La actual rabieta boliviana contra Chile se inició el año 2002 con la llamada Guerra del Gas.
A mediados de 1990 se descubrió gas en el departamento de Tarija. Como es habitual, al comienzo se habló de yacimientos gigantescos y riqueza instantánea para el país. Los apetitos de la oligarquía boliviana se despertaron, y en el otro extremo los chavistas vieron la posibilidad de emular la revolución que se iniciaba en Venezuela.
El conflicto se inició, como también es habitual, protestando contra Chile que no había dicho nada ni intervenido en forma alguna. Las protestas ya se habían iniciado en tiempos de Pinochet y Banzer, obligando a este último a recular y abandonar las negociaciones por el corredor de Charaña planteado por el entonces gobierno de Chile, que evidentemente favorecían a Bolivia. Recrudecieron cuando Jorge Quiroga, elegido tras la muerte del presidente Banzer, decidió exportar el gas por el puerto chileno de Mejillones hacia los mercados de EEUU y México. Los gritones se opusieron a todo. Al final no se concretó nada y el gas siguió bajo tierra.
Quiroga fue sucedido por Gonzalo Sánchez de Lozada. El empresario minero boliviano insistió en el negocio y en el puerto de Mejillones. Sánchez, junto a la Pacific LNG, British Petroleum, Repsol YPF y Petrobras (desde detrás de las bambalinas), insistieron en dar avante con el negocio. Evo Morales y Felipe Quispe, dirigentes chavistas de los coqueros y de los campesinos, respectivamente, movilizaron a la opinión pública y detuvieron el negocio -¿negociado?-.
Sea lo que fuere, Chile no tenía nada que ver en la transacción ni en nada se beneficiaba, pero igual fue uno de los malos. A la animadversión tradicional se unía el odio político, mal que mal Chile personificaba al pérfido país cuasi blanco y neoliberal
Tras un sainete político – folclórico cayó Sánchez de Lozada quien huyó raudamente a los EEUU asumiendo la presidencia Carlos Meza –el actual insultador y promotor mediático de la estrategia boliviana contra Chile en La Haya-. Tras un nuevo período de anarquía y caos promovido por Morales y Quispe, el gobierno cayó en manos de Eduardo Rodríguez Veltzé -coludido con ambos conspiradores- que llamó a elecciones anticipadas el 4 de septiembre de 2005. El 18 de diciembre de 2005 Evo Morales ganó las elecciones nacionales y desde entonces no suelta el poder haciendo toda suerte de contorsiones pseudo constitucionales para agarrarse al sillón.
El problema de fondo en Bolivia era el destino de las entradas por la venta del gas y la lucha por el poder entre la elite blanca de tradicional y las fuerzas políticas emergentes mestizas y aborígenes.
Morales “quebró el vidrio” y sacó el fantasmón de Chile para agitarlo frente a las turbas. Una vez mas, Chile fue utilizado para “agudizar las contradicciones” internas y al final, declarado “culpable” de casi todo, sin perjuicio de lo cual, ciudadanos y autoridades bolivianas siguieron contrabandeando televisores y autos robados en Chile.
Y llegó Evo Morales.
En Chile, desde hacía años, había venido formándose una corriente de buena voluntad hacia las aspiraciones bolivianas. Entre los años 2007 y 2009 el gobierno de Bachelet trabajó una idea que experimentó variaciones, pero que mantuvo una línea central: la oferta de un “enclave, no soberano”, en la región de Tarapacá y en general próxima a Iquique. Un ex Ministro del primer gobierno de Bachelet explica: “Se exploró la concesión de un territorio costero sin soberanía, (incluyendo) su ubicación, su extensión y las normas bolivianas que podrían regir en ese enclave para las empresas y trabajadores bolivianos en industria, servicios, comercio y turismo”. Lo que hoy se llama supremacía territorial.
El año 2010, el senador PS Jaime Gazmuri escribía: “Ciento treinta años después (de la guerra), la cuestión de resolver la demanda boliviana de una salida soberana al Pacífico está en el centro de la agenda bilateral y, como siempre, vinculada a las mutuas relaciones con el Perú. La reciente proposición del senador UDI Longueira de someter a plebiscito una eventual solución añade nuevas voces a quienes pensamos que ha llegado el tiempo histórico de resolver esta cuestión”, “durante más de un siglo, la posición chilena ha tenido dos elementos comunes. El primero ha sido su negativa a ceder soberanía en el antiguo litoral boliviano, adquirido por Chile en el Tratado de Paz de 1904, con el argumento de que no es posible romper la continuidad territorial. El segundo ha sido la disposición a ceder soberanía de territorios al sur de la línea de la Concordia y al norte de Arica: un corredor boliviano desde la frontera”. “Las recientes declaraciones del canciller de ese país de que el Perú no será un obstáculo para el tema abren esa posibilidad. En las negociaciones anteriores han estado sobre la mesa un conjunto de otras materias, muchas de las cuales seguramente volverán a discutirse: eventuales compensaciones, cesión de enclaves sin soberanía”.
