Las regiones de Medio Oriente conocidas durante el siglo XX como Irán, Irak, Siria, Jordania, Palestina y la Península Arábiga es un área geográfica donde, desde tiempos remotos, vivieron tribus nómades con algunas ciudades emplazadas en los cruces de las rutas comerciales, que fueron apareciendo y desapareciendo durante los años según variaban las características de los bienes transados y la riqueza de los diferentes grupos.
La conquista turca fue la primera conmoción política y social de los tiempos modernos en Medio Oriente. A su caída, los imperios europeos se apropiaron de los restos del Imperio Otomano y con ellos conformaron “países” que no pudieron o no quisieron incluir las diferencias tribales que muchas veces incorporaban facciones religiosas derivadas del Cristianismo, el Islamismo y de otras religiones. La verdad es que ni la opinión ni los intereses de los afectados fueron tomados en cuenta en lo absoluto.
Durante la descolonización pos Segunda Guerra Mundial la región se dividió en tres grandes grupos, los que apostaron por crear estados laicos como Irak, Siria y Egipto -la República Árabe Unida-, los que mantuvieron una organización con fuerte influencia clerical como los Emiratos y Arabia Saudita, y los quedaron a medio camino, como Irán.
Irak, Siria y Egipto, que habían avanzado en la creación y consolidación de estados “en forma”, cayeron aplastados por la Guerra Fría, la presencia disruptora norteamericana y la agresión israelí y concluyeron en dictaduras personalistas.
La intervención norteamericana en Irak y luego en Siria fueron los golpes de gracia que demolieron los dos últimos intentos de gobierno mas o menos laicos que sobrevivían quedando solo Egipto, en una agonía que parece no tener destino.
La presencia de la Guerra Fría, con todos sus inconvenientes, fue un elemento de estabilización y consolidación de los regímenes existentes, siempre bajo la protección de EEUU o de la URRS. Su fin llevó a la región de regreso a “la normalidad”: las tribus y sus correspondientes interpretaciones del Islam volvieron a ser las únicas respuestas a las identidades y lealtades de las personas, y la teocracia volvió por sus fueros.
Este vacío de “estados”, según los entendemos en Occidente, está siendo llenado por las organizaciones tradicionales que conservan su arcaísmo y toda su incapacidad para desempeñarse en el mundo moderno y que al mismo tiempo, son las únicas que aun conservan cierta legitimidad.
En este caos surgió el Estado Islámico (EI) o el Califato Islámico. Es interesante que haya nacido como “califato”, un nombre de pura raigambre islámica y que posteriormente haya cambiado a “estado”, es decir que haya escogido identificarse con un concepto occidental que consideran que los define tanto como su condición islámica. Este es un contrasentido, ya que el Islam no reconoce otra legitimidad de la autoridad que la que le da el propio Islam.
A partir del control logrado sobre áreas territoriales en Siria e Irak los jihadistas debían transformarse en un ente político con algunos de los atributos que definen a un estado, lo que no lograron. En efecto, su único factor de identidad con los pueblos capturados era su declaración de profesar el Islam, pero al imponerlo con carácter extremo y diferente a la práctica de los habitantes de los territorios conquistados, produjo su rechazo.
Así, su debilidad y carencia de conexión con las poblaciones solo pudieron ser contrarrestadas mediante el empleo de la brutalidad, lo que a su vez liquidó toda posibilidad de creación de un estado. Es importante recordar que la componente europea de los yihadistas son personas “reconvertidas” al islam luego de transitar por un período mas o menos largo de europeización y práctica de los usos políticos y culturales occidentales y que parte sustancial de ellos provienen del proletariado marginal de países desarrollados, en los cuales no encontraron cabida. Como ideología y cultura política están mas cerca de la Banda Baader Meinhof, las Brigadas Rojas, ETA y el IRA que de Alá, Mahoma y el Corán.
Esta misma brutalidad aplicada a sus enemigos militares apuntó a dos maneras de condicionar en su comportamiento: doblegarlos ante el terror o hacerlos reaccionar descontroladamente atacando al Islam. No sucedió ni lo uno ni lo otro: Occidente fue capaz de distinguir entre el Estado Islámico y el Islam.
El brutal asesinato del piloto jordano Muaz al Kasasbeh torturado y quemado vivo en un montaje preparado especialmente para su filmación y difundidas las imágenes por diversos medios de comunicación marcará un antes y un después. Muchos líderes islámicos, incluido Iraníes, condenaron duramente la acción como actos contrarios a la prédica y práctica del Islam. Jordania lanzó una potente campaña aérea que ya lleva mas de 60 misiones y que han declarado que continuará; los Emiratos Árabes que habían suspendido su campaña aérea contra el EI, lo reanudaron en conjunto con Jordania y el rechazo mundial que ya había alcanzado una gran intensidad con el ataque el semanario satírico francés Charlie Ebdo, se potenció, hoy no quedan estados que apoyen al EI, está solo y mas temprano que tarde este abandono los llevará a la derrota
La conducta de los líderes del Estado Islámico ha apuntado a doblegar por la fuerza a sus enemigos internos y externos. No han aprendido del fracaso de los EEUU en Irak, ni de Assad en Siria, ni del de Israel en Gaza ni en Palestina.
Mas temprano que tarde comenzará el regreso de los criminales del EI a sus países de origen en Europa, EEUU, Canadá, Australia y otros.
Será el momento de hacerlos pagar por sus crímenes y brutalidades