LEY Y PAZ, PRIMERO Y AHORA.

Un estado presidencialista en que el Presidente está mental y políticamente acabado, no es viable. La magnitud y complejidad de la situación nacional supera su capacidad de comprensión. Piñera carece de la solidez cultural necesaria para entender la crisis, que decir para liderar al país hacia una salida.

La sociedad real se ha vuelto tan diferente a la imaginada por sus líderes políticos que se ha creado una situación de incomunicación total entre el gobernante y los gobernados.

El Estado actual aun conserva parte de su capacidad para materializar acciones, pero es incapaz de recibir e interpretar lo que lo que los ciudadanos quieren, de satisfacer sus necesidades, que ya no son solo de índole material, sino también social, intelectual y afectiva.

El Poder Legislativo ha derivado en una oligarquía corrupta, ineficaz e incompetente. Desconectada por completo de sus representados. Se ha convertido en máquina de poder de minorías dominantes coludidas y asociadas con los operadores de la administración pública; con el Poder Judicial; con las empresas del Estado y los empresarios y comerciantes que generan y administran la riqueza privada, que a su vez, solo miran por sus intereses de corto plazo.

Del Poder Judicial ni hablar, en Chile siempre ha sido una excrecencia del poder político y hoy lo es de un sector político específico, la izquierda radical y ha interpretado la ley para ajustar cuentas y modelar la sociedad según sus desviados valores.

Al desatarse la crisis que vivimos, se produjo primero una parálisis y luego la reacción mecánica, instintiva, automática e ineficaz de la institucionalidad política. Con el Presidente fuera del cuadro, el Congreso y los Partidos políticos se apoderaron de la escena y negocian acuerdos y procesos que solo interesan a ellos y cuyos actores y resultados, ya están definidos por ellos mismos. Incluyendo a los que sean llevados como “independientes”.  Apuntados solo a perpetuar su especie.

La sociedad se mueve por otros carriles: No lee, no entiende ni entenderá la Constitución y menos el alambicado proceso para su eventual reemplazo, Constitución que, por lo demás, no incide directamente en sus problemas ni aspiraciones personales y que a esta altura de la situación han dejado de ser el centro de la crisis.

La Constitución ha dejado de ser el tema central, el intento de Golpe de Estado fracasó, ahora estamos ad-portas de una Guerra Civil. Los nietos de los revolucionarios de 1973 están tratando de concretar el proyecto de Allende y sus padres renovados, desesperados, no saben que hacer.

Chile tiene un desafío que solo puede ser resuelto por sus elites, y las elites actuales no tienen la imaginación, la generosidad, el intelecto ni el patriotismo necesario para hacerlo. Se necesita una nueva elite y hay que construirla, en Chile también hay gente capaz y decente.

Esa elite tiene que producir una nueva institucionalidad que de cuenta de las nuevas condiciones sociales, económicas, vitales y culturales del Chile actual. Que incorpore a todos los voluntaria e involuntariamente marginados de la sociedad actual. Que socialmente valorice el ser por sobre el parecer, el hacer por sobre el tener, el pertenecer por sobre el descollar, el contribuir por sobre el lucir. Que tras la decadencia de la religión, de a las personas una motivación que los haga parte activa y participativa de una empresa social, nacional material y espiritual. Mi larga pertenencia a la Armada de Chile y concretamente a la Infantería de Marina me confirma que una vida de servicio es posible, gratificante y que es capaz de proporcionar una existencia social y personal buena y satisfactoria.

Ninguna solución imaginada, diseñada y conducida por la elite política y económica actual, que nos trajo hasta la crisis en que estamos, podrá proporcionar una respuesta suficiente.

Es el momento de la sociedad organizada al margen de las ideologías, estructurada a partir de las comunidades locales, simultáneamente solidaria y subsidiaria, con centro de gravedad en las organizaciones sociales. Es el momento de la eliminación de la centralización del poder y de los recursos y su traspaso a las regiones y ciudades. La reducción radical del Congreso y la eliminación de la perpetuación de sus miembros mediante reelecciones sucesivas e interminables; la eliminación de todas sus inmunidades y prebendas; su sometimiento a constante y exhaustiva supervisión ciudadana, objeto de altas exigencias de calidad, excelencia y probidad. Es el momento de la exclusión de la actividad política de los grupos que practican doctrinas antidemocráticas o violentas en sus fines y en sus medios y su erradicación de todo el territorio nacional.

Es el momento de seleccionar los liderazgos -locales y nacionales- en base a la excelencia, la calidad, el compromiso y las virtudes. Es imprescindible dignificar y exigir dignidad a los líderes.

Ley y Paz primero y ahora

22 de Noviembre de 2019