Alianza del Pacífico / Mercosur: ¿negociar qué?

El Programa del actual gobierno de Chile comienza haciendo un homenaje a la unidad regional –mecanismos de integración, conformación de un bloque regional, Unasur, Celac- y rechazando la “visión mercantil” del gobierno anterior y luego aterriza en la realidad: la existencia de relaciones vecinales problemáticas y la necesidad de una “articulación de relaciones más estrechas, pero flexibles en intensidad, con la región del Asia Pacífico, (que) debe ser un objetivo prioritario de la política exterior de Chile”.
Para materializar lo anterior expone un concepto estratégico interesante: “Más aún si se constata que la importancia de esta región se ve reforzada por la contribución estratégica que ésta podría aportar a las proyecciones de nuestro país en América Latina y el Caribe, en general, y con América del Sur, en particular. Para ello, Chile debe consolidar su condición de “país puerto” y “país puente” entre las naciones latinoamericanas del Atlántico Sur y el Asia Pacífico, lo que requiere mejorar la interconectividad, aumentar la capacidad de nuestros puertos y perfeccionar nuestros servicios. Chile está en condiciones de desempeñar un rol de vínculo entre las economías de ambas orillas del Pacífico, aprovechando las fuertes relaciones comerciales que tenemos en la región, así como nuestra extensa red de tratados de libre comercio”.
Concluye con una síntesis: “El eje de la política internacional del siglo XXI está en el Pacífico. La política exterior de Chile en el próximo gobierno debe contribuir a lograr una mayor unidad regional. Debemos fortalecer nuestra participación en los distintos mecanismos de integración actualmente existentes en América Latina y, en especial en América del Sur, así como constituir a este bloque de países como una región. Hay que impulsar puentes de entendimiento por sobre diferencias ideológicas y subregionales”.
Al comenzar la puesta en práctica de esta política, el Canciller Muñoz, en una entrevista titulada “Convergencia en la diversidad: la nueva política latinoamericana de Chile” publicada el 13 de marzo del 2014, expresa que “Chile valora la Alianza del Pacífico, pero que “no compartirá pretensión alguna de concebir dicha Alianza como un bloque ideológico excluyente o antagónico con otros proyectos de integración”. Señala también, que “deberíamos discutir la posibilidad de materializar una convergencia de la Alianza del Pacífico con Mercosur”. “Convergencia en la diversidad es la política que Chile buscará promover en América Latina”.
Este planteamiento encontró una acogida clamorosa en los países de Mercosur y particularmente en el gobierno de Brasil. Dilma Rousseff levantó su interdicción a Chile y concurrió a la instalación de Bachelet en el gobierno. Posteriormente envió a Marco Aurelio García a atar los cabos que quedaron sueltos.

“El Profesor” se explayó en la prensa chilena: “Queremos dar una importancia muy grande a la relación con Chile y no separar a América del Sur en Atlántico y Pacífico”, olvidando las ideas compartidas con Chávez que en una de las primeras reuniones del Foro de Sao Paulo encabezado por Lula, esquematizaba los alineamientos regionales que él consideraba mutuamente excluyentes: los estados “monroístas” del Pacífico y los “bolivarianos” del Atlántico y llamaba a la destrucción de los primeros; y el diagnóstico estratégico también acordado por Lula y Chávez desde el 2005: la integración basada en el nacionalismo latinoamericano y el antiimperialismo requería enfrentar decididamente el “regionalismo abierto” que practicaban México y otros países Centroamericanos -y muy conspicuamente los gobiernos chilenos de la Concertación-, materializado mediante acuerdos de libre comercio con todo el mundo, incluyendo a EEUU, y la apertura a Asia en contraposición al área sudamericana liderada –con grandes dificultades- por Brasil. Y los mucho mas recientes acuerdos del XIX Foro de Sao Paulo en agosto del 2013, que concluyó fustigando a la Alianza del Pacífico porque en su agenda se hallaba la liberalización del comercio y de los servicios: “Denunciamos las tentativas, inspiradas en potencias extraregionales, en el sentido de fracturar y sabotear la integración regional, como es el caso de la llamada Alianza del Pacífico y la búsqueda incesante por generar crisis y estimular divisiones en el Mercosur”, señala la declaración. “No por casualidad está formada por países que poseen tratados de libre comercio con Estados Unidos”. Su presidente, Evo Morales pidió a la izquierda y a los movimientos sociales mantenerse unidos frente a los gobiernos de los países miembros de esa alianza, que también perseguirían dividir y debilitar a la Unión de Naciones Suramericanas.
Desde otra perspectiva, Mercosur murió hace años y es un organismo en estado de descomposición: la Cumbre de Presidentes para designar a Argentina en la presidencia pro témpore lleva ya seis meses de postergaciones y los gobiernos no logran ponerse de acuerdo para su materialización; tras años de conversaciones no han podido llegar a una propuesta común para negociar un acuerdo comercial con la Unión Europea; los presidentes se insultan una y otra vez por la prensa; Uruguay reclama por el boicot que Argentina aplica en sus puertos a la carga marítima destinada a ese país, Brasil reclama por el incumplimiento de los acuerdos de libre comercio por parte de Argentina que han reducido en un 10% sus exportaciones a ese país, Paraguay no olvida la forma impúdica en que Mercosur lo expulsó durante el lapso necesario para meter a Venezuela por la ventana y Venezuela se cree miembro pleno de la organización mientras aun no cumple ni la tercera parte de la adecuación de sus leyes a las exigencias de Mercosur.

Si Mercosur no puede hablar de negocios entre sus mismos miembros, menos podrá llegar a algo con los miembros de la Alianza del Pacífico.
Solo puede hablar de política y de ideología y para eso si que tiene muchos espacios, demasiados: Mercosur, Unasur, Celac, OEA y ahora, la Alianza del Pacífico.

El viernes 30 de mayo los cancilleres de la Alianza del Pacífico se reunieron en el XI Consejo de Ministros del bloque. Se discutió la propuesta chilena de ampliación de la Alianza, la que no encontró consenso, aprobándose en cambio una “reunión de carácter informativo sobre la Alianza, con los miembros de Mercosur y otros países”.
En su declaración final insistieron en que “la Alianza del Pacífico es una iniciativa de integración regional formada por Chile, Colombia, México y Perú, creada el 28 de abril de 2011”, que busca “convertirse en una plataforma de articulación política, de integración económica y comercial y de proyección al mundo, con especial énfasis en Asia – Pacífico”.
El canciller chileno hizo un balance positivo de su participación en el Congreso ya que considera que “reafirmó el compromiso de la Presidente Bachelet con la participación plena y activa en la Alianza del Pacífico y con sus compromisos” y que obtuvo apoyo para “iniciar un diálogo sobre una eventual convergencia en aquello que sea factible entre la Alianza del Pacífico y Mercosur”.

Difícil tarea tiene el Canciller Muñoz, simultáneamente está intentando: desmantelar la asociación montada por el Foro de Sao Paulo para hostilizar a Chile mediante el apoyo a las aspiraciones marítimas bolivianas; ayudar a Brasil a salir del atolladero diplomático en que lo metió el Partido de los Trabajadores con Lula a la cabeza; seguir siendo un miembro relevante de la Alianza del Pacífico y abrir las puertas regionales para que Chile y la Alianza sean un Puente y una Puerta y no una Terminal.

La cuestión de fondo es si es factible algún tipo de convergencia entre ambas organizaciones.