¿QUÉ ALTERNATIVAS ESTÁN EN JUEGO EN CHILE?

El fragor de la batalla a la que nos han arrastrado errores y pecados cometidos por las elites política, empresarial y social chilena nos desordena el panorama y entorpece el análisis sereno de la situación. Por eso es conveniente revisar las razones de fondo que originan el conflicto en curso y cuales son los objetivos de cada bando.

Los bandos en pugna en Chile tienen objetivos políticos diferentes que, al ser conseguidos, harán que nuestro país se organice de una forma u otra, lo que determinará nuestro futuro integralmente.

Básicamente las alternativas son cambiar: a un Estado Social; continuar con un Estado Subsidiario o sumergirnos en una Revolución Cultural radical.

El Estado Social es un sistema que apunta a garantizar y potenciar ciertos “derechos” que se consideran imprescindibles para que las personas desarrollen todo su potencial como ciudadanos: Salud; Educación; Trabajo; Vivienda; Jubilación; Cultura; Protección a los desvalidos; Medio ambiente; Asistencia jurídica y varios Derechos Sociales, como integración social, redistribución de renta y compensación de las desigualdades. Todos ellos garantizados en la legislación y exigibles por parte de todas las personas. El Estado Social, al menos en teoría, se ve como un estado intervencionista que regula el capitalismo y garantiza la primacía del bien común y la democracia.

En su aplicación a la realidad surgieron una serie de problemas, que no pudieron ser resueltos y hoy tensionan a Europa: Las demandas de los ciudadanos europeos crecieron sin cesar. Surgieron abusadores del sistema, como personas que hicieron de los seguros de cesantía y las licencias médicas una forma de vida. Los costos de la salud y de la previsión crecieron fuera de control. Los beneficios sociales estimularon la inmigración masiva y así se creó un desbalance entre los derechos establecidos para los ciudadanos y la capacidad de los estados para financiarlos.

En breve, el Estado Social está en crisis por la tendencia humana a trabajar menos y descansar más; a usar todas las oportunidades disponibles para obtener ventajas personales; a la tendencia de las autoridades a aceptar peticiones antes que rechazarlas, aunque sean insostenibles, y a su disposición a extraer recursos de las actividades productivas hasta hacerla no rentables o no competitivas.

El Estado Subsidiario por su parte, tuvo su origen en la Europa Occidental de la pos II Guerra Mundial y fue la reacción social a las experiencias fascistas y marxistas vividas durante ese conflicto. Esas sociedades rechazaron la intervención activa y directa del estado en el ámbito económico – social y reclamaron mayores espacios de libertad individual rebelándose contra los comisarios y gerentes designados por el partido nazi, fascista o comunista. Estas políticas se materializaron mediante el traspaso de empresas y bienes apropiados por el estado hacia los particulares, privatizándose importantes sectores de la actividad estatal, incluyendo los servicios públicos. Sin perjuicio de lo anterior se reconoció explícitamente que el Estado no podía renunciar a su función complementaria, exclusiva o concurrente con la actuación privada, en materia de previsión social, salud, educación, etcétera, cuando estas actividades no fueran cubiertas suficientemente por los particulares.

Así, el “estado subsidiario” quedó definido como: “un Estado que se hace cargo de aquellas funciones o actividades que, por su naturaleza (estrategias y/o bien común y/o monto de recursos requeridos), no pueden afrontar los particulares o no es aconsejable que así sea. La función del Estado se focaliza en el control de las reglas y normas en las cuales desenvolverse”.

Las críticas a este tipo de estado argumentan contra el abandono, por parte del estado, de actividades rentables y su entrega al sector privado, reteniendo las que dejan pérdidas. También se planteó que cuando se transfieren monopolios naturales al sector privado que solo aspira a maximizar el lucro, las necesidades sociales básicas quedan desprotegidas. La irresponsabilidad se extiende también a la protección ambiental y cultural. Se dice que el país necesita un Estado que sea capaz de emprender, sin limitantes, inversiones estratégicas, por ejemplo, en diversificación energética.

Como se puede apreciar, el problema clave gira alrededor de la definición del rol del estado, particularmente en cuanto a su capacidad / eficiencia en el emprendimiento y gestión directa, y la necesidad de que el estado haga una eficaz supervisión, regulación y control de actividades productivas de bienes y servicios por parte de los privados.

En Chile falló por el abuso de las elites políticas, económicas y sociales, la corrupción que causó o permitió, abusos, impunidad y prepotencia.

Cuando los gobiernos de la Concertación arribaron al poder se encontraron con un ordenamiento constitucional, implantado por el Gobierno Militar, que incorporaba la subsidiaridad como un principio rector del modelo de desarrollo económico, social y político, principio que no compartieron nunca. De hecho, cuando sus gobiernos contaron con los recursos necesarios, particularmente durante la segunda parte del gobierno de Lagos y durante todo el gobierno de Bachelet 2, se aplicaron a la construcción paulatina y de facto de un “estado social” paralelo al estado “subsidiario”, en los ámbitos judiciales, previsionales, de salud y otros. El problema grave en Chile estuvo en que esta falta de sintonía entre las preferencias políticas de casi todos los gobiernos y el tipo de modelo de desarrollo que estaban administrando, que sumado a la codicia y la corrupción de muchos actores privados coludidos con partes de aparato estatal y miembros de los Partidos Políticos y del Congreso, llevaron a un grave descuido de las funciones de “supervisión, regulación y control” imprescindibles para el correcto funcionamiento de un estado subsidiario. Esto agravado por la impotencia de la ciudadanía que nunca contó con los recursos de poder necesarios para exigir eficacia y honestidad a sus “representantes”, que en realidad representaban a los partidos políticos y grupos sociales o económicos.

