UN PARTIDO PROGRAMÁTICO / UN FRENTE DE DERECHA

Es un lugar común decir que la derecha es antropófaga, y es cierto. Los odios más enconados y las descalificaciones más hipócritas se expresan en las puñaladas entre los líderes y caudillos que se dicen de derecha o peor, los que siendo de derecha se disfrazan de “centristas” para favorecer a la izquierda, como nuestro Presidente.

Si vamos al fondo de las diferencias entre los ciudadanos que se identifican con los valores de derecha, encontramos que, habiendo una similitud profunda entre todos ellos, las diferencias son las menos y es precisamente por eso mismo que, para diferenciarse, se las busca con ahínco, se las identifican y magnifican; se las ventilan, vocean y tiran por la cabeza, hasta parecer que son grupos que no tiene nada en común entre ellos y que ideológicamente están en las antípodas.

Por otro lado, su diferenciación respecto a la izquierda, que es muy profunda -insalvable digamos- es tan evidente, que todos destacan las escuálidas coincidencias cuando las encuentran y se felicitan, se regocijan y así los vemos hacer esfuerzos ridículos para distorsionar y camuflar sus diferencias de fondo, con tal de parecer dialogantes, flexibles, modernos, democráticos y ser protagonista en solitario, aunque sean protagonistas de una rendición o de una estupidez.

La historia de Chile es capaz de trazar hasta los comienzos mismos de la República las dos almas de derecha, los conservadores y los liberales. Sus diferencias si bien también eran formales, entroncaban con diferencias en sus formas sociales, de práctica religiosa, de modernidad y más o menos apertura al cambio social y cultural. Mientras la competencia fue solo entre ellas dos, la pugna más parecía a una diferenciación social y familiar, cuando el Partido Radical, laico y masón, se incorporó a la competencia política, este sistema bipolar se hizo triangular y más fluido.

Hasta ahí la competencia discurría dentro de la práctica de una cultura nacional, tradicional, democrática y más o menos respetuosa.

Todo cambió con la incorporación de los partidos ideológicos, el Partido Comunista y su hijo díscolo el Socialista y mas tarde la Democracia Cristiana, todos ellos igualmente iluminados, totalitarios, divisivos y excluyentes. Las derechas (ambas, liberal y conservadora) quedaron fuera del juego, divididas e incapaces de trabajar juntos, y así debieron resignarse a un papel desmedrado y subalterno, refugiándose en la resistencia y en defensa de los intereses económicos de sus miembros.

La Democracia Cristiana (DC) nacida para combatir al Comunismo en su propio terreno fue derrotada, cuando no cooptada o subvertida. En esta lucha las derechas se resignaron al “mal menor”, apoyar a la DC incondicionalmente y sin derecho a voz ni voto y, pese a todo, durante los Mil Días desastrosos de Allende y su gente, contribuyó notablemente a la derrota del marxismo.

Después del Gobierno Militar, las derechas se reconstituyeron, cada una por su lado, por unos años pensaron que los “negocios habían vuelto a lo normal”. No era así, el Comunismo en sus infinitos disfraces, volvió y otra vez los encontró divididos y se esforzó en mantenerlos así, con el inestimable apoyo las de estrellas ególatras y débiles mentales que les hicieron el juego.

Esta última crisis, la del intento de golpe de estado de la Izquierda, la del asalto al gobierno por parte de turbas de delincuentes apoyados por políticos, simpatizantes de izquierda y financiados por sus mandantes caribeños, una vez más estuvieron cerca de destruir definitivamente al país.

En estos días vemos a Piñera haciendo una gran labor para agudizar las contradicciones entre las derechas y a éstas, encerradas en sus peleas ridículas y sus competencias por quienes será los protagonistas de la rendición y demolición de Chile.

Basta!. Si no son capaces de colaborar entre ellos, que se vayan, o los ciudadanos los sacamos a empujones. Por todas partes se mueven diferentes propuestas en esa dirección, se proponen separaciones amistosas o divorcios violentos, incluso violencia intrafamiliar y hasta asesinatos pasionales.

Me pregunto ¿por qué no armar un Frente de Derecha o un Partido Programático?, una unión de todos los tipos o clases de derechas y centros existentes, en torno a un conjunto de ideas y acciones: pocas, claras, profundas y eficientes.

Podrían los próceres de ese sector dejar, por un momento, sus rencillas y sus pequeñeces de lado y conformar un grupo que, aunque no satisfaga en todo a todos, por lo menos lo haga en parte a una parte sustancial de la gente.

Si no lo hacen, ha llegado el momento de seguir adelante sin ellos y organizarnos para el combate.

No tenemos por que seguir siendo rehenes de una clase la política mezquina y rastrera que nos atormenta y arruina, hasta llevarnos al suicidio.

Hay otra gente con ideas, inteligentes y decentes; ¿por qué seguir enredados en riñas de viejos cracks tramposos y llenos de mañas?.

Busquemos quién nos lidere; que organice un grupo de gente capaz con los cuales diseñar un programa concreto, razonable y factible. Enseguida a designar y elegir un candidato presidencial que nos gobierne apoyado por una cámara y un senado provistos de la misma manera.

Si los que deberían liderarnos no tienen las condiciones, no quieren o pueden hacerlo, es hora de tomar nuestro destino directamente en nuestras manos.

Somos más y somos mejores.

Fernando Thauby García

Melosilla

8 de Julio de 2020