Esperando a Guaidó

Samuel Becket publicó a fines de los ´40 una “comedia del absurdo” titulada “Esperando a Godot” en la que dos vagabundos esperan en vano, a la vera del camino, la llegada de un  tal Godot con quien puede que tengan una cita y el cual “no llegará hoy pero mañana seguro que si”, y en realidad, nunca llega. Pasan el tiempo conversando y discutiendo. Un crítico refiriéndose a las interminables escenas y a la escasez de personajes, resumió su crítica con una frase de la propia obra: «¡Nada ocurre, nadie viene, nadie va, es terrible!»

Las manifestaciones populares en Caracas no inquietan a Maduro, con su combinación de militares, guardia nacional, bandas de motociclistas armados, con el sistema cubano de control cuadra a cuadra y la delincuencia común, controlan al pueblo venezolano. Con el monopolio gubernamental sobre la comida, el vestuario, los medicamentos y el acceso a los hospitales compra y administra lealtades.

Maduro no es Pinochet, prefiere llevar a su país al caos antes que arriesgarse a perder el poder. Nunca llamará a un plebiscito, jamás entregará el gobierno. Los narco militares venezolanos saben que confiar en las promesas de los partidos políticos es una estupidez que solo los militares chilenos y los argentinos cometerían. Ellos jamás. Ya saben lo que pasa. Un gobierno marxista no suelta el poder.

La alternativa sería una intervención de los EEUU. ¿Por qué ese país haría tal cosa?. A Trump le gustaría que Venezuela tuviera un comportamiento democrático y sensato, pero difícilmente pase de las sanciones y el apoyo político y diplomático a una guerra abierta para desalojar del poder a Maduro y a sus narco generales. Meterse a un país en parte selvático, de dimensiones inmensas, lleno de bandidos urbanos, con las bandas de las FARC colombianas y las pandillas venezolanas que operan el narcotráfico y la minería ilegal proveyéndoles de recursos financieros inagotables a Maduro y su Mafia … y el lote siniestro de Cuba, Rusia y China, infiltrando armas de tecnología avanzada, es otra cosa.

EEUU podría lanzar grandes ataques aéreos de precisión, misiles y drones, podría destruir lo que quiera, cuantas veces quiera, pero inexorablemente llegará el momento de tener que invadir el país y las ciudades, reconstruir las instituciones, construir una nueva policía, un nuevo ejército, sofocar el terrorismo, controlar la delincuencia ya entronizada en la sociedad, levantar la economía y eso no tomaría meses sino años, muchos años.

Trump no enviará a sus soldados a Venezuela. No le interesa. Es un especulador y no pone pone un dólar si no tiene la seguridad de ganar mil y eso no sucederá, considerando que en los próximos dos años deberá enfrentar una reelección que no es para nada segura.

Siguiendo la distribución normal de las tareas, al Grupo de Lima le corresponderá poner la carne –los muertos, los heridos y los mutilados- en una lucha feroz que durará no menos de diez años.

Nuestro país tendría que comenzar por ampliar sustancialmente la Prisión de Punta Peuco; reforzar al Instituto Chileno de Derechos Humanos; recuperar a la Lorena Fries; reorganizar la Vicaría de la Solidaridad, ahora sin pedófilos y convencer a los chilenos que deben enviar a sus hijos a luchar por la democracia en Venezuela. Esto con la oposición frenética de la izquierda y el desgano –por decir lo menos- de los militares.

Piñera, por lo menos al final de su gobierno, tendrá que revisar a fondo sus parlamentos sobre lo abominable que fue el Gobierno Militar de Chile cuando reconstruyó simultáneamente la economía, la institucionalidad y la democracia, contra la oposición del terrorismo armado y financiado por Alemania Oriental, Cuba, la Unión Soviética y los “compañeros de ruta” de EEUU y Europa. Que nadie se llame a engaño, una guerra como la que se avisora no será con guantes ni a besos.

Será también un momento didáctico, esta vez la fronda deberá enviar a su hijos y sobrinos. No se quedarán en la casa, como sucedió durante el Gobierno Militar; estudiando en Harvard; haciéndose ricos o apropiándose de los bienes fiscales privatizados. Todos los chilenos estaremos llevando la cuenta exacta de cuantos de ellos están en la lucha por la democracia. Lo mismo vale para los que están endeudados con la hospitalidad de Venezuela que los recibió cuando huyeron de Chile y les permitió continuar conspirando y entorpeciendo la tarea del gobierno de Chile para recuperar el país.

Sus niños deberán estar allá, en el combate real y no en una oficina. Los estaremos vigilando día a día.

Parece que mejor lo piensan con mas detención. Mientras tanto, sigan esperando a Guaidó.