Las elites dirigentes chilenas no pueden estar mas desprestigiadas. La peor, la elite política. Nadie la valora, nadie le cree.
La Presidente de la República tiene un 68% de rechazo y genera confianza solo al 33% de los ciudadanos. El 77% de los chilenos no tiene confianza en el Congreso. El grupo dirigente de primera línea la completan los empresarios con el 55% de desconfianza y los jueces con el 58%. Estamos en problemas.
Nosotros los dejamos llegar a donde se encuentran, hacen lo que hacen por nuestra flojera y desidia. Es hora de ponerle coto.
En marzo de 2015 la Presidenta Michelle Bachelet anunció, con gran expectativa mediática, la conformación de una nueva instancia. Se trataba de la Comisión Asesora Presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción, presidida por el economista Eduardo Engel.
Las vinculaciones e irregularidades entre los negocios y la política se habían instalado con fuerza, atacando directamente la popularidad del Gobierno y, particularmente, de la propia Mandataria. Los casos Penta y Caval obligaban a diseñar una nueva estrategia ante la ciudadanía.
La regulación del financiamiento de las campañas electorales sería, entonces, uno de los discursos más recurrentes. La tarea la encabezaría Engel, acompañado de quince personas seleccionadas por el Gobierno y debería proponer acciones “recogiendo las mejores prácticas a nivel mundial, escuchando a la ciudadanía, a expertos y organismos internacionales mediante audiencias”.
La tarea era delicada, anteriormente el Congreso había iniciado un proceso similar que fue considerado insuficiente y de una lentitud que mostraba el bajo entusiasmo que el proceso suscitaba en la Corporación legislativa. Ahora Engel debía pisar el acelerador y proponer mediadas reales y efectivas, no mas cosmética, enfrentando directamente al Poder Legislativo.
A cuatro meses de que la Comisión entregara las propuestas sobre conflictos de interés, tráfico de influencias y corrupción, sus integrantes critican el lento trámite legislativo, los vacíos que se están generando, las deformaciones de sus propuestas y las resistencias que surgen cuando se trata de regular la política. El tema de las reelecciones eternas ha sido desvirtuado. El dicho “hecha la ley, hecha la trampa”, está siendo aplicada por los expertos en hacer leyes .. y en hacer trampas.
Ningún grupo corporativo ni ninguna persona entrega el poder voluntariamente, hay que quitárselo a tirones. Menos lo entregarían los parlamentarios chilenos con sus sueldos extravagantes, sus variadas asignaciones, viajes pagados, pasaportes diplomáticos, comisiones al extranjero a lugares exóticos e inútiles para sus electores, al posicionamiento alcanzado en la trenza partidaria y muchas otras prebendas y garantías.
No nos hagamos ilusiones en las próximas elecciones no podremos sacarlos de sus nichos dorados. Pero si podremos ir raleándolos y deshaciéndonos de los mas maleados. Esta será una larga lucha en que los ciudadanos, los que pagamos, debemos hacer valer nuestro poder: el de elegirlos o no, el de apretarlos para que no hagan trampas y el de vigilarlos de cerca e implacablemente.
Contamos con una herramienta poderosa: las redes sociales. Ahí podemos desnudarlos, dejar sus vergüenzas a la vista, exigirles respuestas, evidenciar sus evasivas y medias verdades – medias mentiras. Las redes socieles nos permiten eludir sus arreglos con los periodistas “comprometidos” y con los medios controlados por la trenza político – empresarial. La red es libre y democrática.
No se trata de demoler el sistema, se trata de purgarlo. No se trata de eliminar la política, se trata de ponerla en su lugar: sirvientes de los ciudadanos, no sus amos.
Creo que tenemos alternativas:
– No votar por ninguno de los “eternos”. Dejar de votar o votar nulo es simplificar su problema, a ninguno de ellos le da vergüenza ser diputado, senador o presidente con cuatro votos. No sirve votar nulo, ni blanco, ni no ir a votar. Hay que votar por un candidato que esté en la línea política de cada cual de nosotros pero que no vaya a la reelección. Solo caras nuevas. Así impulsaremos un reajuste del poder dentro de los partidos e iremos alejando a los “eternos”. Romperemos las alianzas y compadrazgos con los empresarios y tendremos la oportunidad de aprovechar la relativa falta de destreza de los nuevos para apretarlos y exigirles un comportamiento mas decente. Eventualmente abriremos una ventana para que salga el mal olor y tengamos un nuevo comienzo.
No se trata de que “se vayan todos”, se trata de que “se cambien todos”.
– Control permanente y escándalo en la red. Debemos mantener, cada cual en el ámbito y espacio en que tenga mayores posibilidades –administrativo, político, educacional, financiero, de defensa, de obras públicas etc. – una vigilancia constante de qué hacen, qué dicen, con quién se juntan, cuánto ganan y cuánto gastan, a quiénes apoyan y por qué, a donde viajan y para qué, a quiénes favorecen con sus leyes, cómo se financian, a quiénes les piden plata –donaciones o préstamos-, sus abuso de poder: con los carabineros, con los ciudadanos, en las oficinas públicas, en los caminos, consiguiendo entradas liberadas, puestos para los parientes etc.
Una mirada escrutadora y crítica permanente.
– Equilibrios; que no hagan nada sin consultar a sus electores. No dejarlos que hagan lo que quieran. Obligarlos a escuchar a los afectados, a todos; exigir la publicidad de sus votaciones y de sus argumentos; impedir votaciones y aprobación de leyes entre gallos y medianoche, a la carrera o a escondidas. Armar escándalo cuando esto suceda y exigir la anulación de las leyes aprobadas. Mas vale que no haya ley respecto a algo a que haya una ley mal hecha y a la medida de alguien. Mas vale que una nueva ley se demore a que salga un bodrio.
Exigir a los partidos que haya primarias abiertas y públicas, que los candidatos sean aprobados por los electores de la región que quieren representar, si no lo hacen, boicotearlos. Entre los ciudadanos tenemos expertos en todo, que cada uno de ellos analice y revise las leyes … no para imponer su preferencia sino para destacar su errores. Si tenemos malos políticos es porque se lo permitimos … y ellos abusan. Basta.
Los diputados y senadores son nuestros representantes, no nuestros amos. Nosotros los elegimos, les pagamos y si dejamos que nos mandoneen es por nuestra culpa y entonces, a no llorar. Cuando hayamos recuperado el control podremos hacer cambios reales y profundos, no antes.