CHEYRE: EL PUÑAL EN LA ESPALDA

Las feas relaciones entre la izquierda y las FFAA se repiten, con Marmaduque Grove; con el increíble Tulio Marambio; con Carlos Prats; con Raúl Montero y ahora con Juan Cheyre, entre otros. Como lo señala un periodista -antimilitar odioso- del sector, Cheyre prestó el servicio para el cual fue instalado por la izquierda y ahora está siendo desechado sin pudor ni estilo.
Poseedor de una alta autoestima Cheyre fue invitado a jugar un rol político al servicio del primer gobierno socialista a cambio de que lo hicieran entrar a la historia por la puerta ancha.
Prestó un servicio breve pero intenso al Partido Socialista y al ex Presidente Lagos.
Pagó un alto precio, en términos personales, familiares e institucionales, mas aun, en la etapa actual de deconstrucción sistemática de las FFAA por parte de una izquierda moribunda pero aun con capacidad de hacer daño, su personaje, al revés del Cid que ganaba batallas después de muerto, él las sigue perdiendo aun estando vivo.
El Gobierno Militar, que a poco andar fue ocupado en parte mayoritaria por miembros del Ejército, contó con apoyo popular significativo, reconstruyó –modernizando- la economía nacional y enfrentó las mayores y mas difíciles amenazas que ningún gobierno de Chile haya tenido y salió adelante en forma brillante: impidió la agresión peruana entre los años 1975 y 1976, ataque para el cual se había preparado larga y meticulosamente con el apoyo de la Unión Soviética y del asesino de Cuba, Fidel Castro; disuadió a Argentina de atacarnos el año 1978 y sacó adelante las negociaciones limítrofes correspondientes. Resistió las perversas maniobras y zancadillas de los gobiernos demócratas norteamericanos y las perfidias oportunistas de algunos gobiernos europeos.
Derrotó tres veces a la filial local del Partido Comunista: primero entre 1973 y 1975 en su intento por levantar una resistencia política encabezada por ellos mismos y que incluyera a la Democracia Cristiana; luego desde 1976 destrozó la política de Insurrección Popular de Masas con sus violentas “protestas pacíficas”, la internación de armas por Carrizal Bajo y el fallido intento de asalto a la caravana del Presidente Pinochet con el asesinato de 5 de sus escoltas y por último lo encerró forzándolo a unirse a los partidos democráticos y al Partido Socialista e incorporarse a la salida negociada.
Pero las FFAA y particularmente el Ejército también pagaron un alto precio institucional. El ejercicio del poder político introdujo prácticas ajenas a la cultura militar, debilitó la cohesión interna y distrajo a sus mejores jefes hacia funciones divergentes.
El primer Comandante en Jefe del Ejército, terminado el Gobierno Militar y sin la presencia política del General Pinochet, fue el General Juan Cheyre que contó con el apoyo decidido del Presidente Ricardo Lagos y tuvo la oportunidad de emprender la transformación y modernización que la vuelta a las funciones propiamente militares de esa institución demandaban. Comenzó la modernización técnica del material pero quedaron atrás las muy necesarias readecuaciones de la gestión financiera y logística del material y del personal, que son las deficiencias que esa institución ha seguido sufriendo hasta hoy.
La ausencia de Ministros de Defensa con la preparación y liderazgo necesario no pudo suplir las carencias institucionales y la crisis se fue presentando en forma secuencial y sin pausa, hasta acumular una situación insostenible.

El desastre de Antuco, con la muerte de 45 soldados dejó en evidencia la falta de preparación y experiencia profesional y la falta de liderazgo del mando táctico de la unidad; del mando operativo del regimiento, y sobre todo de la muy errónea respuesta del Comandante en Jefe que no asumió la responsabilidad de mando que le correspondía.
Sin duda la primera baja debió haber sido el Ministro de Defensa, pero eso es algo que en Chile no sucede -aquí el Ministro es una figura ornamental, inútil y responsablemente elusiva- pero el Comandante en Jefe, el General Juan Cheyre, no se hizo cargo de su responsabilidad y continuó en el cargo como si tal, pero ya sin el respaldo de la autoridad moral y sin el respeto que se sustenta en el ejemplo. Los soldados que quedaron tras las líneas enemigas fueron abandonados en Punta Peuco y la jauría de chacales políticos y judiciales se ensañaron con ellos.
Quedó claro que los usos y costumbre en el Alto Mando Militar ya no eran los tradicionales sino que habían sido reemplazados por formas políticas.
Lagos volvió a sostenerlo contra viento y marea, pero hecho a un lado por el lamentable socialismo profundo, los chacales se fueron encima de él y del Ejército.
La experiencia se confirmó: el militar que tiene tratos con la izquierda termina con un puñal clavado en la espalda.
No hay que lamentar la pérdida de Cheyre, sí hay que sentir el daño hecho al Ejército de Chile que con la fortaleza que dan 208 años de vida, con toda seguridad una vez mas prevalecerá a la perfidia de sus enemigos y a la debilidad de alguno de sus mandos y saldrá adelante para bien de la Patria.