El día 17 de febrero el periódico La Tercera en su cuerpo de Reportajes publicó una extensa entrevista al General Emilio Cheyre. No entendí el propósito de la misma. Me queda la impresión de que el entrevistado no logró definir su vocación entre la política y el Ejército.
En Chile, el Gobierno Militar, al hacerse cargo de la crisis terminal de la democracia y ante la exigencia de la mayoría del Congreso y la opinión pública, impuso una revolución. Trató de implantar una nueva forma de gobernar, de asegurar una libertad mas amplia, que considerara lo político pero que incluyera lo económico, -la liberación de la miseria- y sobre todo la reconstitución de la república que había sido deformada hasta hacerla irreconocible, alejándola del “liberalismo” del mundo occidental en un viaje hacia la ideología de “la necesidad histórica”.
Asumir el gobierno fue una anomalía, no deseada por los militares pero exigida por la ciudadanía. Muchos lo entendimos siempre así.
El General señala que las criticas a su obra – liderar el proceso de transición política pos Gobierno Militar- provienen de tres sectores.
– Los oficiales militares mas antiguos que él; los que estuvieron vinculados a los servicios de inteligencia y seguridad; los que no han hecho “el cambio cultural”, a los que no les gustó el cambio que él hizo: el Nunca Más, la educación en derechos humanos, el reconocimiento de la responsabilidad institucional del Ejército y la colaboración.
– “Los dueños del Diario el Siglo” de las radios del partido, los abogados que litigan desde estudios jurídicos ligados al Partido Comunista que no quieren reconocer que el Ejército ya hizo su trabajo sino que hay una tarea pendiente.
– Los que quieren reducir el mérito al trabajo que se hizo en la transición. Se declara “un hombre de la transición”.
Sus enemigos sería un número aparentemente no muy numeroso de personas, lo que plantea la pregunta: ¿Entonces quienes y cuántos son los que lo apoyan en sus presentes circunstancias?.
No son sus ex camaradas de armas, ni siquiera los que se supone que habrían hecho el “cambio cultural”; el Partido Comunista obviamente no y tampoco los partidarios de la transición, de izquierda ni de derecha. Da la impresión que, salvo sus colaboradores personales más cercanos, nadie siente la necesidad de apoyarlo y defenderlo.
Posiblemente, si los reuniera a todos, la concurrencia sería menor que los que asistieron al auditorio del Hotel El Escorial en Madrid.
Esta situación lleva a pensar que hubo un grueso error en su diagnóstico de la situación pos Gobierno Militar y que las alternativas que consideró para enfrentarla, no fueron adecuadas.
Es llamativa la priorización que hizo el General Cheyre. Puso primero su contribución a la “transición política” y ello se habría materializado, en parte, a través de una “transición militar” con el cambio cultural y el reposicionamiento político del Ejército liderado por él y algunos “compañeros de su generación”, posponiendo la protección y defensa de sus soldados y la recuperación de la moral militar.
En este aspecto la constatación mas explícita de este error -para el Ejército y por extensión para las FFAA y Carabineros-, es la persecución que él mismo está sufriendo. En efecto, él es denunciado y acusado, mediante el uso de procesos judiciales discriminatorios y prevaricadores.
En su caso se trata de un ex Comandante en Jefe, un General, un miembro del equipo político que materializó la “transición política” -a su juicio exitosa-, ¿qué queda entonces para un oficial o soldado de su misma edad, 26 años –o menos- enjuiciado por situaciones de hace 40 o mas años, envuelto en sucesivas acusaciones no menos politizadas que las que sufre él?¿No tenía la obligación de defenderlos aun con mas celo y dedicación que la que dedica a su suerte personal?, ¿tuvo y tiene derecho a abandonarlos a su suerte?, ¿es que “los que estuvieron vinculados a los servicios de inteligencia como la DINA y la CNI” no eran “institucionales” considerando que, como él mismo lo señala, su “Nunca Mas” incluyó una declaración explícita de que “el Ejército tenía la responsabilidad institucional de todos los hechos punibles del pasado”?.
Asegura que ”yo contribuí a que hubiera justicia, reparación y no repetición. Este último elemento es uno de los mas importantes que se busca después de una dictadura, de un gobierno autoritario … porque nos convencimos que lo habíamos hecho mal”. Si se refiere a los resultados del Gobierno Militar, es su apreciación sobre los mismos, que no comparto en lo absoluto. Si se refiere a las características que adquirió el enfrentamiento, su aproximación a este tema parece estar fundamentado en la moral y la racionalidad, pero desgraciadamente la guerra no es así.
Porque tuvimos una guerra. No hablo de una guerra en un sentido jurídico o ético sino práctico e histórico, tal como lo analizan infinitos estudios de la izquierda militarizada en Chile[1]. Un militar con una base académica como la de Cheyre [2] sabe que la guerra es una Extraña Trinidad, de odio, enemistad y violencia primitiva; de un asunto profesional y técnico de conducción de las fuerzas militares y que tiene el carácter de instrumento de la política.
Como se ve y la historia muestra reiteradamente, las pasiones y los odios, entre otras emociones, determinan el carácter de cada conflicto. No extrañará que si uno de los bando en lucha tiene como filosofía política la “agudización de las contradicciones” y “la lucha de clases”, el odio y la violencia se extremará; y desde el punto de vista del Gobierno Militar involucrado en una profunda revolución, la tendencia a escalarla es también alta.
En ese ambiente, terminado el Gobierno Militar, confiar o creer que las palabras y los cálculos de los interlocutores políticos podrían llevarnos por la senda de la amistad y la comprensión no fueron realistas y los resultados, -que no dudo no son los que Cheyre buscaba-, para las FFAA y para muchos militares resultaron desastrosos e injustos, incluyendo al General.
Ejercer el gobierno demandó un gran desgaste físico, material, moral militar y profesional a las FFAA, que sumado a las amenazas de guerra de Perú y de Argentina exigían un gran esfuerzo de recuperación institucional. Con la entrega del gobierno por parte del General Pinochet concluyó la transición militar – civil y con ello comenzó la lucha política partidista en la cual el General Cheyre nunca debió estar envuelto, menos intentar liderar.
Las FFAA son instrumento del Estado y la participación activa de Cheyre en la transición política pos Gobierno Militar fue un esfuerzo extra a que fue sometido el Ejército, que terminó en problemas de gestión financiera y administrativa, el desastre de Antuco, la mediática participación en Haiti y la persecución política y judicial de los militares y demás miembros de las FFAA. La incorporación de políticos a algunos Estados Mayores y Academias abrió la puerta a su influencia y malos hábitos.
En la administración del general Cheyre, el tiempo del Gobierno Militar había terminado y había llegado –al conjunto de las FFAA- la hora del profesionalismo, la prescindencia política total y de cerrar filas en torno a la defensa inclaudicable de nuestros perseguidos políticos por haber cumplido funciones institucionales que les fueron dispuestas.
Las consecuencias de las guerras no se resuelven en los juzgados, solo se los usa para formalizar la solución política impuesta por los vencedores.
¿Quién venció en Chile?, el general razonó como derrotado.
Se equivocó.
[1] Un ejemplo breve: El MIR y FPMR El fracaso de la vía armada para terminar con Pinochet. Manuel Salazar Salvo.
[2] Das Krieg. Carl von Clausewitz,