LOS MILITARES Y LA ANOMIA POLÍTICA

La anomia es un concepto que se refiere a la ausencia de ley, normas o convenciones. De su etimología se desprende su uso en el ámbito tanto de las ciencias sociales como en la política, mediante la cual se señala la ausencia de normas o convenciones en una sociedad o su irrespeto o degradación por parte de un individuo o un grupo de individuos.

Las consecuencias de la anomia van desde la inadaptación personal hasta la anulación de las normas sociales.

El sociólogo francés Émile Durkheim consideraba que la naturaleza humana necesitaba una autoridad que le pusiera límites (normas y convenciones) a sus pasiones y deseos, puesto que su ausencia podía llegar a ser destructiva para el propio individuo y para la sociedad. A veces, las dinámicas sociales y económicas influyen en la anomia.

Existe una anomia derivada de la percepción de la degradación de la legitimidad de la autoridad y otra producto de la incapacidad o falta de voluntad de la misma para ejercer su función de mando, liderazgo o dirección.

En Chile, con Sebastián Piñera ejerciendo la Presidencia, tenemos ambas situaciones simultáneamente. Su historial personal y su comportamiento político lo han privado de ambas -pérdida de la legitimidad ante quienes debe dirigir e incapacidad política. Se puede discutir si la segunda situación es producto de su incompetencia o por un defecto de carácter, para los fines del ejercicio de su cargo ambas se potencian.

Chile, con un orden constitucional basado en un Ejecutivo dotado de poder y atribuciones, esta anomia es insanablemente incompatible con la continuidad en el cargo de quien ejerce esa función. Una consecuencia de esta limitación del Presidente Piñera ha sido causa relevante de anomia política en todo el cuerpo social. Chile se desplaza carente de dirección.

El Congreso ha invadido las atribuciones presidenciales, los Partidos políticos que apoyaban su Gobierno cayeron en el populismo y lo han abandonado y la Oposición no puede ni quiere actuar voluntariamente dentro de los marcos institucionales.

Tanto la Oposición como los Partidos de Gobierno, carente de unidad, liderazgo y oferta política se encuentran fraccionadas en grupos incapaces de configurar una política racional ni de ofrecer alternativas de gobierno de reemplazo eficaces. La institucionalidad política se encuentra en el suelo.

Falta aun medio año para que haya elecciones presidenciales, lapso que transcurrirá en medio de una crisis de salud, económica, social, de seguridad interna, de terrorismo y de gestión política. El panorama descrito hace poco probable que mediante esas elecciones se pueda configurar un nuevo gobierno capaz de conducir la instalación y puesta en marcha de una Nueva Constitución, de liderar la imprescindible recuperación económica, imponer el control del estado en la Araucanía, de poner bajo control a la creciente invasión del narcotráfico que ya ha invadido extensas áreas de las ciudades, de varios partidos políticos, del aparato estatal y de la justicia y restablecer el imperio del orden y la autoridad pública y social. La incierta situación internacional -regional y mundial- por completo fuera de la visión e interés de la Clase Política puede ser una nueva fuente de sobresaltos y crisis de magnitud e intensidad desconocidas que requerirá mucho mas que la guerrilla política que campea en Chile y que ha llegado a ser una forma de cultura política.

Es sabido que existe interés de grupos variados por movilizar y gestar una intervención militar. Creo que esa alternativa es inviable y está fuera de cuestión por razones que sobra analizar. Sin embargo, es también evidente que la fuerza armada, mas allá de la eliminación del concepto del texto de la actual Constitución, es la ultima ratio política y social, por lo que las FFAA y de Orden y Seguridad siguen y seguirán constituyendo un factor sustantivo de la ecuación de poder, lo que nos lleva al fondo del tema que intento analizar: el rol de esas fuerzas en el proceso político que Chile transitará durante los próximos meses.

