Organización del Nuevo Orden Mundial

El 9 de Noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, marcando el fin de la Cortina de Hierro que produjo, a los pocos días, la apertura de la frontera interalemana 

Este hecho puso punto final a la Guerra Fría hecho que fue reconocido como tal en la Cumbre de Malta tres semanas más tarde y dio lugar a la reunificación de Alemania.

Este fue el comienzo de la obsolescencia terminal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y ahora, en 2020, ha llegado el momento de extender su Acta de Defunción y buscar una nueva forma de organizar el mundo actual, tan diferente al anterior.

EEUU trató de reanimar el orden mundial de la Guerra Fría y le fue imposible, ni Rusia ni China quisieron integrase a él.

Un grupo de países cuyo poder nacional relativo ha cambiado sustancialmente, como India, Irán, Japón, Corea y Turquía quieren un nuevo rol, otros situados en lugares de renovada importancia estratégica como Australia e Indonesia, Vietnam y Taiwán han adquirido mayor valor en el escenario actual.

Rearmar el Orden Mundial de la Guerra Fría con los mismos actores es inviable, hay nuevos actores mundiales cuyo poder relativo, ambiciones y reivindicaciones no pueden ser canalizados en el esquema de poder de la sobrepasada ONU.

Hay problemas nuevos, como el cambio climático, la administración del uso del agua, el comercio internacional global, las operaciones cibernéticas y las maniobras financieras especulativas o directamente abusadoras y las migraciones masivas.

La actual Organización Mundial de Comercio (de la ONU) ha demostrado ser incapaz de controlar el robo de información tecnológica por parte de China; el otorgamiento de subsidios a empresas nacionales; el uso de barreras arancelarias bajo diferentes disfraces y la imposibilidad de diferenciar -en algunos países- entre empresas privadas y estatales.

Nuevos delitos como el tráfico masivo de drogas, de medicinas y nuevas amenazas como las pandemias y la contaminación deliberada o por negligencia -muchas veces en complicidad con los estados- requieren otro tratamiento. El abuso de la superioridad que le otorga a los EEUU el uso de su moneda como base de la economía mundial, requiere un tipo de negociaciones y acuerdos diferentes a los que puede administrar la actual ONU.

El caos del Covid-19 ha dejado a la vista lo que ha estado sucediendo por años, en salud pública, comercio y medio ambiente: los gobiernos han perdido la fé en el valor de la cooperación internacional y el trabajo conjunto entre países.

En estos dias, EEUU se está organizando para una nueva era de competencia entre grandes potencias, una guerra “controlada” (fría) por el dominio mundial con China, Rusia y otra potencias rivales.

Su nueva estrategia de seguridad nacional, en torno al “Indo-Pacifico” es muy elocuente.

En términos generales hoy dia tenemos varias potencias autoritarias, como Rusia, China, Corea del Norte, Irán y Turquía cuyo comportamiento no es compatible con un sistema internacional “basado en reglas”, ya que la importancia que asignan al control interno reduce o elimina su capacidad de negociación y acomodo democrático entre sus gobiernos y sus ciudadanos y con sus competidores.

Estas potencias a veces coiciden en sus políticas y se apoyan entre ellas y otras chocan entre si, incluso con violencia. La parte más grave de esta situación, es que varias de ellas abusan de aquellos acuerdos internacionales que les reportan ventajas y ganancias e ignoran e incumplen aquellos que siendo igualmente obligatorios, la ONU es incapaz de exigir, como derechos humanos, libertad política, respeto a la soberanía de otros estados y normas comerciales, financieras o de pago de patentes y derechos.

El sistema que reemplace a la fenecida ONU debe basarse en el espíritu del liberalismo internacional en que los países cooperan honestamente para obtener ganancias mutuas, controlar sus vulnerabilidades compartidas y proteger sus modos de vida. La experiencia chilena con el Foro de Sao Paulo, con diversas organizaciones estatales que cruzan la línea de la legalidad y la intervención de “mecenas” multimillonarios que financian movimientos políticos subversivos, muestra como grupos que se balancean entre lo legal y la ilegalidad, entre lo estatal y lo privado, entre lo oficial y lo clandestino, pueden causar daño a la democracia y la estabilidad en otros paises y quedar impunes.

El nuevo sistema debe potenciar los principios compartidos entre sociedades abiertas que actúan en un sistema abierto; aprovechar los beneficios de la interdependencia y simultáneamente protegerlos ante los peligros y amenazas. Esto requiere acción colectiva concertada y organizada.

Para materializar esta voluntad de acción se requiere una organización que incorpore potencias grandes y medianas que comparten el ideario liberal democrático; que combinen capacidad económica y militar con presencia comercial y política, junto con la voluntad de actuar en conjunto en el ámbito internacional.

El uso positivo de las nuevas tecnologías requieren una acción combinada decisiva para conservar la seguridad en internet, coordinar las políticas de telecomunicaciones, prevenir pandemias y agresiones bacteriológicas, contener la contaminación o depredación de los oceános, controlar el calentamiento y la contaminación global, imponer el respeto a las normas comerciales e industriales y la no intervención clandestina en los asuntos internos de otros países.

Una organización de esta naturleza no debería tener grandes propósitos globales y generales sino principios específicos -los principos de la libertad, la democracía y la buena fe internacional- y acuerdos también específicos y concretos para resolver caso a caso, los desafíos siempre cambiantes y también concretos de sus adversarios ideológicos: el autoritarismo, la ilegalidad, el iliberalismo y el abuso.

10 de Agosto de 2020

Fernando Thauby Garcia

Melosilla