Hace unos pocos días la prensa de Corea del Norte, como reacción a la declaración del Presidente Barack Obama que durante su última visita a Seúl a finales de abril calificó a Corea del Norte como un «Estado aislado» que «condena al hambre a sus ciudadanos» al tener un «Gobierno imprudente e irresponsable», insultó soezmente al mismo Presidente Obama calificándolo de “malvado mono negro que ni siquiera tiene la apariencia básica de un ser humano”. Mas allá de las políticas internas del gobierno de Kim, su racismo e insolencia no solo intentan ofender a Obama, es peor que eso, lo que de verdad busca es degradar el ambiente diplomático, en jerga marxista es “agudizar las contradicciones” hasta provocar el conflicto que permita la síntesis y el triunfo del socialismo marxista. Para Kim Jong-Un el insulto es una forma de hacer política. Esta técnica adquirió carta de ciudadanía con los gobiernos soviéticos, que a fuer de revolucionarios introdujeron las amenazas a los estados, los insultos a sus líderes y la calumnia a las personas como forma de guerra en que la maldad y perversión de sus oponentes los descalificaba completa e integralmente.
El estado soviético colapsó como resultado de sus contradicciones internas, de su corrupción y de la falta de libertad que fueron sumiendo a sus ciudadanos en la apatía y la falta de motivación hasta llegar a la abulia; pero la técnica del insultófono sobrevivió. Uno de sus cultores mas devotos es Fidel Castro que incluso desde lo que debería ser una amable ancianidad, continúa empleando sus últimas energías en provocar y ofender a quien no lo aplauda y lo venere.
Chávez se encaramó a los medios de comunicaciones con dos muletas: sus delirios bolivarianos y su insultadera radial y televisiva. Sus chistes fomes fueron aplaudidos con fervor por sus compinches y sus apodos sarcásticos y descalificatorios volaron en todas direcciones. Pocas veces sus exabruptos fueron contenidos, es célebre el “¿por qué no te callas? del rey de España, Alan García y el ex presidente Lagos también lo pararon, pero no fueron muchos.
¿Por qué Chávez insultaba así?, me parece que lo hacía porque creía que eso gustaba a las masas, al proletariado, que lo hacía “popular”, porque la prensa y los periodistas de mala condición se agarraban de sus excentricidades para fabricar noticias también “populares”. Chávez apelaba a lo peor del pueblo, a su ignorancia y falta de desarrollo intelectual; en vez de ayudarlos a salir de esa condición, los rebajaba y explotaba sus vulnerabilidades. En el fondo los despreciaba.
Cristina Kirchner usa el mismo método pero mas sofisticado: miente. Lanza una andanada de mentiras a alta velocidad, mezclando temas, deformado la realidad, reescribiendo la historia y sobre todo, mintiendo; creando una realidad alterna que al mezclarse con unos pocos hechos verdaderos adquieren validez y se transforman en una nueva plataforma desde donde lanzar nuevas mentiras. Asi es como destruye reputaciones, descalifica adversarios, oculta hechos, liquida a sus opositores y adquiere y refuerza su poder. Esta misma técnica la aplicó en las relaciones internacionales. Los desaires a altas autoridad extranjeras, los malos modales, los atrasos y las ausencias fueron el estilo de Néstor. El Canciller Timerman con su alicate descerrajando una valija diplomática en un avión norteamericano, las conferencias de prensa en que Cristina apabulla a la prensa y calla a los dignatarios extranjeros que son los supuestos entrevistados, las amenazas gangsteriles a los empresarios extranjeros, las suposiciones sobre la honorabilidad de presidentes extranjeros que no le agradan y la arrogancia, altanería y desparpajo con que cubren sus déficits de seriedad gubernamental como fue el caso de la suspensión arbitraria de la venta de gas a Chile, son todas muestra del perfeccionamiento del estilo soviético.
Aqui en Chile tampoco escasea el empleo del estilo matonesco, prepotente y deliberadamente falto de respeto a las autoridades. Aquí hay que hacer una distinción relevante, cuando se escupe al Presidente de la República Sebastián Piñera no se está escupiendo al Señor Sebastián Piñera sino al Presidente de la República de Chile, a la persona elegida por los chilenos para que represente y encarne a la Nación y al Estado de Chile. Es un símbolo social fundamental. De la misma manera cuando la Presidente Bachelet accede a La Moneda, la guardia del palacio le rinde honores solemnes que se le hacen por ser “la Presidente” y no por ser “la Señora Bachelet”. Cuando un grupo violenta la entrada a un recinto del Congreso Nacional, se sube a la mesa en que sesiona una comisión del Senado, lanza agua a los presentes e insulta y amenaza, no está ultrajando a esas personas como particulares, está atentando contra el prestigio y la solemnidad de una actividad política que los chilenos les hemos encargado a esas personas, en nuestra representación.
¿Qué buscaban esos individuos con su ultraje?. ¿Ofender a esas personas? o ¿menguar el prestigio y la prestancia de un poder del estado?. A mi no me cabe duda, me parece claro que la identidad de las personas presentes era del todo irrelevante, lo que se buscaba era “democratizar” una institución del Estado, “democratizar” en la jerga anarquista y populista, eliminar la autoridad y propender al caos que ellos llaman “libertad”. En una ceremonia con representantes extranjeros en que una alta autoridad judicial nacional inauguraba la primera sesión irrumpió una pequeña turba de diez desaforados encabezados por una ex candidata a la Presidencia de la República, que lideraba los insultos mas soeces. Nuevamente, ¿buscaban ofender a esas personas?, no, buscaban desprestigiar al Poder Judicial.
Lo mas sorprendente es la pasividad de esas mismas autoridades, políticas, parlamentarias y judiciales ante estas tropelías e intentos abiertos y violentos de demoler el estado de derecho. Atemorizados farfullan excusas, se refugian en una “comprensión” pusilánime y no se atreven a defender, no a sus personas que bien pueden merecer esos y otros insultos, sino a sus cargos, que son la base de la convivencia civilizada en nuestro país.
Pero aun hay cosas peores, decía al comienzo que esto se aplica en las relaciones internacionales, individuos irrelevantes como Evo Morales, provocadores como Rafael Correa y el extinto Chávez, se permiten ofendernos en nuestro propio país estando entre nosotros como nuestros invitados, osan armar conferencias “alternativas” a las actividades oficiales a las que han sido invitados y desde ahí también insultan y ofenden a nuestras autoridades o a nuestras políticas, las políticas que los chilenos apoyamos o que, desde una posición democrática, acatamos aunque no concordemos.
Parece hora de dejar de confundir expresión democrática con pasividad ante el debilitamiento deliberado y destrucción de las instituciones fundamentales, y amistad y tolerancia con aceptación del comportamiento de los insultadores extranjeros que invitamos a nuestro país.
La parsimonia excesiva puede ser confundida con cobardía y falta de dignidad.