Parece evidente que el gobierno actual y aun mas el próximo que asuma el mando del Estado, tendrá que enfrentar graves problemas que requerirán de una fuerza y solidez que es muy poco probable que pueda conformar, al menos durante un lapso crítico hasta su consolidación. Lo que queda del gobierno actual es solo de espera, la personalidad y el estilo presidencial actual hace imposible imaginar ninguna alternativa razonable que incluya su participación por lo que lo que sigue, se refiere en forma exclusiva al gobierno que asuma a comienzos de 2022.

La alternativa mas frecuente en una situación así suele ser la de la toma del Poder por parte de las FFAA, alternativa que descarto. Las FFAA de Chile continuarán la tarea -iniciada en el Gobierno Militar- de restablecer  la democracia, sin unirse a proyectos golpistas de extrema derecha ni a proyectos revolucionarios de extrema izquierda.

 Quedan otras dos alternativas: un gobierno “de unidad nacional”, formado por una coalición de fuerzas políticas opuestas que acuerdan una tregua mientras el gobierno electo toma el control de la situación, postergando la competencia por el poder. Las FFAA participan conformando una suerte de garantía o aval para ambas partes.  Es una alternativa no muy frecuente y pocas veces exitosa. Suele no ser lo suficientemente duradera para conseguir las condiciones deseadas. Mas frecuentemente suelen quebrarse antes de alcanzar sus objetivos.

Otra opción es la de un gobierno civil con apoyo militar, real o virtual. Esta alternativa se basa en un gobierno legítimo pero débil, que requiere una refuerzo extra, “dentro del marco constitucional”, que se extiende por un lapso mas o menos prolongado. Esta duración y la intensidad de la participación son dos aspectos críticos, ya que la participación de las FFAA debería ser de protagonismo decreciente, de duración relativamente breve y contar si no con la aprobación explicita de la oposición, por lo menos con su aquiescencia tácita.

Los principales riesgos son que se prolongue mas allá de lo imprescindible; que el gobierno en ejercicio aproveche su poder extra para abusar; que el gobierno no logre crear el poder político propio o mediante alianzas que permitan darle término a la situación o que la oposición cree o agudice las contradicciones políticas y sociales para llevar a un quiebre total y finalmente a una revolución.

En Chile esto se practicó durante el Gobierno de Allende en que las FFAA fueron incorporadas contra su voluntad en un esquema de refuerzo y equilibrio de poder entre gobierno y oposición dentro de un proyecto político que sus miembros rechazaban individual y colectivamente. Entraron y salieron de diversos cargos hasta que la situación se hizo insostenible para todos. La presencia militar dejó de ser institucional y en algunos casos se personalizó (ej. caso de los generales Prats y Bachelet). Mirado en retrospectiva su participación en el gobierno pudo haber sido útil y exitosa si los objetivos del gobierno y de la oposición hubieran sido si no compatibles, al menos tolerables para ambos.

Otra alternativa es una participación militar “delegada”, es decir la incorporación al gobierno de miembros de las FFAA en retiro o de personas que las representen, simbólica y ocasionalmente en forma política. Este es mas o menos el sistema brasileño actual. La participación de las FFAA es mas licuada, menos ostensible y también relativamente menos efectiva. Tiene la ventaja de que permite una salida militar mas expedita, gradual y menos traumática.

Ambas alternativas se verían potenciadas y tendrían mayores posibilidades de éxito si la participación militar fuera convenida por las partes políticas en competencia. Esto exige un nivel de confianza mutua político – militar que hoy día se encuentra muy debilitada, pero que la conveniencia podría potenciar. En este sentido, la forma en que se aprecie el desempeño militar en lo que resta de la administración de Piñera podría ser decisivo.

Los militares suelen analizar y planificar en forma adelantada a los hechos y es una buena costumbre -las sorpresas son menores y mas manejables- y a veces permite iniciar diálogos, establecer contactos y confianzas y sobre todo, hablar con realismo respecto a realidades.

Por otro lado, los que no quieren la continuidad de la república y aspiran a imponer una revolución continuarán, con renovados bríos, en su intento por debilitar y eventualmente destruir a las fuerzas militares y de seguridad.

         Fernando Thauby García

       Melosilla 18 de Abril de 2021