LA LUCHA CONTRA EL POSMARXISMO.
Mi intención inicial era documentar y analizar, brevemente, las tremendas dificultados y diferencias que enfrentan las FFAA y Carabineros de Chile en el combate contra el posmarxismo y sus organizaciones y revisar, brevemente, sus bases ideológicas, políticas y estratégicas. El primer y principal problema es establecer algunos términos de referencia básicos y a ello apunta el texto que sigue.
La naturaleza de la Guerra moderna se ha ido ampliando en diversas direcciones conformando una amplia variedad de combinaciones de situaciones sicosociales, militares, tecnológicas y políticas, que parecen diferir radicalmente de las definiciones convencionales tradicionales, pero que conserva sus aspectos esenciales: imposición de la voluntad de un grupo sobre otro, mediante el empleo protagónico y resolutivo de la violencia física o síquica.
La Guerra difiere de las Operaciones de Seguridad Interior en el protagonismo e intensidad de la violencia que en la Guerra es central y decisivo, mientras en las Operaciones Policiales es marginal, idealmente inexistente y trata de llegar a un compromiso que permita negociar y restablecer la autoridad del Estado sobre ciudadanos desafectos o rebeldes, con el menor daño posible.
La literatura marxista es pródiga en estrategias, tácticas y técnicas al respecto, desde la brutalidad de Lenin hasta las divagaciones seudo intelectuales de Regis Debray, desde el realismo implacable del general vietnamita Giap hasta las payasadas del Che Guevara. Todas estas ideas se sustentaron en una situación en que una clase socio política, el proletariado urbano y rural, se levantaba en armas contra una burguesía nacional urbana y muchas veces con apoyo externo.
La declinación del número, identidad y actividad del proletariado congeló esta alternativa. El obrero emigró hacia la clase media y el pequeño empresariado o trabajador por cuenta propia y con ello, sus intereses, formas de acción y voluntad de lucha. El socialismo, impuesto un muchos lugares, nunca logró mejorar la libertad ni menos las condiciones de vida de sus presuntos beneficiarios, al revés acentuaron la miseria y la opresión.
Tras diversos ensayos y teorías, surgió de la pluma de Ernesto Laclau y su esposa Chantal Mouffe, una alternativa que fue acogida en varios países del sur de Europa: la organización de las minorías de los mas diversos tipos, encuadradas en una amplia oferta populista; grupos originalmente inorgánicas, que fueron organizados y dirigidos por pequeños grupos financiados por actividades ilegales y recursos financiero de oscuro origen.
Este es el origen de grupos como Podemos de España y el amplio muestrario existente en Chile: veganos, animalistas, homosexuales, feministas radicales, indigenistas, ecologistas y muchos más que terminaron conformando el Frente Amplio, la base electoral de Boric.
La desgracia de este tipo de estructuras es que -al ser minorías radicales- se pueden unir para oponerse a algo, pero no pueden ponerse de acuerdo para construir nada, como se puede apreciar en el proyecto del Gobierno actual de Chile, excelente y eficaz en la crítica, pero incapaz de gobernar. El mismo Boric así lo entendía en 2016: “El riesgo que creo importante anotar es la posibilidad de estar germinando una bomba de demandas incoherentes entre si, por el solo hecho de que sean circunstanciales en torno a un adversario común”.
Privada la Izquierda revolucionaria de la “mano de obra” popular y administrando minorías excluyentes de intelectuales, estudiantes, desafectos e inadaptados de diferentes tipos, solo podía encontrar y encontró un punto de acuerdo en la creación de la anarquía generalizada y sistemática.
En la instalación y consolidación de la “anomia” social conformada con los escombros de la “deconstrucción” de todo tipo de instituciones civiles, religiosas, militares, políticas y étnicas.
La anomia es un concepto que se refiere a la ausencia, irrespeto o degradación de leyes, normas o convenciones. Las consecuencias de la anomia van desde la inadaptación a las normas sociales, hasta la trasgresión de las leyes y a las conductas antisociales.
