Piñera no puede invitar a la ciudadanía y a la oposición a negociar o apoyar a su gobierno en la Araucanía, si no ha definido la nueva realidad que pretende construir.
¿A qué la está invitando? ¿Cómo podrá la ciudananía de la Araucanía regular sus ambiciones y acciones si ignora las intenciones finales del Gobierno?
¿Cómo podrían evaluar los chilenos las acciones del Gobierno y sus resultados si no sé sabe que es lo que quiere hacer?.
El conflicto, para ser manejado racionalmente debe tener constantemente a la vista las características de las condiciones finales que se quieren crear.
Iniciar un largo viaje político y cultural (En Nueva Zelanda llevan 17 años y no terminan) exige establecer a grandes rasgos, pero con claridad, el resultado o estado final que deseamos establecer.
Sabiendo lo que pretendemos conseguir, enfrentando a un oponente que tiene metas diferentes -no necesariamente opuestas- y disponiendo de un conjunto variable de recursos de poder de diferente tipo, es fundamental comenzar con el diseño de un esquema coordinado y sinérgico para su aplicación -una estrategia- ; ajustarlo a los resultados que se vayan obteniendo; modificar sus metas, plazos y ritmos sectoriales según se necesario y revisar constantemente si el objetivo final inicial continúa siendo válido y alcanzable.
La crisis en la Araucanía es un problema de estado. Involucrará a varios gobiernos a lo largo de varios años y sus resultados afectaran a una gran cantidad de chilenos mapuches y mestizos -todos ciudadanos chilenos-, que se sentirán afectados por las viscicitudes de la negociación y los resultados que se alcancen, asi las cosas, no puede sino ser enfrentada con una política de estado que cuente con una amplio y sólido acuerdo nacional básico.
Tenemos así dos niveles que enfrentar: uno de largo plazo, de naturaleza política, que se refiere al “estado final deseado”, al “dibujo final” o la “visión” de la realidad que la sociedad chilena desearía ver reinando en la Araucanía y en toda la sociedad respecto a este tema, en un punto indeterminado en el futuro.
Esta “visión” tiene facetas políticas; económicas; militares; sociales; etc. El “estado final deseado” es un “gran cuadro” conceptual constituido por el consenso político nacional.
Hoy día aun no tenemos esta visión y es fundamental alcanzarla antes de comenzar a actuar, no hacerlo así no solo no obtendrá resultados sino que complicará el problema que deberán enfrentar los futuros gobiernos.
¿Quiénes son las partes involucradas en este conflicto?: ¿Los mapuches étnicos de todo Chile?, ¿solo los que viven en la Araucanía?, ¿también los que están comprometidos en acciones violentas o delictuales?, ¿los ciudadanos no mapuches de la Araucanía?, ¿todos los ciudadanos chilenos, mestizos en su mayoría?. ¿Sólo el Gobierno?. Es necesario delimitar a los participantes.
¿Qué tipo de integración y participación política y social queremos establecer con los interlocutores que se haya definido?. Esto implica aspecto institucionales, económicos, laborales, de propiedad de la tierra, educacionales, culturales, de salud, etc.
Dibujar este este “final deseado” es una tarea política de mediano plazo plazo en la que habrá cambios y variaciones durante el proceso y que requerirá renegociaciones continuas entre los diversos actores políticos y sociales nacionales. ¿quiénes están dispuestos a participar, dentro de que límites?.
Por lo pronto, hay actores políticos significativos que no se deciden a condenar la violencia y se mantiene en una posición oportunista para aprovecharla o distanciarse de ella, según convenga.
Parece evidente que es necesario comenzar por alguna parte y ese comienzo debe ser hecho de tal manera que no paralice o impida las acciones posteriores que apuntarán a la resolución de fondo del problema.
Una manera lógica de comenzar podría mediante restablecimiento del estado de derecho y la soberanía del Estado de Chile en la Araucanía.
Un estado de violencia armada y delictual como el existente actualmente en esa región, se desarrolló y consolidó a lo largo de muchos años y no será desmantelado en un plazo breve. Tendrá que ser una acción gradual, incremental, con metas parciales claras y avanzar conjunta y paralelamente con las acciones políticas señaladas anteriormente.
Parece también evidente también que esta tarea no puede ser en la forma de “escalada” sino de “des-escalada” de violencia, en que la calidad de la acción de control sea incremental y paulatina.
No mayor cantidad de control sino mejor control. Selectividad y precisión en la investigaciones, control sobre las personas, organizaciones, grupos y actividades críticas.
La imposición del estado derecho comienza por la aplicación del sistema judicial en forma constante, sin excepciones y completa. Hasta la fecha las acciones de violencia son investigadas y sancionadas hacia las fuerzas policiales y militares, no hacia los terroristas, instigadores, actores, financistas. No se sabe nada de quienes planificaron, dirigieron ni ejecutaron los actos de violencia en Temucuicui, menos de los asaltos, incendios y asesinatos diarios.
Los objetivos estratégicos no necesariamente son de seguridad, en algunos casos la fuerza policial/militar puede ser el medio predominante para alcanzarlo, en otros casos no será así.
Los objetivos estratégicos no son pues exclusivamente de seguridad. Siempre son una combinación de elementos. Esos elementos, su magnitud, combinación y secuencia no han sido establecidos y, sospecho, ni siquiera pensados.