La asociación dolosa de miembros de ambos poderes del Estado con empresarios privados corruptos, permitió la creciente concentración de importantes sectores de la economía; la implantación de prácticas abusivas en el retail; en la energía; en las Isapres; en las telecomunicaciones; en las AFP y la introducción ilegal del lucro en la educación – que estaba expresamente prohibido en la ley de educación que permitió la existencia de universidades privadas – y, emblemáticamente y pese a la “revolución de los pingüinos” el descuido del área educacional que por falta de supervisión y control estatal había generado las graves injusticias, insatisfacciones e ilegalidades que hoy estamos viendo hacer eclosión, causando la actual “indignación” de la gente.

El descuido y negligencia política de los que creen en un Estado con un rol subsidiario, provocaron que la gente se sintiera constantemente abusada y hoy corren el riesgo de ser desplazados, junto con su “modelo”.

La Revolución Molecular Disipada. El conflicto político creado por la deficiente gestión del Gobierno y del Estado en general, fue detonado por una insurgencia producto de una funesta combinación de preparación revolucionaria muy prolongada, bajo la mirada cómplice de los gobiernos y partidos de izquierda; por el abandono de la política en beneficio de los negocios, por parte de la derecha y por la trágica incompetencia del Ejecutivo.

Hoy se manifiesta, revolucionariamente y con extrema violencia, mediante “colectivos” y “asambleas”. En esta insurgencia podemos encontrar tres tipos de fuerzas: a) Los movimientos sociales (la horizontalidad es su componente básico); b) Los movimientos populares (introducen un componente de clase, como el FMR, el PC (AP), o los troskos); y c) Las fuerzas anarquistas y movimientos insurreccionales y delictuales y cuasi delictuales como las “barras bravas”.

Este bando aspira a una revolución cultural profunda y radical. Varios filósofos europeos de mediados y fines del siglo XX aportaron a una construcción destinada tanto a superar el “socialismo real” como a definir una “nueva política revolucionaria”, proponiendo la “fundación de otra política”, la cual debe conducir a “pensar y vivir de otra manera”, además de permitir la “recomposición del movimiento socialista”. Esta propuesta se “apropia de la subjetividad de las personas para permitir la “desestructuración del sistema de poder dominante”, lo cual implica conferirle un nuevo sentido a las cosas, para su reintegración como “nuevo poder”.

En términos actuales, Félix Guattari, su promotor original, sostiene que el fenómeno imperialista del sistema de “capitalismo mundial integrado”, debe ser resistido, confrontado, descompuesto y superado mediante una política de poder plasmada en una estrategia de “revolución molecular disipada”. Con este objetivo, las fuerzas revolucionarias proceden al “levantamiento de máquinas revolucionarias políticas, teóricas, (porno -) libidinales y estéticas”, cuyo objeto es el control y dirección del “inconsciente social”, esto es, del sistema cultural. De esta forma, la acción de “revolución molecular disipada” impulsa transformaciones sociales y políticas a gran escala y permite configurar un “nuevo modo de organización social y política”.

Georges Bataille, otro promotor de estas ideas, propone como preparación a “una vehemente y sangrienta revolución” el crear organizaciones cuyo fin fuera el éxtasis y el frenesí, el sacrificio de animales, las torturas parciales y las danzas orgiásticas de las religiones de fuego, sangre y terror. Centrado en el erotismo donde las escenas de sexo debían provocar sensaciones de repugnancia y horror. La exaltación de la crueldad lleva Bataille al límite extremo de la muerte en un “tormento de orgías… el goce de la tortura… (y) la práctica de la alegría frente a la muerte”. Los seguidores de estas ideas nos han llevado a sufrir un intento de revolución molecular (explosiones de violencia extrema, pequeñas, simultáneas, sin líderes visibles). No sabemos con certeza quién articula las acciones, ni cómo lo hace, carecen de jerarquías, vocero ni líder reconocible. Este sistema se inició con los movimientos estudiantiles del 2011(varios de cuyos miembros son actuales miembros del Congreso), se consolidó en los desmanes de larga duración en el Instituto Nacional y culminó el 18 de Octubre de 2019.

Este tipo de ideas son recurrentes entre los profetas que intentan una y otra vez insuflar nueva vida al agónico marxismo. Periódicamente se alza una nueva propuesta cada vez mas alejada de la realidad. Que un grupo de “hombres decididos” pueda derrotar a un ejército es cierto en Cuba, Venezuela, Nicaragua o Rusia, en que los revolucionarios fueron solo hienas que se comieron los cadáveres ya en descomposición del Estado que reemplazaron.