El año 2012 las relaciones bilaterales con Bolivia ya se encontraban deterioradas, particularmente por la insistente presión por la demanda marítima de ese país que fuera incluida en su Constitución del año 2008 que contiene una disposición transitoria, que da plazo hasta el 06 de Diciembre del 2013 para denunciar y renegociar el Tratado de Paz y amistad del año 1904. El clavo en el ataúd fue la decisión boliviana de recurrir a la Corte Internacional de Justicia, el 23 de marzo del 2012.
¿Por qué Morales tomó ese camino?. Porque era el pegamento imprescindible para mantener a su nación unida tras su mandato renovable sin término. Además, si a Perú le había funcionado, ¿por qué a ellos no?
El Canciller David Choquehuaca, algo mas educado, pero sobre todo mucho mas sagaz que Evo, percibía que el camino era erróneo y el mismo día que anunciaba la decisión de su gobierno de recurrir a la Corte Internacional de Justicia dejaba la caída para reanudar las conversaciones con Chile. Una petición absurda.
Nuestro gobierno, por boca de su ministro de RREE insistió en su posición:
«Chile no tiene una deuda con Bolivia». No obstante, existe la disposición a «darle facilidades a Bolivia de otra naturaleza». “Aquí lo que hay es una discusión y un planteamiento en Bolivia que pone como una exigencia una salida soberana al mar, cosa que Chile no está en condiciones de hacer. Esa solución hoy no es posible», sostuvo.
La conciencia de estar destruyendo lo avanzado en tantos años era claramente perceptible para algunos bolivianos: la columna de Ramiro Prudencio Lizón aparecido en el periódico La Razón el 6 de Junio de 2012 así lo confirma:
“La actual política intransigente del gobierno del presidente Piñera respecto al tema marítimo ha agudizado la creencia generalizada en Bolivia de que Chile tiene como política básica el rechazo a todo entendimiento sobre la materia. Pero, felizmente, la realidad es diferente. Al contrario de lo que piensan muchos bolivianos, la política tradicional chilena, salvo cuando las relaciones están muy frías como ahora, ha sido buscar una solución al problema marítimo boliviano.
En el transcurso del siglo XX, y luego de haberse suscrito el Tratado de Paz de 1904, hubo diversas negociaciones entre los dos países sobre el tema. Basta recordar lo sucedido en los últimos años, desde la ruptura de relaciones diplomáticas de 1962, a raíz del conflicto del río Lauca, cuando Chile decidió nunca más tratar el asunto marítimo. Pero poco tiempo después, el gobierno del presidente Eduardo Frei reanudó conversaciones reservadas sobre la cuestión marítima. Estas continuaron con el gobierno de Salvador Allende, oportunidad en la que se concibió una posible solución con base en la entrega de un corredor al norte de Arica, tal como se había estudiado en 1950.
A la caída de Allende, el régimen militar que tomó el poder, encabezado por el general Augusto Pinochet, buscó un arreglo directo con Bolivia. De este modo, se llegó a la negociación iniciada en Charaña, que fue la más importante del siglo XX. En esa oportunidad, Chile ofreció ceder un corredor al norte de Arica, con continuidad territorial desde Bolivia hasta el mar. Como compensación exigió un canje de territorios. Lo increíble es que en Bolivia surgió una oposición irracional al trueque de territorios, al extremo de que el general Banzer se sintiera obligado a suspender relaciones diplomáticas con Chile y dar fin con ello a tan trascendental negociación.
Pese a esta abrupta ruptura de relaciones, Chile aceptó ingresar a una nueva negociación, la del “Enfoque fresco”, la cual se concretó en la reunión de cancilleres de Montevideo, de 1987. Pero declaraciones anteladas de nuestro gobierno de que Bolivia nunca aceptaría el canje de territorios frustró este nuevo emprendimiento.
Cuando surgieron en Chile los gobiernos democráticos, ya no hubo negociaciones formales sobre la materia. El temor a la compensación territorial paralizó la obra de los gobiernos nacionales hasta la llegada del nuevo siglo. Al despuntar éste, se suscribió la Declaración de Algarve, Portugal, donde se estipulaba que los dos gobiernos tratarían todos los temas de la agenda bilateral sin ninguna exclusión.
Posteriormente, el presidente Ricardo Lagos manifestó al mandatario Carlos Mesa su intención de ceder a Bolivia el corredor al norte de Arica. Pero, lamentablemente, pronto provino una desinteligencia entre dichos jefes de Estado en la Cumbre de Monterrey, que frustró ese ofrecimiento. Por último, apenas el mandatario Morales asumió al poder (invitó al) presidente Lagos viniese a Bolivia para tratar el asunto del gas y, naturalmente, el marítimo. Aquí Lagos le informó sobre su disposición de ceder el corredor en forma soberana y, además, de adquirir nuestro gas a un precio doble del que pagaban Brasil y Argentina.
