Ser vecinos con Argentina es difícil, a veces exasperante, tienen sus momentos de encanto, pero en seguida los emporcan con una pillería, una zancadilla, una “avivada”, las más de las veces injustificada e innecesaria, casi como satisfaciendo una necesidad sicológica.
Esta conducta se repite una y otra vez: desconocer un fallo de una Corte internacional libremente aceptada; anular unilateralmente un acuerdo comercial importante; inventar una nueva “teoría” o, como en estos días, crear una interpretación fantasiosa de un acuerdo, iniciando conflictos innecesarios e inútiles.
Nuestro país está sujeto a su inescapable vecindad, así como a los terremotos, tsunamis, avalanchas, sequías e inundaciones, erupciones volcánicas y nuestra propia estupidez que periódicamente nos ataca. Argentina está ahí y nosotros estamos acá. Es irremediable e inevitable.
El siglo pasado, los siúticos de la fronda santiaguina solían decir respecto a nuestro país “¿por qué no vendemos esto y compramos algo más chiquito y más cerca de París?. No, no era posible y no sirvió. Lex Luthor, intentó separar a California del resto de EEUU haciendo estallar una hilera de bombas termonucleares para conformar una isla en la cual él sería el amo. Tampoco funcionó. Parece que tendremos que resignarnos a soportar esta calamidad con estoicismo.
Pero, al igual que con terremotos y otros, debemos adecuar nuestros comportamientos y reacciones a la realidad inevitable y saber como reacionar: con calma, con serenidad, con eficacia, con firmeza y sin cansarnos nunca. Es la carga que Dios nos puso por habernos dado este país magnífico.
¿Por qué nos sorprendemos cada vez que Argentina, con cualquier gobierno -aunque con mayor frecuencia con los peronistas- nos sale con un comportamiento así?. Creo que es porque no los comprendemos en su ¿lógica? social y nacional.
La “viveza criolla” es saltarse las reglas; avanzar a la mala en la fila; empujar la pelota con la mano y marcar un gol; reinterpretar las reglas a su amaño para ganar un puntito. Tratar de engañar a la economía imprimiendo billetes; pedir dinero prestado y no devolverlo; asaltar una isla y sorprenderse porque el dueño reacciona; hacerle una “quita” al banco, porque después de recibido (y gastado) el préstamo, los intereses les parecen excesivos; aprovechar que un vecino pasa un momento dificil para arrancarle una concesión. Y esa viveza es glorificada y aplaudida, la trampa es considerada una muestra de astucia y habilidad.
Así es como han conseguido arruinar un país bendecido con toda clase de recursos, crear pobreza donde había riqueza, retroceder como grupo humano y perderse el respeto a si mismos. Es la lógica de vida de Maradona, un futbolista de condiciones extraordinarias y que por vanidad y estupidez terminó sumergido en las drogas y la desmesura.
El contraste lo marca otro tipo de argentino, que existe pese a todos los esfuerzos de la mayoría por eliminarlos. Castigados y ninguneados por las turbas vociferentes e insolentes, incapaces de entender su calidad humana, los Borges, personas de una calidad humana, intelectual y moral de excepción, no sólo no reciben reconocimiento alguno sino que se les ataca y descalifica.
Mientras Argentina titubee entre ambos modelos, entre la glorificación de la viveza de los Maradona y el reconocimiento de la seriedad y la calidad de los Borges, continuaremos teniendo un vecino sorprendente, insolente, audaz e inescrupuloso, que no se respeta a si mismo y por consiguente es incapaz de respetarnos.
Asi las cosas, lo que hay es lo que hay. Nunca lograremos llegar a un arreglo final en ningún desacuerdo, nunca pondremos punto final a las “pedidas”, ningún tratado resolverá nada, todo será transitorio, provisorio, mutante, de acuerdo a las necesidades y ocurrencias geniales de la chusma.
Ya que cambiarlos no está en nuestras manos, debemos adecuar nuestro comportamiento a su manera de ser. No podemos ignorarlos, están ahí; no podemos dejarlos ganar con malas artes, es nuestra obligación impedir que la trampa gane; no podemos descartar hacer negocios con ellos, los necesitamos y ellos a nosotros; sólo podemos tratar de ayudarlos a que ellos cambien su conducta por si mismos, por propia convicción, puede tardar siglos o no ocurrir nunca.
Mientras tanto, armémonos de paciencia y no bajemos la guardia, estemos siempre atentos sabiendo que en cualquier momento puede venirles a la cabeza una idea genial.
Es el caso de su última ocurrencia, la del reclamo sobre la plataforma submarina más allá de las 200 millas marinas hacia la Antártica, bloqueando nuestra continuidad territorial. Es una nueva pillería, no la última, solo una más.
Otra vez no hemos reaccionado con la suficiente rapidez y la pretensión ha comenzado a escalar.
Esta vez Chile no está débil, Argentina si. En realidad hace ya años que los modales “Maradona” están desfazados de la realidad Argentina, Maradona fue una estrella, ahora es sólo un drogadicto gordo y decadente.
Fernando Thauby García
Melosilla 29 de Julio 2020