyo negro que se tragaba todo. Era demasiado tarde.

Los “nuevos porteños” esos que rayan las murallas llamando “A tomarse las fábricas”, son semi analfabetos que no se han dado la molestia de tratar de encontrar aunque sea una fabrica que tomarse. Si trataran, a lo mas encontrarían un taller de empolvados y cuchuflíes. La nueva expresión del arte “popular” con que pretenden hacer a Valparaíso un «centro cultural» apenas dan para desfiles de borrachos machacando batucadas; el «arte muralista», al cual se invitan a artistas de Santiago y de otros países se expresa rayoneando las murallas con monos horrorosos y vulgares que afean la ciudad, y la filantropía actual se manifiesta alimentando a los perros sin dueños en las puertas de las casas, sin tomar la responsabilidad del cuidado permanente de los mismos.

Esas son las tragedias de Valparaíso
¿Qué proponen los expertos?: Recomiendan «evitar el efecto dominó de la madera: abrir plazas como cortafuegos; reformular la construcción en los cerros y en el Plan de Valparaíso», «un nuevo Plan Regulador de la ciudad». Alguno pretende explicar a los porteños como funcionan los tranques como si ellos no los hubieran visto nunca.

Suena bienintencionado, pero nada de eso sirve, la pobreza es más fuerte.

¿Solución?: Regionalismo; Que Santiago nos deje respirar y emprender.

¿Cómo hacerlo?: Intendentes elegidos por voto popular, con poder y presupuesto, el resto vendrá solo. Diputados y Senadores de veras de la región.

¿Factibilidad?: Ninguna. Las oligarquías políticas y burocráticas jamás soltarán el poder que han acumulado. Con las mejores razones nos explicarán que el centralismo es lo único aceptable para Chile y propondrán una nueva línea para el Metro.