Anomia social. En las disciplinas de las ciencias sociales y la sociología, la anomia está relacionada con la falta de normas o convenciones sociales o su degradación como producto de un conjunto de factores.
El sociólogo francés Émile Durkheim consideraba que la naturaleza humana necesitaba una autoridad que le pusiera límites (normas, convenciones) a sus pasiones y deseos, puesto que su ausencia podía llegar a ser destructiva para el propio individuo.
Según Durkheim, los individuos, al sentir que las normas y convenciones bajo las cuales viven carecen de sentido de justicia y equidad, dejan de respetarlas porque consideran que han perdido sentido para ellos que lleva a que, para lograr dichas metas, los individuos deban, en ocasiones, violentar las normas sociales, lo que deriva en una ruptura de la que se originan las conductas antisociales.
Anomia Social y Vacío de Poder
Ejemplos de esto son el narcotráfico, la corrupción y el abuso empresarial. Cuando no existe esa autoridad eficaz[1], inmediatamente los grupos sometidos asumirán ese rol vacante, hasta que no puedan retenerlas por razones inherentes a su falta de organización o dirección, o se los quiten sus competidores o alguna otra autoridad superior.
El llamado experimento “Rhythm 0”[2] demostró que cuando las personas o la autoridad no se defienden ante una agresión, los que los sobrepasan y agreden incrementan su capacidad para llegar hasta niveles mucho mayores en su capacidad de hacer daño. Como a la violencia se llega poco a poco, lo mejor es reaccionar a la primera. Si no lo hacemos, conforme se intensifique el comportamiento necesitaremos un mayor esfuerzo para hacernos respetar, y sólo conseguiremos acciones que traten de reparar un daño ya hecho. En Test del Vacío de Poder o Test del Acosador, se describe del siguiente modo: “Las personas que están acostumbradas a sobrepasar los límites de los demás, tienden a testear previamente cuál es el índice de poder que tiene la persona, en función de los límites que es capaz de poner ante una ofensa”.
Los Significantes vacíos” Un signo lingüístico está compuesto, básicamente, por un significante y un significado. El significante es lo que designa a algo, y el significado es ese algo designado. Por ejemplo, la palabra ‘casa’ (significante) designa a un significado: edificación construida para ser habitada. Pero no existe una correspondencia necesaria entre el significante y el significado, es decir que la relación entre estos es arbitraria, como por ejemplo tener “una casa” o “domicilio” político”.
Así en un conflicto social el bando anárquico podrá ir modificando el vocabulario, dotándolo de significados nuevos que, con el apoyo de los medios de comunicación y por esa vía, imponer su “hegemonía”. Lo hemos visto con frecuencia que cuando interactuamos con usuarios de esa técnica, nosotros gastamos nuestro tiempo y esfuerzo tratado de explicar lo que queremos decir mientras el oponente, con una sola palabra puede hacer una declaración política larga y compleja en una sola palabra y, paso a paso, palabra a palabra nos irá privando de nuestra capacidad de comunicarnos con la sociedad y entre nosotros mismos y debilitando nuestras convicciones.
La responsabilidad política de controlar el lenguaje se encuentra relacionada directamente con la noción de hegemonía, es decir que si se decide dar un significado preciso a un significante vacío, se está tomando una decisión hegemónica[3].
Piñera perdió totalmente el control de la hegemonía social. El problema no era cuantificable y no pudo superarlo. El comportamiento de su gabinete durante el intento de golpe de estado del 19 de Octubre de 2019 es un ejemplo de la mas brutal incompetencia política en un ambiente de anomía.
Fernando Thauby García
15 ene 2023.
[1] La “subsidiariedad” exige la existencia y actividad enérgica e imparcial de una autoridad política que “nivele la cancha” en beneficio del trabajador asalariado y del consumidor.
[2] “Derribando muros” Marina Abramović, Nápoles, 1974.
[3] Esto es lo que Piñera no supo, no pudo o no quiso hacer. “No son $30 pesos, son 30 años”.