Pero poco después, absurdamente, el Gobierno volvió a suscribir un acuerdo de venta de gas a Argentina con la cláusula de la “molécula de gas”. Es decir que Argentina se comprometiera a no vender gas boliviano a Chile. Desde ese momento, el gobierno de Bachelet reculó en lo referente al mar, lo mismo que su sucesor, el presidente Piñera, quienes mencionaron que sólo concederían una zona sin soberanía”.
Recientemente se han completado las presentaciones para la vista de la objeción de competencia de la CIJ, presentada por Chile. El esfuerzo actual de Morales y su grupo es tratar de alargar el pleito todo lo que sea posible, mantener viva la controversia para poder usarla en sus maniobras políticas para agarrarse del poder a cualquier costo, aun sabiendo que con cada acto hostil y provocador hacia Chile, Bolivia aleja mas y mas la posibilidad de obtener un mejor trato.
Siempre en clave críptica, el ex presidente y agente de Bolivia en La Haya asegura: «No estamos demandando el Tratado de 1904, ni estamos intentando anularlo, evadirlo o modificarlo, voy a reiterar lo que Bolivia plantea ante esta Corte: es que a la luz de una serie de promesas, actos unilaterales o bilaterales, Chile sostuvo y admitió encontrar una salida efectiva para el enclaustramiento de Bolivia”.
Promesas no hubo, ofertas de negociar, si, con y sin soberanía y con y sin compensaciones. No se negoció por decisión boliviana. ¿Qué significa salida al enclaustramiento boliviano?, nadie lo sabe y ninguna autoridad boliviana se atrevería a decirlo, por la simple razón de que no hay consenso boliviano al respecto.
Pero el Vicepresidente Álvaro García Linera nos da alguna luces:
“Los bolivianos «vamos a tener mar”, pero uno de los cinco requisitos para conseguir ese objetivo es que el «presidente Evo (Morales) siempre nos acompañe, siempre nos conduzca”. “Con la demanda interpuesta contra Chile, Bolivia busca que el alto tribunal obligue al vecino país, mediante una resolución, a negociar de buena fe con el Estado boliviano una salida marítima con soberanía.
No existen fechas establecidas para el desarrollo de este contencioso, pero si la CIJ se declara competente y conoce la demanda, puede dictar una resolución después de al menos cinco años”.
Las claves:
- Que Evo nos conduzca siempre: Reelección eterna. Chavista
- Una salida marítima con soberanía: Es decir con cambios en el tratado de 1904.
- Este proceso va a durar mas de cinco años: Morales debe permanecer el mando por un lapso mayor que eso.
Para no perder su incoherencia habitual, el gobierno boliviano, en La Haya, por boca de su abogado estrella, el iraní Payam Akhnavan declara que “a Bolivia le puede servir tanto un corredor, como un enclave o incluso una zona especial”, sea lo que sea que “una zona especial” signifique”.
- Hemos completado el círculo y Bolivia aparece pidiendo lo que se les ofreció y rechazaron. Todo un perfil siquiátrico de Evo.
- El tema está claro. El asunto con Chile es directamente funcional a la necesidad de asegurar la prolongación del gobierno de Morales. A mayor abundamiento, la prensa boliviano consigna una declaración suya: Evo quiere que el proceso de cambio dure “como en China”: “Si nos unimos de verdad, nuestro proceso puede ser como en China, gobernar para toda la vida, pero sirviendo al pueblo boliviano”, afirmó Morales.
Para un caudillo bárbaro como Morales, ignorante de la historia, centrado en su pobre humanidad, todo comienza y termina con el mismo.
Todo el capital de buena voluntad que se había acumulado en Chile fue dilapidado en medio de insultos, provocaciones y comentarios estúpidos. No queda nada. Actualmente la inmensa mayoría de los chilenos es partidario de no conceder nada a Bolivia, ni hoy ni nunca.
En mucho tiempo ningún Presidente se arriesgará a acercarse a Bolivia para tratar este tema. Peor aun, los cambios habidos en la sociedad chilena hacen que sea muy probable que nunca mas ningún presidente de Chile pueda alterar el estatus quo territorial de la República sin la autorización directa del pueblo, con un plebiscito. Los chilenos ya no conceden carta blanca a nadie para que proceda según su parecer o su ideología frente a algo que pertenece a toda la nación y que fue ganada con su sangre.
De la misma manera, las reiteradas marchas y contramarchas bolivianas, las eternas pillerías, vueltas y revueltas, mentiras y distorsiones ofensivas en su puerilidad, han liquidado toda su credibilidad. Bolivia tendrá que hacer un plebiscito que asegure a los chilenos que su gobierno realmente representa la voluntad de su nación.
Y eso, lo sabemos, es imposible: en Bolivia no hay dos personas que quieran lo mismo respecto a las relaciones con Chile.